Un viaje con más confort, limpieza y seguridad
Asombro de los usuarios por la tecnología de las nuevas formaciones
Fue una mañana sorprendente para algunos usuarios del tren Sarmiento: ayer, en plena hora pico, los pasajeros que se subieron a una de las seis formaciones nuevas pudieron llegar a tiempo a destino, sentados, cómodos, seguros, calefaccionados y sin ahogarse con el humo de los cigarrillos de marihuana, como habitualmente le ocurre a un viajero frecuente.
A las 7.22 de ayer, la frecuente resignación de los pasajeros del Sarmiento que esperaban en la estación Moreno mutó en ilusión. Aquellos que ya habían pagado $ 1,10 por su boleto se asombraron, primero, cuando vieron las luces brillantes del tren que iluminaron a todos en la oscuridad de la madrugada. Y la sorpresa aumentó cuando en lugar de encontrarse con las viejas formaciones esta vez aparecieron los nuevos coches chinos, que abrieron sus puertas "inteligentes", y en su interior podía leerse: "Bienvenido a bordo The Sarmiento Line".
"Esto es maravilloso. Espero que dure", dijo Carla Núñez, una comerciante de Merlo, no bien subió al tren. La mujer explicó que junto a su esposo, Javier López, suelen tomarse el Sarmiento en sentido contrario al que se dirigen para conseguir dos butacas vacías en Moreno, y así poder viajar sentados rumbo a la Capital.
A las 7.28, LA NACION se sumó al recorrido de la nueva formación del Sarmiento con la misión de contar cómo viajan los pasajeros desde Moreno hasta Once. Y los usuarios estaban impresionados: es que este tren no sólo llegó a tiempo, sino que, además, sus coches tenían dos cámaras de seguridad cada uno; estaban limpios, iluminados, tenían calefacción, las señaléticas con las estaciones funcionaban. Como si fuera poco, los viajeros tenían lugar para sentarse y hasta para caminar. Y había dos efectivos de la Policía Federal recorriendo los andenes.
Mientras algunos pasajeros aprovecharon para dormir o leer, otros se manifestaron desconcertados cuando en la estación de Merlo, donde el amontonamiento de gente se vuelve sofocante y, en ocasiones, no se puede ni subir, ahora se podía caminar entre vagón y vagón, y hasta encontrar un asiento libre si alguien se bajaba. "Nunca había viajado tan cómodo", dijo Eduardo Bovaso, un hombre de 55 años que usa el tren para trasladarse hasta Liniers.
Cuando faltaban pocos minutos para llegar a la última estación, en Once, la mayoría de los pasajeros caminaron hacia los primeros vagones para poder salir antes y, posiblemente, llegar a tiempo a sus trabajos. A las 8.45, el tren se detuvo y parecía que el viaje perfecto había terminado. Pero no fue tan así: las puertas de salida fallaron y eso provocó la molestia en los viajeros. "El Sarmiento va a seguir siendo el Sarmiento", dijo un hombre en voz alta. Algunos le sonrieron y otros lo ignoraron porque creen que, esta vez, el servicio va a mejorar.