Un refugio bohemio: por la pandemia, cerró un tradicional bar de la avenida Corrientes
Dirigentes políticos, escritores y artistas fueron algunos de los habitúes de este local ubicado en avenida Corrientes al 1500
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El histórico Café La Paz, donde militantes, artistas, escritores, filósofos y psicoanalistas pasaban noches enteras soñando cambiar el mundo, cerró en forma definitiva. Fue fundado en 1944 y no resistió las restricciones que implicó la pandemia de coronavirus. Ahora ya se llevaron los muebles y bajaron el cartel de la esquina de la avenida Corrientes y Montevideo. Si bien fue reciclado varias veces y desde hace tiempo perdió su esencia bohemia, la noticia no dejó de conmover a sus clientes. El lugar reabriría, pero como un restaurante dedicado al sushi.
En la puerta de Corrientes 1593 los peatones se detienen, sorprendidos, a mirar los vidrios tapados con cartones. Un candado bloquea el acceso al interior. El salón está completamente vacío y tan solo se observa, tirada en el piso, la marquesina de letras doradas que forman La Paz.
Sebastián Masquelet, presidente de la cooperativa La Paz Arriba, el bar que funcionó hasta hace pocos días en el primer piso, confirmó a LA NACIÓN: “Los dueños del edificio avisaron que no nos alquilaban más. Que nos fuéramos. Se comenta que van poner un nuevo local de sushi”. Sin embargo, en la planta baja, donde estaba el tradicional Café La Paz, la debacle había comenzado mucho antes, cuando en marzo del año pasado debieron cerrar como consecuencia de las restricciones de la pandemia, y así se sumaron a la extensa lista de locales gastronómicos que debieron cerrar en el microcentro porteño.
La noticia conmocionó a sus históricos habitués como el dirigente político Julio Bárbaro. “Siento dolor por la caída de los símbolos de la Argentina como era La Paz en una avenida como Corrientes, ahora invadida por la pobreza”, dice a LA NACIÓN al enterarse del cierre del local, que comenzó a frecuentar en la década del 60 cuando era taxista. Allí solía ir cuando salía de ver películas de Federico Fellini en el Cine Lorraine. “[Con amigos] Pasábamos noches enteras hablando de cine o debatiendo con políticos de todos los partidos”, recuerda el exdiputado peronista. “De todos modos, la izquierda copaba el bar donde se bebía ginebra o grapa y siempre se fumaba brutalmente”, agrega.
Su época dorada fue hasta 1972. Con el último gobierno militar, muchos clientes debieron exiliarse. En 1983, reformas, de por medio, buscó resurgir. Sin embargo, ya nada era como antes. Luego cerró y en 1997 reabrió con un menú light más allá del clásico tostado de jamón y queso. En 2016, nació La Paz Arriba, mientras que abajo continuó funcionando el tradicional café con poca clientela. El empresario gastronómico español Ángel Valcarcel Fiz y sus socios fueron los último dueños. Prometieron reabrir, pero no lo lograron.
Habitués
Además de políticos, La Paz era frecuentado por escritores como David Viñas, Ricardo Piglia, Horacio González, Luis Gusmán, Rodolfo Walsh y María Moreno, por ese entonces, la única mujer que era aceptada en una mesa de hombres de letras. El novelista Martín Kohan no fue partícipe de esos encuentros, pero sí recuerda haber visitado el lugar en las décadas del 80 y del 90: “Era como entrar a un museo. El propio café ya no era igual al momento en el cual había una circulación entre librerías, bares, etc., donde los escritores vivían como en un pequeño pueblo que se movía en Corrientes entre Riobamba y el Obelisco”.
En los años sesenta y setenta, las mesas de los cafés Ramos, que cerró en 2012; La Giralda, que reabrió esta semana, y La Paz fueron una marca de época para la escritora María Moreno. Sin embargo, para la autora de Black Out, La Paz era “el bar”. Son los dueños de estos locales quienes explican por qué muchos no sobrevivieron. “A los bares no los hacen ni los dueños ni los arquitectos, sino la gente que los habita”, admite a LA NACIÓN uno de los expropietarios, José Luis Caneiro, cuando reabrió en 1997 y no pudo volver a atraer al público de aquel entonces.
“Por La Paz pasamos todos. Desde Carlitos Carella, el actor, hasta Raúl Alfonsín o Dante Caputo. El arte, la pintura, el teatro, la plástica, la política, todo eso transitaba ahí”, cuenta Bárbaro.