Vecinos inolvidables: como en el Central Park, los bancos de plaza tendrán nombres
El mes próximo, la Ciudad instalará placas recordatorias en El Rosedal y en el Parque Avellaneda; de los 700 inscriptos, en un sorteo se eligieron 150; cinco historias que perdurarán
“No existe modo de describir al grandote de bigotes, bonachón, que te recibía siempre con sus manos al cielo. Nadie te olvidará porque fuiste parte del Palermo antiguo, rebelde y a su vez respetuoso de lo tradicional. Te fuiste sin avisar, pero como todo ser de luz tus manos miraban al cielo”. Así recuerda Sandra Bustamante a su esposo, Pedro Marasuschi, “el cocinero loco”, como lo conocía buena parte de quienes pasaron por su restaurante, La Lechuza, de Uriarte 1980.
A pesar de su ausencia, su viuda no deja de sonreír al recordarlo. En pocas semanas más, un banco del Rosedal, en Palermo, llevará una placa con su nombre. Un modo de homenajearlo en público y de sentirlo más cerca en cada tarde de sol que se acerque a disfrutar de ese paseo que tanto les gustaba.
En muchas grandes ciudades del mundo, hace años que los bancos de las plazas tienen placas conmemorativas de personas, de momentos importantes para familias o amigos y hasta de mascotas. En el Central Park, en el corazón de Manhattan, por ejemplo, prácticamente no queda banco sin su “chapa” de homenaje, y leerlas permite conocer más a quienes amaron ese espacio verde inmenso, postal ineludible de Nueva York.
Buenos Aires no será la excepción. El mes próximo comenzarán a colocarse 150 placas –100 en el Parque Avellaneda y 50 en El Rosedal– con los nombres de vecinos porteños de una selección de 700 que participaron del sorteo que realizó Participación Ciudadana, junto con el Ministerio de Ambiente y Espacio Público, para llevar adelante la iniciativa que equiparará a Buenos Aires con otras ciudades del mundo.
“Las historias son muy emotivas y nos llena de orgullo darles la oportunidad a los vecinos de rememorar a sus seres queridos en dos lugares con tanta carga simbólica en la ciudad como lo son El Rosedal y el Parque Avellaneda”, explicó el subsecretario de Comunicación de Participación Ciudadana, Federico Di Benedetto.
La iniciativa de colocar placas en los bancos surgió a partir de un pedido muy especial realizado por una vecina. Giselle Mazzeo buscaba homenajear la historia de amor que tuvo con su pareja, Martín, que en enero pasado murió de un infarto fulminante mientras corría en una plaza del barrio porteño de Agronomía.
Giselle Mazzeo recurrió a las redes sociales para contar su historia y llamar la atención del jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Así, logró abrir esta nueva instancia de homenaje público, como ocurre también en varios parques londinenses, como puede verse en Notting Hill, la película favorita de la pareja.
“Como sucede en las grandes capitales del mundo, queremos que los vecinos de la ciudad tengan una nueva forma de recordar y homenajear a sus seres queridos”, añadió Di Benedetto.
La colocación de las placas en los bancos del Rosedal y del Parque Avellaneda comenzará el mes próximo. La Ciudad proveerá el banco y la placa conmemorativa, mientras que el vecino aportará los insumos necesarios para las tareas de mantenimiento, refacción y limpieza de ese sitial apadrinado.
Ayer, mientras Sandra Bustamante caminaba al sol por El Rosedal, no podía dejar de contarle al cronista la historia de su esposo y por qué se siente satisfecha de hacerle este homenaje.
“No es suficiente que las cenizas de Pedro estén guardadas en un lugar importante, cuando surgió esta posibilidad me gustó la idea”, contó, al admitir el riesgo de tener que cerrar el restaurante La Lechuza, un proyecto familiar en el que participaron todos. Pedro, cocinero de alma, era el chef, Sandra hacía los postres y los hijos eran los mozos.
“En 2001, mientras muchas familias se fundían [por la crisis política y económica que terminó con el gobierno de la Alianza], nosotros repuntamos”, sostuvo Sandra Bustamante. “En el boliche de Pedro, el que tenía plata pagaba, y el que no, pagaba cuando la tenía. Así era él y le iba bien”, manifestó.
Cuando su esposo murió, la iglesia San Francisco, en Borges 1855, a 300 metros de La Lechuza, se llenó. “Nunca vi tanta gente, la calle Borges estaba más o menos cortada [al tránsito]”, rememoró su viuda, y agregó: “Llevamos su mejor foto como cocinero con cara de loco”. Así recuerdan sus amigos, familiares y vecinos a Marasuschi, que nació y vivió toda su vida en Palermo.
“Acá lo conocían todos, desde chiquito, porque era terrible e hizo miles de travesuras y, de grande, porque era tan bonachón”, dijo con nostalgia Sandra Bustamante, sin disimular la ansiedad de esperar unas semanas más para ver el nombre de Pedro en uno de sus bancos favoritos en El Rosedal.
Otros programas en el mundo
Edimburgo
En la capital de Escocia, la iniciativa se llama Asientos de Presentación
Toronto
En la ciudad canadiense existe el programa Árboles y Bancos Conmemorativos
Sydney
En la ciudad australiana funciona el plan Dedica un Banco en el Parque Centennial”
Tomás: Un chico que luchó contra el cáncer
"Las cenizas de Tomás están en el Vaticano, es lo que él quería; ahora yo voy a tener un lugar donde poder recordarlo acá, esto es más para mí, estoy muy agradecida", dice Macarena Bello, madre de Tomás, que murió, en 2013, tras una larga lucha contra el cáncer.
En 2003 Tomás le ganó una primera batalla a la enfermedad mediante quimioterapia y autotrasplante de médula. Pero en 2012 volvió fatalmente el cáncer. "Tomás era grande, tenía 11 años, y sabía lo que le iba a pasar", cuenta su madre. Durante la quimioterapia, el cardenal Jorge Bergoglio fue nombrado papa y Tomás pidió que sus cenizas quedaran en el Vaticano.
En febrero de 2014 Macarena Bello viajó a Roma con sus cenizas. En el Vaticano, el propio Francisco las recibió y se encargó de la situación. Ella no llegó a ver la tumba de Tomás hasta este año, cuando viajó embarazada de su próximo hijo. Está en pareja y espera que nazca su hijo en los próximos días. Pero para Macarena Bello ser feliz implica también poder recordar a Tomás y tenerlo presente.
"Siempre aparece algo más que puedo hacer por él y eso está muy bueno", sostiene. En un viaje a Australia, Macarena Bello había visto los bancos de plaza con pequeñas placas que recordaban seres queridos y le encantó la idea. "Pensé: «Qué bueno tener algo en Buenos Aires». Me pareció muy lindo para ir ahí y recordar", cuenta y aclara que su hijo no fue especial porque el hecho de haber muerto, sino porque "era especial en todos los sentidos". Por eso, su placa dirá: "Que ilumines a todos los que se sienten aquí, como nos iluminás a nosotros"
Daniela: Para su novio, un ángel en la Tierra
A Nicolás De Giacomo le costó un año conquistar el corazón de Daniela Peralta hasta que lo logró. La había conocido por intermedio de una compañera de trabajo y su sentimiento fue instantáneo: se enamoró perdidamente.
Como novios disfrutaban pasear por el Rosedal e ir al cine. Tan fuerte era la relación que compartían que hasta pensaban en convivir. Pero todo se esfumó dramáticamente en un segundo.
A mediados de enero de 2005 partieron a San Carlos de Bariloche para disfrutar de sus vacaciones. Allí verían a la familia de Daniela, que era oriunda de esa ciudad. El automóvil en el que viajaban sufrió un inconveniente técnico, se salió de control y chocó contra una alcantarilla. La joven de 26 años y una pareja amiga que los acompañaba perdieron la vida.
"Cuando llegué al hospital no entendía nada. Fue un momento muy triste", recuerda con emoción Nicolás De Giacomo y permanece en silencio unos segundos.
El joven logró salir adelante y rehacer su vida, pero no ha podido olvidar a Daniela. "Siempre pensaba de qué manera podía homenajearla", cuenta. "Cuando salió esta iniciativa no lo dudé y lo consulté con la familia de Daniela. Su madre se puso contenta de que me siguiera acordando de su hija", explica De Giacomo.
En el formulario de inscripción para poder colocar una placa en un banco se debía redactar una frase que le gustaría que apareciera para recordar a la persona por la cual se hacía el trámite. Y escribió algo así: "Te seguimos queriendo mucho estés donde estés. Sos un ángel que estuvo en la Tierra"
José Luis: Ejemplo de valores para sus nietos
"Mamá, ¿por qué no te anotás para ponerle una placa al bisabuelo?", le dijo Celeste, de 14 años, a Sabrina Brea, uno de los diez nietos de José Luis Robles.
Hace un año que el hombre murió, pero sin dudas sigue siendo el pilar de la familia, un guía espiritual que continúa presente en cada uno de sus seres queridos.
"¿Qué haría Josecito en esta situación?" es la pregunta inevitable que surge entre sus allegados ante cualquier hecho que requiere de un consejo familiar.
"Era un hombre honesto que vivía con la verdad. Que nos enseñó la importancia del trabajo", lo describe Sabrina Brea, y en cada palabra que pronuncia la emoción se siente más fuerte.
La nieta de Robles preserva con claridad los momentos que pudo compartir cuando salían a pescar en las playas de Mar del Tuyú. "El cardenal", como algunos llamaban a "Josecito" por su especial predilección por esta especie de aves, hizo del trabajo su lema de vida. "¡Y lo que le gustaban los animales! Rescató a una perrita raquítica de la calle y la llevaba adonde fuera", recuerda la mujer con una sonrisa.
Por los días compartidos y el mensaje de vida que le dejó su abuelo, además del empujón que le dio Celeste, es que Sabrina Brea consideró que la propuesta era una buena oportunidad para rendirle un homenaje público.
Ella ya lleva tatuadas sus iniciales, cubiertas por un sombrero de estilo tanguero. Sabrina Brea resaltó, orgullosa: "Se fue rodeado de mucha gente que lo quería. Desde donde está nos sigue dando señales".
Don Julio: La siesta en el Parque Avellaneda
Julio Sasso vivió toda su infancia y adolescencia en el Parque Avellaneda, ese amplio espacio de más de cinco kilómetros de superficie que fue parte de la antigua chacra de Los Remedios, y cuyo casco, que perteneció a la familia de Domingo de Olivera y se conserva impecable, en el último tiempo ha sido escenario de casamientos civiles.
Por eso bastó que Miriam Ullua se hiciera eco de la iniciativa de Participación Ciudadana, que proponía esa plaza como una opción para los homenajes, para que no dudara ni por un segundo postularse. "Es la oportunidad para el abuelo", se entusiasmó con poder recordarlo de forma cotidiana en un espacio en el que había sido tan feliz en sus primeros años de vida.
Miriam Ullua, que es nieta política de don Julio, como lo recuerdan siempre sus allegados, contó que era tal la fascinación que tenía con ese parque que apenas el sol de la primavera comenzaba a calentar con más intensidad solía recostarse detrás de la Casona Olivera para disfrutar de la tarde.
"Al morir nos dejó un manuscrito en el que narra sus recuerdos en el parque «Adueñarse» de las peras de los perales que cuidaba el «Tano», atrapar a un perro rabioso con honderas, las Romerías Españolas y su gran comilona gallega los domingos, la llegada al parque del teatro Lavardén con su escenario de madera en el que daban funciones para adultos y niños", escribió Ullúa en el momento de inscribirse para poder participar de la iniciativa.
"Sería feliz de volver al lugar y ver una placa con su nombre", enfatiza la mujer, a quien le confirmaron que don Julio tendrá una placa en el Parque Avellaneda.