Cada vez hay más consultas por conflictos de pareja
Afirman los psicoterapeutas argentinos
Las parejas están en crisis. Según estadísticas de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar (SATF), sus desencuentros representan el 35% de las consultas que reciben hoy en día, lo que convierte a las penas de amor en uno de los principales blancos actuales del tratamiento psicológico.
Más libres para expresar sus sentimientos, ellas organizan su lista de reclamos y frustraciones, y piden ayuda terapéutica. Más atados al mandato social que los intima a no llorar, ellos optan por el silencio y ventilan asuntos que consideran privados en el consultorio del psicoterapeuta.
El resultado, sin embargo, parece tener una connotación positiva. La pareja es un proceso y no un estado congelado, y las crisis no son sinónimo de enfermedad, sino un posible motor de cambio. Ponerle palabras a la situación, alcanzar nuevos acuerdos, negociar lugares y prioridades está creando un estilo de pareja más democrático, sensible a las necesidades de cada uno.
Pero mientras tanto, las consultas al psicoterapeuta son cada vez más frecuentes. ¿Por qué consultan las parejas? "Los principales motivos son las dificultades en la comunicación y para llegar a acuerdos para que la vida en pareja sea factible", comenta la licenciada Diana Rizzatto, coordinadora del departamento de asistencia de la SATF. Y marca la dirección del tratamiento: aprender a negociar las diferencias y a ceder sin sentirse humillado.
La licenciada Olga Benzadon, directora del Centro de Estudio de Relaciones Familiares, coincide: "Los conflictos relacionados con el amor aparecen en la relación de pareja por una dificultad de comunicación. Esta es la principal causa de divorcio. Las penas afectivas pueden ser el resultado de malentendidos debidos a la manera de dirigirse hacia la otra persona o por la forma de verbalizar los problemas, ya que las palabras permiten expresar ternura y amor, pero al mismo tiempo son un poderoso instrumento para herir, humillar o burlarse de la otra persona".
Más allá de las diferencias individuales en la forma de expresar amores y desamores, hombres y mujeres comparten un estilo de comunicación propio de su sexo. Según un estudio coordinado por la licenciada Martina Casullo, investigadora del Conicet, y el doctor Roberto Sivak, jefe del Servicio de Enfermedades Psicosomáticas del hospital Alvarez, los varones tienen dificultades para verbalizar sus afectos. Pero Casullo aclara: "No es que el hombre no hable. El tema es que no habla de sus afectos; por eso ofrece tanta resistencia a iniciar una psicoterapia, aunque admita que la necesita".
Llevada al consultorio, la pelea de los sexos tiene también lenguajes diferenciados. "Ellas se quedan más instaladas en el lugar de la demanda y la queja, y los hombres plantean los cambios de una manera más pragmática: proponen acuerdos, negociaciones. Ellas, en cambio, necesitan legitimar lo que sienten, esperan ser reconocidas y validadas, y proponen cambios en el área de la comunicación", comenta Patricia Faur, docente de ginecopsiquiatría de la Universidad Favaloro.
Modelos para (re)armar
En el terreno de la sexualidad, los conflictos de pareja también afectan de manera desigual a mujeres y hombres. "Para ellas, el erotismo comienza desde el momento de levantarse. Si se sintieron descalificadas, desvalorizadas o descuidadas, es muy probable que queden resentidas y disminuya el deseo sexual. Esto no es tan notorio en el hombre", define Faur.
Aunque el perfil de las mujeres con las que trabaja es muy específico -pues coordina un taller para mujeres que aman demasiado- es posible trasladar sus conclusiones a la forma como usualmente se expresa el amor femenino: "En general, son ellas las encargadas del «cuidado» en las parejas y las familias, y la abnegación y la tolerancia hacen que se pierdan de vista los límites de lo que significa un intercambio saludable en una relación".
"A pesar de que los tiempos han cambiado, las mujeres suman tareas y exigencias, pero no abandonan el rol «maternal» dentro de la relación. Están pendientes de las necesidades del otro y se postergan en desmedro de su propio bienestar. Los modelos culturales están tan fuertemente arraigados que, en los casos en que la mujer intenta correrse de esos lugares, aparece una intensa sensación de culpa."
La licenciada Rizzatto coincide: "Hasta hace algunas décadas, los roles masculinos y femeninos eran fijos. A las mujeres se las consideraba más débiles y vulnerables, y con un espíritu de sacrificio que las obligaba a ser para los otros en el hogar. A los varones se los consideraba más fuertes física y emocionalmente, y reservados para la vida pública".
Pero cuando las mujeres comenzaron a pelear otro lugar en el mundo y también en el hogar, ardió Troya. En algunos casos, la crisis que estalla puede conducir a un reencuentro más satisfactorio; en otros, a liberar la energía atrapada en un vínculo "tóxico" para invertirla en relaciones más positivas.
En todos los casos, lo cierto es que la metamorfosis del amor se puso en marcha, con la consigna del respeto y la tolerancia por las diferencias.
Historias de familia
En esta película, actualmente en cartel, Jeff Daniels y Laura Linney (en la foto) interpretan a una pareja de escritores en proceso de separación, cuyos avatares son relatados desde la mirada de sus dos hijos adolescentes, que toman partido, cada uno de ellos, por uno de sus padres.