Hetty Bertoldi de Pomar: la geóloga argentina que vio en los fitolitos una manera de entender mejor nuestro pasado
Fue una pionera en la geología nacional, y una reconocida experta a nivel internacional; murió en 2020 a los 96 años
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Señores directores:
Repuesta del impacto que me produjo la información contenida en el suplemento Recorriendo Santa Fe, fascículo Nº24 de ese diario El Litoral, deseo llamar la atención sobre los errores publicados, y pregunto:
1) ¿Desde cuándo el río Bermejo confluye con el río Uruguay?
2) ¿Desde cuándo la provincia de Corrientes limita (río Paraná, intermedio) con Brasil?
La intención ha sido buena, el resultado la desvaloriza.
Hetty tenía 85 años cuando escribió esta carta de lectores, en diciembre de 2009. Es que esta apasionada geóloga santafesina, una de las primeras de Argentina y que conoció como pocas personas el suelo de nuestro país, no podía dejar pasar semejantes desatinos geográficos.
Hetty ostentaba parte del origen italiano de su familia en su apellido: Bertoldi. Herencia que también se reflejaba en el plato con el que se destacaba en las reuniones familiares, la Bagna Cauda, típica de Piamonte. Cuando se casó con Francisco, agregó la última pieza al nombre que llevaría desde entonces: Hetty Bertoldi de Pomar.
Pionera en su campo, referente y, por sobre todo, apasionada, esta es la historia de una científica y de su amor por unas estructuras microscópicas que, como pequeñas cápsulas del tiempo, guardan tesoros de un pasado lejano.
¿Industria o investigación?
Hetty nació en Sunchales, una localidad a la vera de las vías del tren que une al puerto de Rosario con el noroeste argentino. Al egresar del Liceo Nacional de Señoritas de Santa Fe decidió mudarse unos cientos de kilómetros para estudiar en la Universidad Nacional de Córdoba. Cuando egresó en 1947, se convirtió en una de las primeras geólogas argentinas.
Al terminar su licenciatura tuvo que tomar una decisión respecto de su futuro profesional: ¿industria o investigación? Eligió seguir en la Universidad y hacer su doctorado en Ciencias Naturales con especialización en Mineralogía y Geología. Su nieto, Tomás Pomar, cuenta que “se dedicó a la investigación para alejarse del mundo petrolero, porque ese sí que era un campo estrictamente masculino”.
Mientras investigaba sobre la Laguna Mar Chiquita, su tema de tesis, se desempeñó en distintos cargos dentro de lo que hoy sería el Ministerio de Producción, Ciencia y Tecnología de Santa Fe. Una vez doctorada, llegaría a ser jefa del Departamento de Geología y Minería de la Dirección de Química Agrícola y Edafología. En años subsiguientes también trabajaría para otras secretarías y direcciones de la provincia, siempre en relación con su especialidad.
Pero su pasión, su verdadera pasión, llegaría de manera inesperada.
Una ventana al pasado
Los fitolitos son una ventana al pasado, un secreto escondido en los suelos que nos cuentan acerca de paisajes que no llegamos a conocer pero que, gracias a ellos, podemos imaginar. Se trata de biomineralizaciones, estructuras microscópicas que producen algunas plantas, como las gramíneas, a lo largo de su vida. Están formadas por calcio o mayormente sílice, el mismo material del que está hecho la arena. En este último caso se conocen como silicofitolitos.
Las plantas incorporan el silicio a través del agua que absorben del suelo y se va depositando como óxido de silicio principalmente en los espacios que hay entre las células del tejido epidérmico de hojas, tallos y raíces, rodeándolas y tomando su forma. Una vez muerta la planta, aún miles y millones de años más tarde, las estructuras perduran.
Los fitolitos pueden remontarnos a épocas en las que cauces, hoy secos, rebosaban de agua, darnos información sobre la dieta, las técnicas agrícolas y el uso ceremonial de plantas de los antiguos pobladores y hasta mostrarnos cómo era el mundo cuando los seres humanos no existíamos y lo habitaban las grandes bestias.
En la década de 1950, mientras trabajaba en la Dirección de Química Agrícola y Edafología, Hetty conoció a Joaquín Frenguelli, un médico y naturalista italiano que se había radicado en Santa Fe en 1911. Fue él quien le presentó aquello que se convertiría en su objeto de estudio y por lo que ganaría renombre a nivel internacional.
Frenguelli le habló entusiasmado acerca de las “partículas de sílice organizada” que él había reportado años atrás en sedimentos pampeanos. Se había encendido la chispa de la curiosidad en Hetty. Chispa que seguiría creciendo hasta convertirse en un fuego potente que contagiaría a muchas más personas.
En 1968, Hetty comenzó a trabajar en el Instituto de Limnología de Santo Tomé (dependiente del Conicet) y los silicofitolitos, que ya se habían ganado un lugar en su corazón, también lo hicieron en su mesada de trabajo y se convirtieron en su tema principal de estudio. Tema al que también le puso el cuerpo: Tomás, su nieto, recuerda que le contaban como una rareza que “para sus investigaciones, allá por los años 70 o incluso antes, ella se calzaba esos pantalones de hule de pescadores de río y se metía en cualquier lado a sacar muestras del suelo; seguramente era raro ver a una mujer de su edad ‘meterse’ tanto en todo sentido”.
Hetty hizo enormes contribuciones a la temática entre 1969 y 1983 en conjunto con investigadores nacionales y también con especialistas en el tema a nivel internacional, desde Brasil hasta Japón. Esteban Passeggi, quien fuera su becario, y Alejandro Zucol, de quien Hetty fue referente y continúa su investigación en la temática, cuentan que ella solía relatar que al llegar a las reuniones científicas la gente la recibía al grito de: “¡Ahí viene la loca de los silicofitolitos!” y que después agregaba, imaginamos con cierto orgullo, “pero todos aprendieron lo que era un silicofitolito”.
Por una ciencia federal
Hetty Bertoldi de Pomar, además de su carrera increíblemente prolífica y de ser pionera en sus investigaciones, mantuvo una consigna de lucha constante a lo largo de su vida: la importancia de la federalización de la ciencia. Reivindicaba la importancia de organismos técnicos provinciales y trabajaba con el objetivo de que los y las estudiantes que egresaban se quedaran en la provincia, y no tuvieran que migrar a Buenos Aires en busca de dinero y espacio para poder desarrollarse profesionalmente.
No llama la atención, entonces, que Hetty haya sido, en 1960, una de las fundadoras de la Asociación de Ciencias Naturales del Litoral, institución de la que fue presidenta en 1974 y por más de dos décadas, hasta 1997. Luego sería nombrada presidenta honoraria.
Perpetuar el legado
Passeggi y Zucol relatan también que “un rasgo que siempre distinguió a Hetty fue su pasión y su generosidad desinteresada por transmitir sus conocimientos”. Esta pasión fue la que la llevó a ejercer la docencia: se desempeñó como profesora durante más de quince años en materias de geología, mineralogía y petrología (el estudio de las rocas) en la Universidad Nacional del Litoral.
En 1962, junto con el Dr. Antonio Pocoví, notó que había pocas personas especialistas en estudios del suelo y esto los impulsó a presentar un proyecto para la creación de la Escuela Superior de Edafología, la disciplina que, justamente, estudia la composición y naturaleza del suelo en su relación con las plantas. “Recién de adulto, al enterarme de que existe algo llamado edafología, pude comprender por qué las plantas del patio de mi abuela tenían esa apariencia impresionante. No era ‘mano verde’ sino ‘neuronas afiladas’”, rememora Tomás y agrega “El patio, además, tenía piedras raras por todos lados. Eran cosas fosilizadas”.
En 1964 se creó, finalmente, la Escuela Técnica de Suelos que, en 1967, pasó a ser la Facultad de Edafología de la Universidad Católica de Santa Fe, única de la especialidad en toda Sudamérica. Hetty fue profesora allí hasta 1971. Trece años más tarde, se retiraría como investigadora independiente del Conicet, aunque ninguna jubilación frenaría el deseo de perpetuar su legado: siguió participando en toda actividad que involucrara a sus silicofitolitos.
Passeggi y Zucol comentan que, ya jubilada, cada vez que podía desplegaba “sus carpetas con dibujos y fotografías hasta en la mesa de su comedor, donde junto con Don Pomar, su esposo, transcurrían largas charlas entre fitolitos y lectura de poemas, propios inclusive”.
Hetty murió en 2020 a los 96 años y, según nos cuenta su nieto, “literalmente hasta su última semana respetó su tradición de tomar vermut con papas fritas por la tarde”.
Brindamos por ella y por sus amados silicofitolitos, que seguirán guardando secretos, por miles de años, incluso cuando este presente se vuelva un pasado lejano.
Agradecemos a Tomás Pomar, el nieto de Hetty, por compartir sus anécdotas y a su familia por la lectura atenta. Muchos retazos de la vida cotidiana de esta científica quedaron afuera por cuestiones de espacio, pero nos ayudaron a conocerla y, esperamos, a poder transmitir en estas líneas quién fue y cómo vivió.
La historia de Hetty Bertoldi de Pomar forma parte de Científicas de Acá, un proyecto colaborativo que busca visibilizar la historia y el trabajo de las mujeres y personas del colectivo trans, travesti y no binario en la ciencia y la tecnología en la Argentina.