Científicos argentinos obtienen apoyo para salvar al gato andino
Todavía se lo considera un enigma
OXFORD.- Pocos han escuchado hablar de él. Los expertos que lo han visto se cuentan con los dedos de una mano, pero un grupo de científicos argentinos ha logrado despertar interés internacional por la suerte del enigmático gato andino. Tanto es así que lo han convertido en especie "bandera" para la protección de la diversidad natural de la Puna sudamericana.
Todo comenzó durante un asado en la localidad bonaerense de Coronel Dorrego, en el cual el tortuoso destino de la especie Oreailurus jacobita surgió espontáneamente en la charla de dos parejas de biólogos, Claudio Sillero y su esposa Jorgelina Marino, y Mauro Lucherini y María José Merino.
Claudio y Jorgelina pertenecen a la prestigiosa unidad de conservación salvaje Wild CRU, de la Universidad de Oxford. A Claudio, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, muchos lo conocen como el "muchacho de los lobos de Etiopía" por haber ganado hace cinco años el equivalente al Premio Nobel de su especialidad, el premio Whitley de Conservación Animal de la Real Sociedad Geográfica, por el rescate de esos carnívoros con problemas similares al del gato andino. También coordina iniciativas para preservar otras especies en India, Mongolia, Mozambique y Zimbabwe.
Mauro es graduado de la Universidad de Siena e investigador del Conicet; trabaja con María José en el Departamento de Biología de la Universidad Nacional del Sur (UNS).
De esa casual conversación surgió la determinación de iniciar un proyecto en la frontera entre la Argentina, Bolivia y Chile, y de cementar la colaboración internacional para la preservación de la especie a través de la Alianza Gato Andino, una agrupación de científicos de los tres países. Claudio Sillero coordinará todos los esfuerzos. Otros argentinos, Pablo Perovic, del Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Salta, y Estela Luengos Vidal, de la UNS, integrarán el equipo.
Si este grupo goza ahora del respaldo de la Wildlife Conservation Network, en San Francisco (Estados Unidos), y de la Darwin Initiative, mediante un subsidio de 300.000 dólares del gobierno británico, es porque el desafío que se plantearon va más allá de una mera investigación zoológica.
La escasa información disponible sobre el gato andino sugiere que tiene características únicas, al diferenciarse genéticamente de otros felinos pequeños -como muestra su frondosa cola de barras morochas-, y por residir en hábitats rocosos por encima de los 3500 metros de altura en los Andes de la Argentina, Bolivia, Chile y Perú.
Es muy poco lo que se sabe sobre la historia natural de este animalito. Ni siquiera se ha podido determinar el tamaño de su población, aunque se considera que su distribución está naturalmente fragmentada y se presume que es de baja densidad.
Mauro Lucherini tuvo que recorrer más de 90.000 kilómetros cuadrados de Puna argentina durante seis años para poder captar una de las pocas fotografías obtenidas de esta especie, que LA NACION es el primer medio en publicar.
La información que existe sobre su pasado también es limitada. Se presume que la desaparición de su principal alimento, la chinchilla, y su forzoso reemplazo por la vizcacha, sumado al acecho de los seres humanos y a la competencia con el gato de las Pampas (Oncifelis colocolo), virtualmente ha acorralado a este felino en las cimas más altas.
Sólo los aborígenes de la región lo conocen bien porque para ellos la especie es sagrada para su religión animista. "Y éste es uno de los principales problemas que debemos enfrentar porque utilizan sus pieles en la fabricación de lo que llaman «mesas», que cuelgan en las paredes de sus casas y usan en ceremonias relacionadas con el marcado del ganado camélido o el inicio de la época de siembra o de cosecha -explicó Claudio Sillero a LA NACION-. Es por eso que estamos tratando de convencerlos con campañas educativas, espectáculos de títeres y otros medios, de la importancia del animal vivo y de que, al menos, se limiten a no más de una piel por familia."
Un obstáculo serio en esta misión son las actividades de algunos grupos evangélicos, que en su fervorosa tarea de conversión al cristianismo obligan a los aborígenes a quemar públicamente las pieles de los gatos andinos. "Cada piel quemada crea una oportunidad de negocio para los cazadores porque impide su reciclaje para otros aborígenes fieles a su tradición", indicó el biólogo argentino residente en Oxford.
Condiciones adversas
Altura y aridez crean condiciones muy difíciles de trabajo en la Puna, una región poco explorada, ocupada por enormes salares y con la mayor concentración de cumbres que superan los 6000 metros de altitud.
"La zona es supuestamente ideal para el gato andino, pero su conservación sólo será posible si logramos que participen todos los expertos interesados y las poblaciones locales. Aquí no hay espacio para la defensa de «quioscos» académicos o nacionalistas por parte de ningún experto", destacó Sillero.
El proyecto trinacional, con asistencia británica y norteamericana, comenzará en noviembre próximo y durará tres años. De tener éxito, la experiencia podría extenderse a toda la Puna y servir para preservar otras especies en riesgo de extinción, como la vicuña, las dos especies de flamenco parina chica y grande.