Coronavirus en la Argentina. "Es un proyecto para resolver un problema que sufre todo el mundo", dice una voluntaria de la vacuna
Desde que en marzo la pandemia de coronavirus llegó a Buenos Aires, Silvia Beiguelman cumple a rajatabla con las recomendaciones: solo sale lo estrictamente necesario, viaja en su auto para no utilizar transporte público, usa tapaboca, se lava las manos con frecuencia y evita reuniones o visitas.
"Estoy asustada con esta enfermedad", confiesa, y agrega que se siente angustiada por la falta de recursos para controlarla. Pero por estos días esas sensaciones se entremezclan con el entusiasmo y la ansiedad. Espera que llegue el 20 de este mes, fecha en que fue convocada para su primera entrevista como voluntaria del ensayo de una de las vacunas contra el coronavirus, que comenzó el viernes último en el país, la de los laboratorios Pfizer/BioNTech.
El estudio, para el que ya se anotaron 25.000 voluntarios entre los que se seleccionarán 4500, es dirigido por Fernando Polack, de la Fundación Infant, y se desarrollará durante los próximos meses en el Hospital Militar Central.
Beiguelman –una experimentada productora de televisión, que se inició en la radio, en Bariloche, mientras estudiaba periodismo, pero luego desarrolló una carrera destacada hasta convertirse en prosecretaria de redacción del noticiero de Canal 13, y más tarde pasó por América, Canal 7 y canales de cable– se enteró del ensayo por las noticias que se dieron a conocer a comienzos de julio. "En cuanto se publicó la dirección de correo electrónico en la que uno podía anotarse, inmediatamente mandé el mail y se lo comenté a algunos amigos por si querían hacer lo mismo. Por supuesto, mi marido se sumó", recuerda.
Precavida, buscó información sobre los posibles peligros que entrañaría la prueba. Primero, se comunicó con una médica de confianza, especialista en terapia intensiva. "Me dio una respuesta muy tranquilizadora –cuenta–. Dijo que son gente muy seria, y que lo máximo que puede pasar es que la vacuna no sea eficaz, que el riesgo es muy, muy bajo". Y también aprovechó las posibilidades que dan las redes sociales. A través de Twitter, se puso en contacto con el biólogo molecular argentino residente en los Estados Unidos Ernesto Resnik."Él me contestó que todas las vacunas tienen un riesgo, pero es muy pequeño", agrega.
Muy pronto, un "reclutador" se puso en contacto con ella (y una semana más tarde, con su marido) y le dio detalles sobre cómo sería el procedimiento. El día acordado, a las 9.30, un auto la pasará a buscar por su casa para llevarla hasta el hospital. Allí tendrá una entrevista con un médico, que descartará enfermedades que puedan desaconsejar su participación. También firmará un consentimiento informado, le harán un hisopado (para descartar Covid) y un análisis de sangre. "Me informaron que todo el proceso durará unas cuatro horas –detalla Beiguelman– y que puedo retractarme en cualquier momento".
Sesenta días más tarde será convocada nuevamente, le realizarán otro test de PCR, le tomarán otra muestra de sangre y le aplicarán una segunda dosis, ya sea de la vacuna o de una sustancia inocua.
Como es usual en los ensayos aleatorizados "a doble ciego", los voluntarios serán divididos en dos grupos mezclados al azar: la mitad recibirá la inmunización y la otra mitad, un placebo. Para evitar sesgos, ni el médico ni los pacientes sabrán qué le toca a cada uno. De modo que Silvia y su marido tienen un 50% de posibilidades de resultar vacunados.
Pero eso no la desalienta. "Me presenté como voluntaria por dos cosas –afirma–. Por un lado, no lo voy a negar, porque si efectivamente me vacunan espero librarme un poco del agobio de la enfermedad.Y también porque me parece maravilloso participar de un proyecto para resolver un problema que se sufre en todo el mundo. Una siente que contribuye con algo muy necesario y muy importante. Que está haciendo el bien, que no es poca cosa. Creo que tendríamos que actuar así en general, ser capaces de colaborar de esta manera en tantas otras dificultades terribles que enfrentamos, pero en este caso en particular me hace sentir muy bien".
Todas las vacunas tienen como objetivo exponer el cuerpo a un antígeno que en sí mismo no cause la enfermedad, pero que provoque una respuesta inmunitaria eficaz para bloquear o eliminar el virus si una persona se infecta. La que se ensaya en el Hospital Militar Central, en la Fase III de investigación, es una de las que utilizan secuencias de ARN con las instrucciones para que el organismo exprese una proteína de coronavirus que desate esa reacción. Se trata de una tecnología novedosa, que permitiría producir grandes cantidades de dosis velozmente. Si las pruebas resultan exitosas y la vacuna es aprobada, las compañías multinacionales que la desarrollan afirmaron que podrán proveer hasta 100 millones de dosis antes de fin de año y 1200 millones, durante 2021.
En la actualidad hay otras cuatro vacunas también en ensayos de Fase III. En total, en todo el mundo estos estudios involucran a alrededor de 100 centros de investigación.