Una consulta gratis, el primer paso para ayudar a resolver problemas de visión
Desde hace tres años, la Fundación Médica de Salud Visual y Rehabilitación realiza jornadas solidarias para personas vulnerables; controlaron a los chicos de una escuela de Barracas
La primera evaluación convocó a los 700 niños y niñas de la escuela Buen Consejo, del barrio de Barracas. Fueron puestos a prueba por los docentes del nivel primario, que se dispusieron a hacer la selección preliminar: tomaron grandes carteles con letras en distintos tamaños para que los alumnos que concurren de primero a sexto grado leyeran a una distancia de tres metros. Buscaban detectar dificultades en la visión. Del grupo original, unos 220 chicos pasaron a la siguiente etapa.
Esos alumnos participaron de uno de los encuentros que organiza la Fundación Médica de Salud Visual y Rehabilitación (Fusavi), que atiende gratis a personas en situación de vulnerabilidad para resolver sus problemas de salud visual. El pasado 31 de mayo, ocho oftalmólogos, junto a alrededor de 10 voluntarios de la entidad, instalaron distintos aparatos en la escuela situada en la calle Santa María del Buen Aire, del mencionado barrio. El 65% del alumnado proviene de la villa 21-24.
Se detectó que el 74% de los menores asistidos tienen algún tipo de patología en la visión y requieren acción médica. En total, se recetaron 86 anteojos, seis pruebas complementarias, siete tratamientos y cuatro cirugías programadas.
Según explicó Aída Vescovo, directora del colegio, las dificultades en la vista se observan en muchísimos chicos y generan problemas de aprendizaje que se perciben cuando el docente observa que el alumno achica los ojos o pide estar más cerca del pizarrón. "La Ciudad desde hace unos años nos pide un certificado visual de los chicos para primer grado, pero no todos los papás lo pueden cumplir, porque los turnos en los hospitales no son inmediatos. A veces les dan turno para seis meses después, y eso es medio año lectivo", señaló. A partir de eso, se contactaron con Fusavi.
La fundación ha recorrido varios lugares del país. La iniciativa surgió del oftalmólogo Ricardo Dodds, que propuso atender a personas que no pudieran pagar las consultas o los tratamientos. La entidad funciona desde 2005 y se encarga de brindar asistencia y tratamiento a niños, jóvenes y adultos en situación de vulnerabilidad social con patologías visuales.
Hace tres años que organizan las jornadas solidarias con pacientes de la ciudad de Buenos Aires y el Chaco. "Siempre atendimos a pacientes carenciados, es una de las grandes cosas que quería hacer mi padre. Son problemas que para la gente normal no son importantes porque los soluciona consultando, pero hay quienes no acceden a eso. Nuestro trabajo sirve para hacer una detección de enfermedades, a las, que tratadas a tiempo con un simple anteojo, podés garantizarles una buena visión de por vida", resumió Emilio Dodds, secretario de Fusavi.
La jornada de estudios oftalmológicos en Barracas se dividió en cuatro instancias o estaciones. En la primera, los niños debían mirar a través de un autorrefractrómetro, un dispositivo parecido a una cámara polaroid. Una vez finalizada esa medición, los chicos pasaban a la segunda estación: lo que habitualmente funciona como el comedor del colegio se transformó en un espacio con grandes carteles con letras sobre las paredes. A tres metros de distancia, se colocaron dos sillas y sobre el piso, dos cintas de papel.
Nerviosos, los alumnos iban pasando de a dos y se sentaban erguidos, mientras los doctores les colocaban un par de anteojos parecidos a los del personaje Mr. Magoo. Después regulaban con vidrios hasta alcanzar la graduación adecuada. Así, empezaron la prueba: "C, F, H", leyó una niña sentada a la izquierda mientras la médica señalaba la línea de abajo, con letras cada vez más pequeñas. "D, E, B, N, U", siguió en voz alta. La lectura fue correcta; la visión, clara. La médica festejó con los brazos en alto: "¡Bien!".
Después de esa instancia, se avecinaba la prueba más temida. "Puede existir un defecto en la visión, como la miopía, el astigmatismo o la hipermetropía, pero además puede ser que haya otra enfermedad que afecte la estructura del ojo", indicó Emilio Dodds. Para prevenirlo, se les realizó una prueba con gotas que ayudan a dilatar la pupila y observar el órgano en profundidad. El uso de lámparas de hendidura permite ver la córnea y el cristalino. En general, a los niños no les gustó porque -según dijeron- las gotas los incomodaban. "A mí no me molesta porque ya uso anteojos desde hace dos años y ya sé cómo es", contó Zaira, de 9 años, detrás de un par de lentes combinados entre el negro y el rojo. "A mí me gusta usar anteojos, ahora veo bien el pizarrón", explicó.
La última estación se hizo en el escenario del teatro en el que se realizan los actos escolares. Es la prueba que permite ver hasta lo más profundo y preciso: un fondo de ojo para observar la retina y el nervio óptico. Desde ese lugar, Sofía, de ocho años y medio y unos cachetes redondísimos, le dijo al médico que estaba por atenderla que quiere usar lentes de contacto.
"Las personas no se dan cuenta de que tienen un problema visual y no se hacen atender. Con una buena visión, los chicos después pueden insertarse en la actividad escolar y laboral", sostuvo Cristian Dodds, director de Fusavi.
Para él, el principal problema vinculado a la salud visual es la imposibilidad de hacer una detección temprana. "Vemos muchísimos casos en los que no hay posibilidad de revertirlos porque no hicieron una consulta en el momento adecuado. Muchas veces las personas tienen que ir a la madrugada a los hospitales para sacar un turno. Si es una urgencia los atiende un médico que no es especialista y los deriva, pero mucha gente no tiene plata para hacer dos viajes o después no se pueden comprar los anteojos", analizó.