Maldiciones, fantasmas, muertes y venganzas: los secretos mejor guardados de la costa bonaerense
Balnearios emblemáticos, como Mar del Plata, Necochea y Mar del Tuyú, fueron testigos de brujerías, presencias extrañas y espíritus vagantes; hoy son visitados por miles de turistas que desconocen los misterios que encierran sus playas
"Yendo al interior de la provincia hacia el este, nos acercamos al Mar Argentino, a la costa bonaerense. La fisonomía cambia silenciosamente. El paisaje se vuelve más llano aún, la tierra se convierte en arena y los pastizales comienzan a mezclarse con los médanos y el mar. El mar de fondo. Tranquilo y celeste. Albergando a miles de turistas en verano. Sol y playa, niños jugando... El mar de fondo. Gris y tormentoso, golpeando sobre las rocas. Erosionándolas. El mar como testigo de una furia incontrolable, de una locura inexplicable que es capaz de matar..."
Bajo un halo oscuro, plagado de misterio, muerte, y hermetismo, Diego Zigiotto, el guía de turismo urbano que desde 2001 seduce a los porteños con secretos y curiosidades de la ciudad, en libros, intervenciones en radios y visitas guiadas, buscó ampliar su campo de acción y hurgar por más historias en el interior de la provincia: "Así llegamos a General Villegas, Azul, La Plata, Olavarría, San Nicolás, Mar del Plata. Ciudades, pueblos, playas desiertas, que se convirtieron en los escenarios de las más sangrientas muertes y espacios que parecen albergar fantasmas, mitos y leyendas", advierte desde las primeras páginas de Buenos Aires Misteriosa 2, su nueva creación, alejada del Obelisco, el Cabildo y el Teatro Colón, entre otros puntos de la gran urbe que colorean sus anécdotas.
Las playas desiertas se convirtieron en los escenarios de las más sangrientas muertes
Tal vez fueron los recortes de diarios y revistas de época, acumulados en estantes, cajas y cajones durante años, los que lo animaron a explorar nuevos territorios. Aunque a esta altura posiblemente más de uno ya lo haya tildado de traidor o infiel a su afán porteño, promete volver pronto de donde partió, porque entiende el presente como una pausa, según afirma a LA NACION en una entrevista. Mientras tanto, sonríe y disfruta del éxito que tiene su nueva apuesta entre los aficionados a este tipo de relatos.
Así, los misterios que encierra la costa bonaerense sobresalen de las 199 páginas que recorre el libro y se intercalan con otras que hablan de lazos de sangre; criminales rurales; maldiciones, momias y envenenamientos; armas blancas; y mujeres apasionadas y asesinas.
"Muchas veces parece increíble pensar de otra manera los lugares que uno conoce. O sea, las playas, en vez de estar pobladas de bañistas, eran frecuentadas por gauchos y baqueanos...el turismo no existía y esos campos eran fértiles y de poco valor. Eso es lo que me sorprende de nuestra historia. No pasaron tantos años y, sin embargo, son muchos los cambios que se produjeron", reflexiona. Y completa: "Justamente mi métier se transformó en mostrarles a los porteños, y ahora también a los bonaerenses, la ciudad y la provincia de otra manera".
SEIS HISTORIAS, UN MISMO ESCENARIO
Gritos y llantos en el Unzué
El asilo para pobres, huérfanas y desamparadas de 1912, a cargo del cuidado de monjas y curas, parece no haber quedado tan atrás en la máquina del tiempo marplatense. Aunque el lugar fue reconvertido ahora en un centro cultural, hay quienes aseguran sentir presencias y ruidos extraños en un antiguo sector, todavía en reparación. La conexión resulta inevitable...En 1927, una de las religiosas fue a rezar al oratorio y se cruzó con un capellán. Se dice que el hombre la violó y que luego la escondió en un túnel no muy transitado. Al parecer, la monja quedó embarazada y dio a luz a un bebé, que aún hoy llora todas las noches. Serenos cuentan que el ambiente del Unzué cambia a la madrugada y que la ronda de las 3 es la peor, que se escuchan risas de muchachas, cajitas musicales, puertas que se abren y se cierran, camas que se arrastran...
Todas las noches, en un sector abandonado del Unzué, se escuchan risas, voces, gritos y llantos
El misterio del barco Caribea
El 28 de diciembre de 1978 el Caribea, un enorme barco pesquero, ingresó al puerto de Quequén, sin previo aviso. Timoneado por cinco hombres, se desconocía su procedencia y el destino final. Desde Brasil se informó que había atracado en Recife, en noviembre, que su tripulación había descendido y que no habían vuelto a embarcarse, por lo que la nueva dotación nada tenía que ver con la original. Un buen día los navegantes abandonaron el barco y lo dejaron anclado. En mayo de 1980, el misterio cobró fuerza cuando -bajo un fuerte viento- el Caribea rompió amarras y fue arrastrado por la crecida del río. Sin volver al puerto, encalló en las solitarias playas de la bahía de los Vientos, a cuatro kilómetros del puerto. La historia se volvió una verdadera leyenda urbana, que pocos se atrevían a cuestionar, mucho más después de que dos vecinos señalaran que, la noche en que el Caribea huyó, vieron cómo dos sombras rondaban la nave: una, en tierra, y la otra, a bordo, cerca del puente de mando.
Los fantasmas del Torreón del Monje
Fue construido a principios del siglo XX, en honor al fraile Ernesto Tornero (quien en el siglo XVI dirigió el primer asentamiento religioso en esas tierras), para dotar al balneario de un ícono que sobresaliera entre los chalets de veraneo para las familias porteñas. Y lo logró, pese al estigma y los rumores sobre espectros y fantasmas que visitan desde su inicio el edificio. Según el mito más arraigado, en lo alto de la torre, el cacique Rucumará tenía prisionera a Marina, una indígena que lo rechazaba porque se había enamorado de Rodríguez, su conquistador español. Este último ordenó a Rucumará soltar a la mujer a cambio de perdonarle la vida. Pero lejos de convencerlo, el cacique tomó a Marina y juntos saltaron a los acantilados. Quienes sostienen esta leyenda afirman que los fantasmas que pululan por el Torreón son, en realidad, los amantes desencontrados.
La trágica muerte del violinista francés
Venganzas, accidentes y asesinatos tuvieron al mar como testigo privilegiado de una furia incontrolable
Encontrar la muerte sólo por estar en el lugar incorrecto, a la hora incorrecta. Así podría resumirse el crimen de Próspero Alejo Ribes, un ingeniero que, ante la falta de grandes obras de infraestructura, enseñaba inglés y francés, y tocaba el violín en tertulias porteñas. En 1827, mientras se libraba la Guerra contra Brasil, las naves del Imperio bloquearon el puerto de Buenos Aires. Un buque extranjero, cargado de comestibles y bebidas que no podía atracar allí, puso proa hacia el Ajó y, en medio de una fuerte tormenta, naufragó en el Tuyú, una región de tierras improductivas y casi desérticas. Fue entonces cuando la empresa importadora, dueña del cargamento, pidió a Ribes ir a recoger todo lo que el mar había arrojado a la playa. Pero al llegar a la zona, casi no quedaba nada: sólo gauchos que vagaban entre estancias y que no dudaron en quitarle la vida. Actualmente, la zona está atiborrada de turistas.
El descuartizado del Bosque Peralta Ramos
Enero de 2012. Dos amigos, una adicción, una discusión y un final inesperado, son los condimentos de un crimen brutal que tiñó de sangre (y de huesos) al Bosque Peralta Ramos. En circunstancias poco claras, Juan Ignacio Novoa, de 28 años, atacó por la espalda y mató de tres tiros a Walter José Farías, de 27, quien además era su proveedor de cocaína. Con la sangre esparcida en la escena del crimen, pintó las paredes. En base a un manual de criminalística, seccionó el cuerpo y llamó a un fletero, que resultó ser un policía de buen olfato, para deshacerse del cuerpo. Horas después, las dudas de éste último se confirmaron, apenas un linyera abrió las bolsas en un terreno baldío del bosque y encontró una mano. Tras el espanto inicial, dio aviso y Novoa quedó detenido. Bajo amenazas de conocidos de Farías, se suicidó en prisión.
El "hombre de barba", ¿un secuestrador?
El 24 de febrero de 1937 se convirtió para la familia Pereyra Iraola en el peor día de su existencia. El plan de pasar unos días cerca del mar en Camet mutó con las horas de la sorpresa (casualmente así se llamaba la estancia) a la desgracia, como si el lugar estuviera maldito. Mientras descargaban el equipaje, un "hombre de barba" se llevó al hijo más chico, de dos años. Conjeturas, había muchas, pero pruebas, ninguna. Tres días después, un vecino divisó el cadáver de Eugenio, desnudo y descalzo, bajo una mata de cardos. Según la autopsia, había sido estrangulado. La investigación recayó en José Gancedo, un linyera español, que hacía "changas" en La Sorpresa. "No quise hacerle ningún mal. Jugando, se asustó y gritó. Tuve miedo y le tapé la boca. Cuando quise acordarme...pobrecito, no respiraba", confesó ante el juez cuando salió de un silencio imperturbable. 48 horas después, en la cárcel de Dolores, se ahorcaría.
BUENOS AIRES, INAGOTABLE
Para los enamorados de Buenos Aires, la saga sobre misterios culmina. No por que se hayan agotado las curiosidades, sino porque -adelanta Zigiotto- es hora de darle lugar a otros formatos dentro del disparador inicial. Lo que sí es un hecho es que habrá ciudad, historias y patrimonio para rato, aventura el periodista.
- ¿Hay deseos o propuestas de encarar un proyecto similar en alguna otra provincia argentina? ¿Te tentaron para hacer algo en el exterior?
- Tengo ganas de hacer algo con otras ciudades argentinas y también del mundo (Me leíste la mente), pero no dentro de esta fórmula (crímenes y leyendas urbanas), sino retomar las curiosidades o historias simpáticas, o poco conocidas, de esos lugares, como parte de mi especialidad.