Hong Kong Style había cerrado la persiana en mayo de 2020; ahora reabrió de la mano del hijo del matrimonio fundador
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Cuando en mayo del 2020 Hong Kong Style cerró sus persianas —y colgó su wok— muchos lamentaron que la pandemia hubiera arrasado con lo que se consideraba el mejor restaurante del Barrio Chino. Con sus sillas de madera alta y atención esmerada, era el favorito de los principales cocineros y pasteleros de la ciudad, que lo visitaban con frecuencia.
A casi dos años de aquel cierre hay buenas noticias: HKS está de regreso. Solo que en una nueva ubicación a cuatro cuadras del tradicional local de la calle Montañeses y bajo el mando de Walter Lui, hijo de Cheuk Hung Lui y Lih Lihn Hwang, el matrimonio fundador.
Ellos habían abierto su enorme local del Barrio Chino en el 2000 y pronto cosecharon fanáticos con sus platos. Apenas algunos de los más famosos que ya están de vuelta: los dumplings (pequeños “ravioles” cocidos al vapor o la plancha) de camarones ($950) o de cerdo combinados con hongos shiitake o cebolla de verdeo ($950 ambos), la tortilla de nabo a la plancha con hongos y echalotes ($700), la ensalada de algas kombu ($550) o la sopa agripicante, que se hace con cerdo, bambú, y tofu, entre otros ingredientes ($1080).
Todos estos platos quedaron en la nueva carta. El menú se divide entre platitos y platos. La sugerencia de la casa es pedir varios pequeños para probar una buena selección.
Un histórico que no sobrevivió: el pato laqueado, apodado como “una maravilla”, que se servía entero y había que pedir con anticipación.
El menú ahora se achicó en cantidad de opciones —el original ofrecía más de 100 platos— y sumó muchos ítems veganos. Por ejemplo, los fideos fríos de batata, que se sirven con cebolla morada, pepino japonés, cilantro, verdeo, ají picante, ajo, sésamo y vinagreta de la casa ($1150). Un plato nuevo para carnívoros: el vacío braseado en mezcla de 13 especias, que se sirve a temperatura ambiente ($1450).
Platos y platitos
“Nuestra carta era muy extensa y la gente se perdía. La achicamos, dejamos los clásicos y sumamos cinco platitos nuevos”, explica Walter. Un ejemplo es que el arroz salteado ahora solo se ofrece en su versión más clásica: con huevo, ideal para acompañar platos con salsa ($1080). La carta de vinos soltó muchos tintos para darle más lugar a los blancos y rosados.
Una carta más corta facilita la velocidad del servicio cuando muchísimos de los platos se hacen completamente en el momento. De hecho, la lentitud del servicio era casi la única queja de los comensales en el local anterior. “El menú está pensado para darle mucha importancia a la preproducción, para ser ágiles y descongestionar el wok”, dice Walter, que comanda una cocina a la vista.
El nuevo local también se redujo mucho en tamaño: hoy manejan 24 asientos en la planta baja, que próximamente sumará un primer piso con terraza y podrá albergar hasta 60.
“Hoy estamos al 50% de capacidad porque prefiero ir de a poco, la gente tiene muchas expectativas y no quiero no dar a basto”, explica Walter, que es ingeniero de profesión y cocinero de corazón. Él fue quien, a poco de que comenzara el aislamiento obligatorio impuesto por la pandemia, hizo los números e instó a la familia a tomar una difícil decisión.
“Al principio abrimos con delivery y lo probamos por un mes. Era un local enorme en el que no teníamos lugar para poner mesas afuera. El alquiler era muy alto. Hice números y entendí que en tres meses más nos fundíamos. Le dije a papá que si seguíamos así posiblemente no íbamos a tener una segunda chance, y preferimos terminar bien con el equipo que teníamos de muchos años”, explica, respecto del cierre.
Hoy su número de cubiertos ideal es 50. “Voy a estar solo y la idea es que papá y mamá puedan estar cuando quieran”, explica. Lui y Lili, como los conocen los amigos, siguen presentes para supervisar la cocina pero sin la demanda que implica estar largas horas en la cocina. Walter trabaja con ellos desde los 16 años, cuando comenzó a ayudar los fines de semana. Los habitués lo conocen desde su época de estudiante: la carrera de ingeniería en petróleo la hizo cursando de día y trabajando de noche en el local.
HKS abrió hace dos semanas y está trabajando a todo ritmo, pese a que no tiene cartel a la calle: sólo se puede ir con reserva, que se obtiene a través de un teléfono que está listado en el Instagram del restaurante (y con el que no dan abasto para contestar desde que se corrió la voz de que reabrieron). Por el momento, el restaurante funciona de martes a sábado por la noche. A futuro, Walter quisiera dejar un primer turno con reservas y que el segundo ya se utilice por orden de llegada.
La decoración cambió mucho: del rojo y negro predominantes y las mesas con centro giratorio —dos clásicos de la gastronomía china— al verde oscuro y neón. ¿Y las sillas altas de madera? En el sector techado habrá algunas mesas redondas para seis o siete personas y las tradicionales sillas, pero versión 2022: pintadas de negro y retapizadas color verde. Un guiño a los viejos clientes.