Científicos estudian por qué los cocodrilos nunca se pierden
Estos temibles reptiles poseen un hiperdesarrollado sentido de la orientación
Un aspecto de la vida de los cocodrilos que aún hoy intriga a los científicos es el fabuloso sentido de la orientación de estos temibles reptiles. Todo aquel que quiera deshacerse de algún molesto ejemplar, y decida trasladarlo a unos cuantos kilómetros de distancia del lugar donde habita, tarde o temprano habrá de llevarse una sorpresa.
A los 10, 20, 30 o 40 días –dependiendo de qué tan lejos haya sido reubicado el animal–, verá regresar al cocodrilo exiliado tiempo atrás, dispuesto a ocupar aquella porción de río que considera su hogar.
¿Cómo hacen estos reptiles para encontrar el camino de regreso a casa? Esa es la pregunta que el experto norteamericano en cocodrilos Brady Barr trata de responder desde hace años. Anteayer, Barr partió para Costa Rica, más precisamente al río Tarcoles, un curso de agua que congrega una gran población de cocodrilos americanos (Cocodrilus acutus) de hasta seis metros de largo.
Allí, planea emplear dispositivos de última tecnología para rastrear a estos reptiles en su camino de vuelta, instancia inicial para develar cómo hacen para orientarse en esa travesía. El estudio será filmado y transmitido en la serie “Crónicas de cocodrilos”, de National Geographic Channel.
Horas antes de partir, Barr dialogó telefónicamente con LA NACION sobre su proyecto de estudio.
Difíciles de seguir
“En las riberas del río Tarcoles es común que los pobladores tengan problemas con los cocodrilos que allí viven –comenzó diciendo Barr–. A veces, algún ejemplar se come una vaca o un perro, o en algunos casos también atacan a las personas que tienen la mala costumbre de darles de comer. Es muy peligroso que los cocodrilos asocien a las personas con la comida, pues si ven que alguien se cae al agua suelen pensar que les están tirando alimento.
Pero a diferencia del resto del mundo, cuando en Costa Rica un cocodrilo se convierte en un problema no lo matan: simplemente lo trasladan a otro sitio, pues hay una tradición de amistad con el medio ambiente. No obstante, los cocodrilos tienen instinto de hogar y cuando se los relocaliza al tiempo vuelven.
–¿Cómo planean estudiar el sentido de orientación de estos reptiles?
–Una vez que uno de estos cocodrilos sea reubicado lejos de su hogar –en principio, a casi 100 kilómetros–, le colocaremos un nuevo dispositivo transmisor que combina tres tecnologías: radiotransmisión, telefonía celular y sistema de posicionamiento global (GPS). De este modo, el cocodrilo estará permanentemente “llamándonos” a nuestro laboratorio para darnos sus coordenadas geográficas.
Hasta ahora, para seguir a un cocodrilo había que hacerlo a pie y en barco. Los sistemas de radiotransmisión anteriores daban señales y uno debía salir a buscar al cocodrilo para confirmar su ubicación. El problema es que éstos son animales muy difíciles de seguir: permanecen durante horas bajo el agua, se meten en los manglares, salen a los océanos...
–¿Cuántos animales estudiarán?
–En principio sólo uno, porque esta nueva tecnología todavía debe ser probada. Hasta ahora sólo se usó en leones y leopardos. Tuvimos que adaptar los dispositivos al agua y hacerlos extremadamente resistentes, porque las peleas de los cocodrilos son las más violentas de todo el reino animal.
–¿Qué es lo que se sabe sobre la forma en que se orientan los cocodrilos?
–Hay muy poca investigación al respecto. Una de las hipótesis es que estos reptiles se valen de las estrellas para obtener su ubicación y así saber en que dirección deben ir para volver al sitio que consideran su hogar.
De todos modos, además de tratar de responder esa pregunta, nuestro estudio también tiene un objetivo aplicado, que es determinar si existe una distancia límite más allá de la cual un cocodrilo no puede encontrar su camino a casa.