Una mansión demolida y el mito de un fantasma
Los destinos pensados para la quinta de Felicitas no funcionaron
La historia oficial ubica el crimen de Felicitas Guerrero en la quinta de Barracas en la que vivía, heredada de su marido fallecido Martín de Álzaga, miembro de una de las familias más tradicionales de Buenos Aires. La propiedad se desarrollaba sobre la entonces Calle Larga, actual avenida Montes de Oca, el camino que llevaba al viejo puente sobre el Riachuelo, hoy llamado Pueyrredón. Su edificio principal era un casco de estancia, una espléndida mansión, representante destacada de las quintas señoriales que florecieron en Barracas a fines del siglo XIX.
Poco se conoce del devenir de la quinta en las siguientes décadas. "Las crónicas de la época señalan que en 1908, la Municipalidad de Buenos Aires habría comprado la casaquinta para instalar allí la Subintendencia Municipal de Barracas, que no funcionó, y luego un depósito que tampoco funcionó, hecho que se llegó a atribuir al fantasma de Felicitas que rondaba por la zona", señala Ellen Hendi, coordinadora del Museo Santa Felicitas, en Pinzón 1480, que comparte su espacio con el colegio Instituto Santa Felicitas de San Vicente de Paul, y que ofrece visitas guiadas los últimos sábados y domingos de cada mes.
En la década del 30, la intendencia decidió demoler totalmente la mansión para abrir la Plaza Colombia e instalar en su centro un monumento, hoy desaparecido. Ni un solo resto de la Quinta Álzaga llegó hasta el presente, solo su iglesia vecina. Nada quedó de semejante mansión levantada en el centro de la plaza más céntrica, valiosa y cotizada del barrio, una demolición que se inscribió en el contexto de la apertura de calles y la construcción de parques y paseos públicos.
"Sin embargo, a partir de la desaparición de la casa, dicen que cada 30 de enero, el día de 1872 en el que murió Felicitas Guerrero, aparece en los jardines junto a la iglesia una dama de blanco, el fantasma de la mujer aristocrática, que camina por los techos y hasta provoca que las campanas suenen solas. El mito de Felicitas nunca desaparecerá", recuerda Hendi.