Súbitamente, la temperatura baja hasta 10 grados y puede empezar a soplar viento. Durante unos minutos, los pájaros creen que llegó la noche en pleno mediodía y se posan sobre las ramas de los árboles.
Entre aproximadamente las 13 y las 14, dependiendo de dónde se encuentren, quienes este lunes estén en una estrecha franja que va desde San Martín de los Andes hasta Las Grutas, al norte de la Patagonia, vivirán esta experiencia sobrecogedora. "Segundos antes de que se produzca la totalidad, si uno mira hacia Occidente, que es de donde aparece la Luna, advertirá una especie de sombra inmensa acercándose como si fuera un nubarrón que se viene encima y luego lo cubre todo. Entonces, se produce un crepúsculo increíblemente azul metalizado que te rodea", describe el astrofísico Alejandro Gangui, investigador del Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE), anticipando uno de los shows celestes que más regocijo provocan tanto entre los astrónomos como entre el público general: el eclipse solar total que se observará a comienzos de la próxima semana.
Si la meteorología acompaña (y aunque es inusual, ya que el año pasado nuestro territorio también resultó beneficiado con otro que se vio desde San Juan), el próximo lunes volveremos a disfrutar de uno de estos fenómenos que convocan a multitudes. "El de 2019 fue más hacia el poniente, entonces ese tipo de efecto no se podía distinguir, pero tenías la ventaja de que el paisaje te completaba la imagen –cuenta Gangui–. El del lunes, por ser al mediodía, va a estar a una altura de casi 75 grados y habrá que mirar bien bien alto. Es incómodo para el cuello, pero tiene la ventaja de que se podrá observar en plenitud".
Registros milenarios
Los eclipses de este tipo son espectáculos difíciles de soslayar. Los primeros registros datan de hace miles de años. Según explica Gangui, se cree que uno de los más antiguos es el que figura en el documento chino de Shu Ching de 2134 a. C. "En ese país se creía que un dragón devoraba el Sol, y se desataba un fragor de tambores y arqueros que disparaban sus flechas hacia el cielo para aterrorizar a la bestia y restablecer la luz del día", cuenta.
Pero más allá de su belleza y misterio, ya que permiten ver por un instante en vivo y sin instrumentos la singular coreografía de la "danza de las esferas", para los investigadores los eclipses son una esperada oportunidad para hacer mediciones que de otra forma no podrían obtener. "Lo más importante es que ya en la antigüedad el ser humano se dio cuenta de que este tipo de fenómenos podían predecirse –explicó durante un reciente ‘café científico’ organizado por la Academia Nacional de Ciencias Exactas y Naturales, y el Centro Cultural de la Ciencia, Santiago Paolantonio, historiador y divulgador de la astronomía–. El hecho de poder anticipar este tipo de cosas produjo un impacto muy grande". A partir de esos registros, por ejemplo, ya en tiempos lejanos se pudo determinar el movimiento de precesión (cambio lento y gradual en la posición del eje de rotación) de la Tierra.
La Argentina ostenta una larga y destacada historia en materia de observación científica de eclipses. "Al principio, por aficionados (en el sentido de que no cobraban por lo que hacían) –contó Paolantonio–. Algunos fueron poco conocidos como astrónomos, como es el caso de Vicente López y Planes, que lo hizo durante muchísimos años. En 1883, 12 años después de que se creara la primera institución astronómica oficial, el Observatorio Nacional Argentino (1871), se organizó una expedición a Rosario de la Frontera, Salta, para ver un eclipse total de Sol, pero con mala suerte porque estuvo nublado.
"En ese momento, lo que se quería estudiar era la corona solar y tratar de ubicar un planeta hipotético que se había llamado Vulcano y tenía que estar ubicado entre Mercurio y el Sol, ya que el movimiento de Mercurio no podía ser explicado por las teorías de Newton –comentó Paolantonio–. El tercer director del observatorio, Charles Perrine, fue convocado por Einstein para probar su predicción de que la trayectoria de la luz se modificaba por efecto de la gravedad aprovechando un eclipse solar. Esto se conoció hace no mucho cuando encontramos en el archivo del observatorio una carta de otro astrónomo de la época en la que le pedía a Perrine que verificara los postulados del entonces profesor Einstein, que por ese tiempo era muy poco conocido. Así que en 1912, durante un eclipse de sol cuya faja de totalidad pasó por Brasil, el Observatorio de Córdoba y el de La Plata fueron con las cámaras necesarias. Lamentablemente, tres días antes y hasta tres días después cayó una tormenta que impidió tomar mediciones. Fue una suerte para Einstein, porque había hecho un cálculo erróneo de cuál tenía que ser la desviación, de lo que se dio cuenta años después. Hubo otros intentos, pero cuando finalmente se probó, en 1919, la delegación argentina no pudo viajar por falta de presupuesto".
Eclipses artificiales
Aunque desde más o menos 1930 los físicos solares cuentan con un instrumento que genera eclipses artificiales (el "coronógrafo", con un "ocultador" que tapa el disco solar pero deja ver la corona), todavía hay cazadores de los eclipses que ocurren anualmente en algún lugar del planeta. "Hay grupos que observaron veintenas de esos fenómenos –asegura Cristina Mandrini, investigadora superior del Conicet en el IAFE, directora del grupo de física solar, y editora de la revista Solar Physics–. ¿Cuál es la diferencia? El coronógrafo cubre desde el disco hasta una altura de 350.000 km. No se ve la parte de abajo, pegada al Sol. El que menos tapó fue uno que ocultó 70.000 km. La luna es el mejor ocultador natural, que por su tamaño y distancia cubre exactamente el disco solar, de modo que uno tiene la ventaja de ver lo más abajo posible en la corona. En el caso del eclipse total, se puede observar hasta la base de la cromósfera (capa delgada de la atmósfera de nuestra estrella por encima de la fotosfera y por debajo de la corona). Cualquier perturbación se observa desde sus orígenes; por ejemplo, si se expulsa material del sol (una eyección de masa solar, que es algo espectacular). Cuando se tiene la suerte de que ocurra durante un eclipse solar, puede medir la velocidad de ese plasma eyectado desde sus reales orígenes. También se pueden medir otras cosas. Dónde termina el disco y dónde empieza la corona, el radio y el diámetro del Sol… Es importante porque la irradiancia, la energía que recibe la parte superior de nuestra atmósfera está relacionada con ese radio del Sol. Y si al telescopio se le adosa un espectrómetro, se puede medir temperatura, densidad, fluctuaciones".
Para aprovechar esta nueva oportunidad, llegarán grupos desde el extranjero (por lo menos cuatro equipos de investigación estaban gestionando permisos) y habrá actividades de asociaciones profesionales y aficionados.
Y para los que no puedan desplazarse, varios grupos de la Asociación Argentina de Astronomía (AAA) se instalarán en distintos puntos de la franja "de totalidad" y harán una transmisión en streaming en conjunto con el Canal 10 de Rio Negro (puede seguirse por https://bit.ly/diaro10digitalyt o por https://youtube.com/c/CentroCulturaldelaCiencia). "El canal pondrá el equipamiento y nosotros el contenido científico –detalla Leonardo Pellizza, presidente de la AAA–. El eclipse parcial empezará alrededor de las 12 menos cuarto, y terminará aproximadamente a las dos y media de la tarde. En el resto del país también se va a ver, pero en parte. De hecho, se podrá observar casi hasta el norte de Brasil, y en Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador y casi hasta la Antártida, aunque no en su totalidad".
El astrofotógrafo Franco Meconi, el físico y director del Laboratorio de Iones y Átomos Fríos del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, Christian Schmiegelow, y el cineasta Alex Sly, por su parte, intentarán registrar el fenómeno desde la estratósfera con su Proyecto Eclipsor, mediante una variedad de cámaras enviadas en un globo meteorológico. Además, el globo llevará un conjunto de fotodiodos que tomarán mediciones de la intensidad de la luz como parte de un experimento para determinar el origen de las "franjas de sombra", un fenómeno de sombras ondulantes que se produce en los instantes previos y posteriores a la totalidad. Para costear la misión, que carece de financiación oficial, lanzaron una campaña de crowdfunding.
En un vuelo de prueba para verificar todos los sistemas, el globo, cargado con helio, alcanzó los 22 km, el doble de la altura a la que vuelan los aviones comerciales, y registró más de 5000 imágenes. "A esa distancia de la superficie –cuenta Schmiegelow–, la atmósfera es 20 veces más delgada y las temperaturas alcanzan los -50°C. El gas se expande hasta aumentar su volumen 22 veces y el globo finalmente revienta. La carga con los instrumentos y cámaras cae a Tierra con un paracaídas, y los recuperamos gracias a los equipos de rastreo por GPS que llevan a bordo". La misión del Eclipsor 2 es un desarrollo en conjunto de "Terraza al Cosmos" y AMSAT Argentina.
Una actividad de riesgo
Observar un eclipse es una actividad que tiene cierto riesgo debido a la intensidad de la luz solar y a las radiaciones no visibles (ultravioletas e infrarrojas). Puede generar daños en la visión y hay que hacerlo con los cuidados correspondientes.
"El eclipse tiene una fase parcial y una que se llama ‘totalidad’, que es cuando se ven los fenómenos más interesantes. La más peligrosa es la parcial –cuenta Pellizza–. Lo primero que hay que saber es que existe una norma técnica que establece cuánto hay que filtrar la radiación solar para que no produzca daños en la retina. Es la ISO 12.312-2, de 2015. Certifica la calidad de los materiales que permiten observar el sol de manera segura. Sobre todo, hay que verificar que los anteojos que se utilicen cumplan con esa norma. De ningún modo se puede juzgar a simple vista si algo es confiable o no, porque parte de la radiación no es visible".
Según el científico, si no se cuenta con anteojos que ofrezcan esta protección, lo mejor que se puede hacer es observar la fase de parcialidad proyectando la imagen del Sol con un tubo de cartón bien oscuro por dentro del cual pasa la luz y forma la imagen en el otro extremo. Nunca utilizar radiografías ni diskettes, ni CDs. Tampoco hay que mirar el reflejo del Sol en el agua.
Mirar a través de la cámara o de un telescopio casero también puede dañar la visión, incluso más que mirar a ojo desnudo. "Es necesario adosarles un filtro adecuado que de afuera se ve como un espejo y deja pasar una parte en 100.000 de la luz del sol –subraya Pellizza–. Y como todo instrumento óptico, tiene que ser utilizado por un operador calificado".
Aún con los filtros de norma ISO, la observación no debe ser continua. Hay que mirar unos segundos y dejar descansar el ojo antes de volver a mirar. Y, como el Sol va a estar muy alto, casi en el cénit, también hay que proteger el resto del cuerpo, hidratarse y llevar ropa suelta. Quienes quieran más información, pueden encontrarla en el sitio de la Asociación Astronómica Argentina.