El año de la tabla periódica de los elementos
Nos gustan los números redondos, sí. Y por eso es que este año estaremos celebrando 150 años de… ¡la tabla periódica de los elementos! Aquella que nos aterrorizaba allá por la secundaria, sin que llegáramos a percibir que fue uno de los más grandes hallazgos de la humanidad.
El héroe de la historia no es otro que Dimitri Mendeleiev, un químico ruso un tanto obsesionado por hacer una lista al mejor estilo señor de los anillos: una tabla para contenerlos a todos. ¿A todos quiénes? A todos los elementos, aquellos que son la fábrica de la materia, aquí, en la China y quizás en Marte.
A ver, a ver… ¿por qué tabla? Porque es una lista que compendia lo que hay y lo que puede haber. ¿Y por qué periódica? Aquí es donde entra el bueno de Dimitri. Se cuenta que nuestro héroe andaba con cartas que representaban los elementos conocidos y andaba haciendo solitarios, tratando de ordenarlos de alguna manera lógica y coherente. No fue el primero, pero allí donde los otros fallaron Mendeleiev encontró que ciertas propiedades de los elementos se repetían si se ordenaban en un orden creciente de peso atómico el total de protones y neutrones en sus núcleos: así surgió una primera tabla de 8 columnas que agrupaban familias con características similares (aunque hoy la tabla tiene 18 columnas y se ordenan solo por número de protones, la idea sigue siendo la misma). La primera tabla mendeleieviana tenía los 63 elementos conocidos en su época y fue completada el 17 de febrero de 1869.
Lo más interesante de la historia es el momento Eureka de Dimitri. Él mismo cuenta que una tarde de invierno regresó a su casa y se sentó a descansar en un sillón mientras afuera caía la nieve sobre San Petersburgo. Así, en duermevela frente al fuego, las llamas comenzaron a bailar y a presentarle una idea difusa que representaba a los elementos de su tabla (está bien que Mendeleiev no cuenta sobre las botellas de vodka que tenía junto al sillón, pero esa es otra historia…) (y otro paréntesis: la tesis doctoral de Dimitri tenía por título "Tratado sobre la combinación de agua y alcohol", algo muy sugestivo). Y luego… lo soñó: "Vi en un sueño una tabla en la que todos los elementos caían en su lugar. Al despertar, lo escribí en un papel de inmediato". Había nacido La Tabla y, lo que es más importante, una tabla con agujeros, que luego se irían llenando con el descubrimiento de nuevos elementos, naturales o artificiales. Tres de estos elementos predichos (galio, germanio y escandio) fueron descubiertos a lo largo de los siguientes 15 años. Un triunfo completo.
(Está bien: hay quienes descreen de esta historia del sueño de Mendeleiev, pero no me van a negar que es preciosa).
La tremenda fortaleza de la tabla, entonces, radica en haber podido plasmar el universo en una simple hojita de papel. Los elementos se agrupan en familias que tienen ciertas propiedades similares, y si hay alguno faltante, solo basta descubrirlo. ¿Y qué pasó cuando se agotaron los lugares vacíos? Pues se inventaron nuevos, y se siguieron fabricando elementos nuevos en los laboratorios que iban agregándose en la cola de la tabla. Ayer nomás, en 2015, se agregaron cuatro elementos nuevos a la lista: el moscovio, el nihonio, el tenesino y el oganesón (¡lo que se deben divertir los químicos poniendo nombres!), llevando el número actual a 118 elementos.
Feliz cumpleaños, tabla. Una forma de entender y ordenar el mundo. La magia del orden, como le dicen ahora.