Una práctica que nació gracias al surf en EE.UU.
Empezó en California en la década del 50; el deporte llegó a la Argentina en los 70
En la década del 50, los surfistas de California, en los Estados Unidos, quisieron llevar sus trucos del mar a tierra y, para eso, agregaron ruedas de patines, de arcilla, a sus tablas. Así aparecieron los primeros skates, que sólo les permitían deslizarse por las calles simulando los movimientos de las olas. Por ese entonces, el skateboarding era visto como una actividad para divertirse cuando las condiciones climáticas no eran las mejoras para el surfear.
A partir de 1975, la disciplina tomó impulso y creció a pasos agigantados. Con el desarrollo de las ruedas de uretano aparecieron los primeros trucos como el ollie, un salto en el que el skate se mantiene debajo de los pies del deportista sin usar las manos; y las primeras rampas en los patios de las casas. Los skaters empezaron a salir a las calles y a utilizar los edificios públicos y el mobiliario urbano como rampas y obstáculos. Este salto a la vida pública, hizo que fuera una disciplina mal vista y, en consecuencia, perseguida.
Si bien el skateboarding llegó a la Argentina en la década del 70, el gran boom se produjo con la entrada masiva de las patinetas de juguete a principios de los 80.
Buenos Aires fue pionera en la actividad y el epicentro skater era la explanada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Otro de los lugares que concentraban a los amantes del deporte era la tienda Harrods en la calle San Martín, donde había una media rampa de fibra de vidrio, ideal para practicar.
A principio de los 80, con el cierra de las exportaciones, la práctica del skateboarding decayó y quedó en el olvido.
Finalmente, en 1984 se construye un nuevo bowl, que imitaba a los que había en los Estados Unidos, en Parque Bancalari y, así, se reactivó la disciplina en Buenos Aires.