Venezolanos en el Obelisco: el grupo de extranjeros que más creció en la ciudad
Siete personas provenientes de Venezuela iniciaron por día el trámite de radicación durante el primer semestre de 2015
Cromointerferencia de color aditivo es una de una de las obras cinéticas más conocidas de Carlos Cruz Diez y es un sello distintivo del aeropuerto internacional Simón Bolívar, en Maiquetía (Caracas). Sacarse una foto de los pies sobre el policromático piso se convirtió en una moda y en uno de los símbolos del exilio de los más de 1.500.000 venezolanos que se han marchado a probar suerte en otras tierras. La Argentina es uno de los destinos latinoamericanos más escogidos.
Las cifras lo confirman: durante el primer semestre del año pasado, en comparación con el mismo período de 2014, aumentó 202,84% el número de venezolanos que lograron radicarse en la Argentina; pasaron de 1057 a 3201, según el informe especial de radicaciones elaborado por la Dirección Nacional de Migraciones. Conformaron el grupo de extranjeros que más creció en el país, seguidos por los colombianos y los ecuatorianos.
Paralelamente, siete venezolanos por día iniciaron el trámite para residir en Buenos Aires durante los primeros seis meses de 2015. Muchos de los 17.897 venezolanos llegados desde 2004 se aglomeran en la Capital; la mayoría de ellos vive en Palermo. LA NACION reconstruyó varias historias de este colectivo que se expande entre los porteños.
Uno de los nuevos palermitanos es el diseñador Carlos Molina, de 26 años, oriundo del estado Falcón, al noreste de Venezuela. Eligió el barrio por la multiculturalidad y lo vanguardista que es en lo referente a la moda. "Me vine en 2013, porque apuntaba a un lugar en el que pudiera desarrollarme y a la vez asimilar cosas nuevas. El primer lugar al que asistí fue el Centro Metropolitano de Diseño; ahí aprendí a trabajar con textiles experimentales recuperados, lo que forma parte de mi trabajo actualmente", comentó el director creativo de la firma Carlos II.
Una de las principales razones por la que los venezolanos emigran a la Argentina está relacionada con la facilidad para obtener la radicación. Gracias a los convenios del Mercado Común del Sur (Mercosur), los venezolanos pueden tramitar la residencia en muy poco tiempo. "En los últimos años, dentro de un proceso de integración regional, las personas migrantes oriundas de los países del Mercosur han encontrado facilidades para regularizar su situación migratoria, y esto los ha beneficiado", destacó Mariana Beheran, coordinadora de investigaciones, publicaciones e información pública de la sede local de la Organización Internacional para las Migraciones.
Uno de los personajes más reconocidos dentro de la colectividad es Javier León, un chef de 35 años que en 2009 empezó con Arepita de Manteca, un emprendimiento de comida venezolana por Facebook. Gracias al éxito que obtuvo, hace dos años abrió el restaurante Guaica Bar en el subsuelo de la Galería Jardín, muy parecida a las que se pueden encontrar en la capital venezolana.
Profesionales y no tanto
León llegó a Buenos Aires en 2007. "La ciudad está entre las mejores capitales del mundo para vivir y no es menos importante que existe un sistema social en el que, si trabajas, puedes vivir dignamente -argumentó el emprendedor, que dijo sentirse sorprendido por la oleada de venezolanos que están llegando a la Capital-. La mayoría son jóvenes profesionales que, por desesperanza o premura, prefieren salir de Venezuela y hacer carrera profesional en el exterior."
La inflación, el control cambiario, los problemas de desabastecimiento de alimentos e insumos básicos son las principales razones que empujan a los ciudadanos a emigrar de Venezuela, junto con el flagelo de la inseguridad. Caracas encabeza la lista de las 50 ciudades más inseguras, violentas y con mayor índice de homicidios, con 119,87 asesinatos por cada 100.000 habitantes, muy por encima de la media, de 53.
Stephanie Granito, de 32 años, es caraqueña y decoradora de interiores. Junto con su familia, tenía varias tiendas en estaciones de servicio hasta que la inseguridad los desbordó y empezaron a cerrar. Salió de la Venezuela de Hugo Chávez en 2008; en Buenos Aires le tocó empezar de cero: "Trabajé como vendedora en locales de ropa y como empleada administrativa, hasta que pude dedicarme al interiorismo. En mi país amordazaron a toda mi familia, hasta tuvimos persecuciones; ése fue mi punto de quiebre e impulso para venirme", sentenció.
Casos como el de Gemma Ibarra, de 28 años, quien llegó a Buenos Aires en marzo de 2014, con sus dos hermanos y su mamá, se repiten continuamente. En Venezuela trabajaba como empleada administrativa, acá desempeña la misma labor pero en una concesionaria de autos. La joven explicó por qué muchos de los que llegan se instalan en Palermo: "Lo que pasa en Palermo es que hay algunos lugares en los que, a cambio de más dinero, te piden menos condiciones para realizar el contrato de alquiler. Esto lleva a que se junten varias personas y vivan en un monoambiente aunque cueste 9000 pesos mensuales", describió.
Puntos de encuentro
La Asociación de Venezolanos en la Argentina (Asoven) es la única entidad con personería jurídica de la colectividad en el país. Fue creada con el objetivo de brindar contención y apoyo al recién llegado durante el proceso de arraigo, y una conexión con sus raíces para los que hace tiempo viven aquí. Su presidente, Vincenzo Pensa, vive en Buenos Aires desde 2003 y tiene una participación activa a la hora de solventar los problemas de trámites de sus compatriotas, desde su oficina de la Dirección Nacional de Migraciones (Antártida Argentina 1355).
"Los venezolanos tienen en Asoven una casa, una contención. Respetamos la individualidad de todos sus miembros, sus opciones y sus identidades. Podemos pensar distinto pero aun así caminar juntos", aseguró.
A más de 7000 kilómetros de distancia, armar una juntada y comer arepas (tortillas de maíz rellenas), escuchar una gaita, un joropo o una llanera (música tradicional), o reunirse el día del natalicio de Simón Bolívar son algunas de las múltiples actividades que Asoven realiza para hacer sentir a todos los venezolanos un pedacito de su patria en Buenos Aires. Otro punto neurálgico de reunión es el restaurante Caracas Bar, en el corazón de Palermo (Guatemala y Borges): resalta allí una pintura del cerro El Ávila, una de las más grandes montañas del norte de Caracas.