Stanislas Dehaene: "No estoy de acuerdo con que las pantallas no son buenas para los chicos"
En su nuevo libro, el brillante neurocientífico francés invita a promover la equidad basando la educación en evidencias científicas; "todos los chicos tienen el mismo cerebro", afirma
"Conócete a ti mismo", aconsejaba el aforismo griego. Para llevar esta máxima a la práctica, Stanislas Dehaene, profesor del Collège de France y ganador del Nobel de las neurociencias, el Brain Prize, tanto disecciona las bases biológicas del talento matemático o los procesos que nos permiten interpretar signos escritos, como se asoma al misterio de la conciencia. En su último libro, ¿Cómo aprendemos? (Siglo XXI), se dedica a analizar las evidencias reunidas sobre cómo realizamos esta tarea , que es la más distintiva de nuestra especie. Y no solo da por tierra con mitos ampliamente difundidos (como el que afirma que no es necesario automatizar conocimientos), sino que ofrece consejos aplicables en la vida escolar y familiar.
"Mi mayor motivación para escribir este libro fue ver los pobres resultados de mi país en las pruebas de aprendizaje -cuenta-. Creo que lo mismo pasa en América latina. No encuentro otra razón más que la desigualdad. De modo que, en el fondo, el propósito de este trabajo es luchar contra la inequidad; todos los chicos tienen el mismo cerebro".
Doctor Dehaene, ¿este texto resume su trabajo como director del Consejo Científico del Ministerio de Educación de Francia?
-En realidad, es justamente al revés. Me convertí en director de este consejo justo cuando iba por la mitad del libro. Jean-Michel Blanquer, el ministro, había creado un equipo similar cuando era director general de educación. Ya tenía esta idea, que comparto absolutamente, de que los descubrimientos científicos pueden ayudar a mejorar la educación. Por ejemplo, la ciencia de la lectura está muy avanzada y podemos utilizarla en primero y segundo grado. Y también en el caso de los adultos para combatir el analfabetismo.
-Escribe acerca de la inteligencia artificial (IA). ¿Qué lecciones se pueden extraer de esta disciplina?
-Tengo una visión más bien modesta de la IA. Creo que nos ayuda a entender un poquito qué es aprender, pero que se están exagerando su impacto y sus capacidades. Mi tesis es que todavía estamos muy lejos de máquinas que imiten al cerebro humano. Hay diferencias importantes. Una de ellas es que en los chicos pequeños el aprendizaje es mucho más rápido. Quiero decir que en un chico la cantidad de datos necesarios para aprender es mucho menor. Y otra diferencia clave es que ellos adquieren conocimiento explícito. De hecho, el cerebro humano es excelente para adquirir fórmulas que podemos compartir con otros y enseñar a otros. Nosotros aprendemos en forma colectiva, como especie, y eso no es algo que pueda hacer la IA en este momento.
-Muchos piensan que las tecnologías modernas están debilitando la alegría de aprender y dañando la memoria de los chicos. ¿Qué opina?
-Oh, no sería tan pesimista. En uno de los capítulos describo qué es la curiosidad. Según parece, tenemos un sistema de recompensa con descargas de dopamina que se activa en especial cuando descubrimos algo nuevo. Somos la especie que siente placer cuando aprende y esto está profundamente sellado en el cerebro humano. También estoy en desacuerdo con que las pantallas no son buenas para los chicos. Es ridículo. Por supuesto, está el peligro de la adicción a la tecnología, algo con lo que deberíamos ser muy cuidadosos, pero no es necesario prohibir el uso de buen software para chicos. Vi ejemplos de éxito en el estudio de idiomas o aprendiendo a leer por medio de aplicaciones específicas.
-¿Los chicos actuales son menos capaces de prestar atención?
-No creo que haya evidencia de eso. Todos estamos sometidos a múltiples fuentes de distracción, pero no es solo por la tecnología. Un aula muy decorada también distrae. No es algo nuevo. Tenemos el mismo cerebro, no podemos hacer dos cosas al mismo tiempo. De hecho, puede ocurrir lo contrario: se mostró que los chicos que aprenden videojuegos de acción son mejores para tomar decisiones rápidas y concentrarse. Si uno lo piensa, mientras juegan ellos están extremadamente atentos. El problema real es que pasen demasiado tiempo en eso y no el suficiente aprendiendo otras cosas. Hay que mantener un equilibrio, pero un poquito de entrenamiento con software es bueno para el cerebro.
-Les dedica su libro a todos los que alguna vez fuimos bebés. ¿Conservamos la capacidad de aprender a lo largo de toda la vida?
-La curiosidad perdura. El cerebro va perdiendo su plasticidad, aunque nunca por completo. Cuando somos chicos tenemos mucha más capacidad de aprender. Los primeros años son espectaculares, especialmente para los dominios sensoriales y la adquisición del lenguaje. Hay buenas razones: alrededor del año o los dos años, el número de sinapsis que cambian es extraordinaria. Luego perdemos algunas: aprender es remover las que no nos sirven. Ese proceso va fijando el cerebro. Literalmente. Cuando somos chicos, las neuronas son muy móviles, las dendritas (sus prolongaciones) se mueven y crecen nuevas espinas. Deberíamos sacar ventaja de este período prolongado en el que tenemos un cerebro tan plástico. En el libro pongo el ejemplo del lenguaje: si uno lo aprende después de la pubertad, es muy probable que mantendrá un acento extranjero. O tendrá dificultades para escuchar los fonemas de un hablante extranjero.
-¿Podemos entrenarnos para prolongar esa capacidad?
-Bueno, ciertamente podemos explotar algunos trucos. Es lo que llamo "los cuatro pilares del aprendizaje". El primero es aprender a prestar atención. El entrenamiento musical es una manera de aprender a concentrarse. Los chicos que aprenden a tocar un instrumento son mejores prestando atención. El segundo factor es reparar en los errores, recibir retroalimentación del maestro, una noción precisa de qué hacemos bien y qué mal. Otro es la capacidad de automatizar lo que uno aprende. Un truco que todos podemos poner en práctica es dedicar períodos cortos a estudiar y alternarlos con el sueño. La mejor manera de aprender es focalizar la atención por un período corto, repetir eso cada día, y dormir entre medio.
-Usted dice que la curiosidad es uno de los pilares del aprendizaje. ¿No le parece que las escuelas actuales no hacen mucho por estimularlo?
-Hay muchas formas en que las escuelas pueden matar la curiosidad. Muchas veces se los mantiene escuchando pasivamente. No es la mejor manera de aprender. Tampoco ayuda que los maestros sepan todo. El buen profesor es el que lidera, pero siempre deja algo abierto y le permite al chico soñar acerca de un problema. Siempre me acuerdo de un maestro que una vez me dijo: "Tengo este problema, Stan, pero no sé cómo resolverlo". Eso me motivó tanto que estuve todas las vacaciones tratando de hacerlo.
-¿Están aplicando estas evidencias en las escuelas francesas?
-Bueno, ¡estamos tratando! Es un sistema muy complejo, pero creo que se puede comenzar con cambios muy simples. Por ejemplo, ayudar a los maestros a entender lo importante que es automatizar y practicar lectura todos los días. En el libro trato de desbaratar los mitos acerca de la educación y reemplazarlos por lo que en verdad sabe la ciencia. Uno de ellos es que el chico va a aprender simplemente exponiéndolo al conocimiento, la llamada "pedagogía del descubrimiento", dejándolo librado a sí mismo, sin guía de la maestra. Eso no está funcionando. El problema es que cuando explico estas cosas muchos me dicen: "Ya lo sabía". Y otros dicen: "No, es falso". Hay una controversia y la ciencia puede ayudar a resolverla mediante la experimentación. Hay que dejar en claro que no sabemos todo. Por eso, en el libro hago una petición para que se hagan más experimentos que nos ayuden a decidir mejor qué funciona y qué no.
Una capacidad única
¿Cómo aprendemos?
Stanislas Dehaene, también autor de El cerebro lector, La conciencia en el cerebro y El cerebro matemático (todos de Siglo XXI), llega la semana próxima a Buenos Aires invitado por el Institut Français d'Argentine, el Centro Franco Argentino y la Cátedra Francia de la Universidad Torcuato Di Tella. Dará dos conferencias sobre uno de los temas que lo apasionan: qué es lo que hace especial al cerebro humano. El domingo, a las 18, conversará con Diego Golombek en el Centro Cultural de la Ciencia (Godoy Cruz 2270, con inscripción previa) y el martes a las 19 dará una charla gratuita en la Alianza Francesa, Av. Córdoba 946, CABA.