El drama de vivir en la calle, con lo puesto
Cada vez más personas que no tienen un techo se instalan en veredas y en plazas con televisores, heladeritas y equipos de música
Un televisor encendido en una plaza; un hombre recostado en un destruido sofá en medio de la vereda, y otros dos que limpian las migas de un tablón sobre dos caballetes tras una larga sobremesa. La dura realidad callejera todavía sorprende en la Capital: cada vez más gente se instala en el espacio público con las "comodidades" de una vivienda. Ellos no tienen techo ni quieren dejar sus precarias moradas, pero se las ingenian para aggiornar su hábitat hasta con artefactos que requieren de la electricidad.
En la plaza Lavalle, frente al mítico Teatro Colón, viven varias personas sin casas ni familias. Cinco días atrás, cuando se estrenó allí la temporada 2012 con una función de gala, mujeres refinadas y hombres de impecables trajes se cruzaban con Gustavo Campos, un señor de 45 años, que quedó en la calle por "cosas de la vida", como él mismo define.
Gustavo es un santiagueño que vive bajo un arbusto frente al Colón, donde unas viejas lonas cumplen la función de un techo de chapa. En esa morada que armó Mario, su compañero de vida, hay un televisor que los convoca para cenar en la mesa bajo una tenue luz de la farola de calle.
"Comida nunca nos falta y tenemos reserva en una heladerita. Yo cuido coches, y acá hasta jueces y abogados me confían el auto", dice Mario, que habla sin mirar a los ojos, y muestra un puñado de llaves de automóviles, algunas electrónicas, que avalarían su teoría. Gustavo enciende un cigarrillo. Se hamaca en una silla, y refunfuña: "Ahora yo estoy juntando unos pesitos para pagar en cuotas un bongó, porque quiero hacer música en la calle. No todo es malo para los que estamos sin techo", dice Gustavo, que tuvo que dejar su casa en Recoleta, aunque se reserva los detalles de esa historia.
La noche cae en la plaza Lavalle y otro televisor se enciende a metros de este popular arbusto, también invadido por ratas: es el de Miguel, que vive con lo puesto, limpia vidrios en las esquinas, tiene apenas un colchón y atesora una vieja TV, que es su única compañía.
En Palermo también es territorio de contrastes y de potenciales músicos... Allí, Alejandro, un hombre de 39 años, hace 12 que vive sobre la vereda de Scalabrini Ortiz al 2900, casi esquina Santa Fe. "Pechito", como lo apodan en el barrio a este popular homeless a quien los caminantes lo retratan con sus teléfonos celulares, tiene TV por cable y hace unos días sumó tecnología a su imaginaria vivienda: conectó un equipo de música con el que hace "karaoke". "Invertí 360 pesos y me instalé este equipo para cantar y entretener a la gente. Imito a Chayanne y ahora me gano la vida con esto", dice "Pechito", que en el colchón donde duerme siempre descansan sus perros a los que bautizó "Alberto Cortés" y "Nino Bravo".
En Scalabrini Ortiz y Santa Fe, la gente se detiene a ver a este hombre que asegura bañarse en la fuente de los Españoles, y que hace mímica con las populares canciones del puertorriqueño. "Un día bueno puedo sacar unos 200 pesos... Ahora también me conseguí una peluca, porque quiero imitar a María Marta Serra Lima", relata "Pechito", escoltado por un cuadro que está apoyado sobre la pared de una entidad bancaria, el bastión de su casa pública. A "Pechito", muchos comerciantes del barrio lo ayudan y lo protegen. "Para el cumpleaños, los chicos del banco le regalaron un par de zapatillas caras. Y yo lo fui a ver un día que lo internaron. Los comerciantes lo queremos porque es muy bueno, pero hay vecinos que lo rechazan", comenta Mirta, empleada del local comercial Lola.
"Me vine a vivir acá cuando la droga me dejó en la calle. Pero desde 1998 no consumo más. La gente del barrio me ayuda. Yo no molesto a nadie", dice Alejandro. Nacido en San Miguel, pero porteño por adopción, según se autoproclama. El gobierno de la ciudad le ofreció varias veces ir a los paradores, pero él no quiere dejar a sus perros. "De acá no me voy a ir nunca porque es mi casa. Además, después de que me hicieran un par de notas, me vino a visitar gente de Chubut y de Trelew", cuenta.
En las recovas de los edificios frente a la iluminada Casa Rosada o en la mismísima Plaza de Mayo, frente a la Catedral, abundan los contrastes: mucha gente sin vivienda se afinca en estos puntos tradicionales. Todos ellos despiertan la curiosidad de los turistas, que se detienen a retratar esta triste realidad cotidiana.
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