Un sitio mágico que atrae y energiza
El lugar atrae, como un imán, y el encuentro energiza, como un ritual. A la tardecita, cuando el día empieza a terminar, en realidad todo vuelve a comenzar. Después de una jornada larga de trabajo o de estudio, la cita es allí y tiene que haber una razón de mucho peso para que no se concrete. Al entrenamiento en El Rosedal se va como a una misa y ése es el templo, con los mandamientos marcados en el piso cada 100 metros, pintura amarilla sobre asfalto, hasta completar los significativos 1600, la milla. Hay otros sitios en la ciudad, es cierto, y otros horarios ahí mismo, también; pero es allí y es entonces cuando toca el entrenamiento. Y para el que le toca es un sitio mágico -nuestro Central Park, por qué no- y un momento intransferible, tal vez imprescindible.
Cerca de las 19, buena parte del Migueles Team se reúne (nos reunimos) alrededor de quien le da el apellido al grupo y lo conduce, Luis, y espera su orden para iniciar la procesión. Puede tocar un trabajo de cuestas justo frente al sitio de encuentro, al pie de El Ciervo, en la pretemporada de verano, o la variedad de pasadas en el resto del año, con calor o con frío, con sol o con lluvia...Todo comienza con una vuelta a los 1600 que desentumece el cuerpo y también el alma, sigue con unos ejercicios funcionales que calientan los músculos y sistematizan la técnica, y culmina con el entrenamiento del día, de acuerdo con los objetivos inmediatos o mediatos de cada uno. Puede haber una media maratón ya, a la vuelta del calendario, un 10K el domingo siguiente o una maratón allá por noviembre. O nada fijado aún.
Importa, sí, que durante esa hora, hora y pico, todos sientan que están dando lo mejor de sí. Que alguno se sintió un atleta al girar en la curva de los 300 metros aunque en lugar de la tribuna de un estadio olímpico al costado haya una línea de luminosos restaurantes. Que al pasar por la marca de los 800 sienta que su coach corrió esa distancia más rápido que nadie en la Argentina en los últimos 30 años. Que al entremezclarse con otros grupos allá por los 1100 sienta que en equipo es más fácil. Que al llegar a los 1600, como meta simbólica, en la enésima vuelta, sienta que valió la pena haber ido allí, a ese lugar que atrae y a ese encuentro que energiza, después de todo un día de trabajo. Que, al fin y al cabo, correr descansa.