La Ciudad determinó que debía realizarse un mantenimiento por el desgaste de la estructura, pero la Nación demoró el permiso correspondiente; originalmente, alojó un tranvía
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Los dos operarios de la empresa de reparación de ascensores sacan la cabeza por la ventanilla de la camioneta utilitaria para chequear mejor el panorama. No pueden avanzar más por la calle Ciudad de la Paz; el puente está bloqueado por otros automóviles que son reparados en un taller que utiliza el espacio como estacionamiento de esos autos. Aprovechan el vallado que hace más de un año cortó la circulación sobre las vías ferroviarias a la espera de las mejoras en la estructura que se demoran por conflictos de jurisdicciones.
La camioneta debe hacer una maniobra rara. Frena, apunta a la entrada de un garaje, retrocede y sale en la misma dirección por la que venía. Algunos vecinos, ya acostumbrados al corte, maniobran con mayor agilidad. Como también los ciclistas que se topan con la muralla y optan por pasar hacia el otro lado por las escaleras y el puente peatonal, que sigue habilitado.
El puente Soler, construido entre 1916 y 1919 para que circularan tranvías que lo utilizaron hasta los años 60, dejó ser una conexión alternativa entre los barrios de Colegiales y Palermo cuando quedó cerrado hace ya más de un año por una obra de restauración que nunca pudo concretarse. “Llevar a mis hijos al colegio fue un trastorno todo el año pasado”, se queja Pablo, un usuario habitual.
Situada sobre el eje de Soler-Ciudad de la Paz entre Dorrego y Santos Dumont, la estructura centenaria pasa por encima de las vías del ferrocarril Mitre, ramal Retiro-José León Suárez, en la comuna 14. Tiene 52 metros de longitud y fue construido por la Compañía de Tranvías Lacroze, luego modificado por el uso del tránsito vehicular. Los trenes circulan con normalidad, ajenos a la monotonía de más arriba, con apenas algunas personas que lo cruzan por el acceso peatonal y al atravesar las escaleras.
Los cambios en el uso, según informaron fuentes oficiales, fueron provocando un deterioro que afectaron el puente, coronado con una estructura de hierro macizo, lo que obligó a encarar una puesta en valor y dejarlo inactivo durante algunos meses. Nadie pensó en el gobierno porteño que la demora podría extenderse más de la cuenta por la falta de habilitaciones del Estado nacional.
“Cuando bloquearon el paso, en diciembre de 2022, nos avisaron que la obra se terminaba en un año, pero en 12 meses solo vimos gente barriendo arriba del puente, no mucho más”, cuenta Guillermo, que vive en uno de los edificios a pocos metros. “Es un problema para los servicios de emergencia, como bomberos, ambulancias o policías, porque el puente conectaba dos barrios muy rápido evitando las vías”, agrega.
Antes del cierre hubo una modificación respecto de la restricción de circulación para evitar que los vehículos pesados y de mayor porte utilicen el puente. Por eso se limitó la altura a 2,10 metros, pero esa medida no resultó suficiente para mitigar el impacto del uso. Guillermo recuerda cómo algunos vehículos quedaron enganchados en el pórtico metálico a pesar de las advertencias de sus dimensiones.
Una vez cerrado, los trabajos se enfocaron en evaluar el estado general con estudios de ensayos de carga dinámicas y estáticas, metalográficos, de dureza del material y simulaciones por medio de software especializados, explicaron desde el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana. “Las evaluaciones arrojaron como resultado que el puente presentaba fallas y que era necesario un mantenimiento integral del mismo”, aseguraron en la cartera.
El proyecto de restauración consistía en tareas de mantenimiento que respetaban el valor histórico de la locación, con la instalación de nuevos puntos de apoyo para reforzar y dar mayor seguridad a toda la estructura. La planificación de la obra se topó con trabas burocráticas que entorpecieron la ejecución.
Es que para avanzar el proyecto requería la aprobación de la Sociedad Operadora Ferroviaria Sociedad del Estado (Sofse) y de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT). La primera envió la habilitación recién el 15 de septiembre pasado y la elevó a la CNRT; al término de la administración nacional anterior, no se había podido destrabar el permiso.
Distintas fuentes porteñas ligadas al proyecto admitieron que fue muy complejo conseguir las habilitaciones, ya que por razones de seguridad, para avanzar con la obra se debe interferir en la parrilla ferroviaria, lo que podría provocar problemas en la frecuencia del tren Mitre. Sin embargo, desde la Ciudad ya se establecieron vínculos con las nuevas autoridades de la empresa ferroviaria y de la CNRT. Los responsables de la intervención confían en que se puede destrabar pronto.
Ante la consulta de LA NACION, desde la CNRT sostuvieron que se encuentran a la espera de “recibir nuevamente el proyecto ejecutivo con algunas correcciones que se habían solicitado”.
“Durante el día no hay mucho problema, salvo para los autos que no pueden pasar y tienen que dar la vuelta en U. Pero a la noche se empieza a picar; después de las 20 no queda nadie, no hay policías y se empieza a armar un clima medio espeso”, suelta Sergio, uno de los mecánicos que trabaja en un auto sobre Ciudad de la Paz. “Abajo del puente hay un local que está cerrado siempre, ahí suele haber ranchadas. Y subir la escalera es como entrar en un túnel porque no sabés lo que te encontrás del otro lado. Nunca pasó nada grave, pero el ambiente cambia de noche”, afirma.
Baches, roturas en los cimientos y otros daños menores provocaron el cierre del tradicional puente Soler que había sido construido sin adoquinado a pesar de la obligación municipal de permitir el paso de vehículos, algo que no ocurrió hasta después de los años 60. Luego de la desaparición del tranvía, el puente estuvo cerrado durante un tiempo y luego habilitado a la circulación vehicular. Los cambios en las administraciones de la Ciudad y de Nación podrían hacer que se agilice la puesta en marcha de la obra.