Un drama que exige respuestas regionales
Por su ubicación y geomorfología, Buenos Aires es una ciudad inundable. Sin planeamiento territorial, la urbanización intensiva agrava la situación. Por el cambio climático global, eventos extremos de la temperie serán más frecuentes y tendrán mayor intensidad. Nadie puede pretender que estos fenómenos respeten los límites de las jurisdicciones administrativas. La respuesta debe planearse y ejecutarse por lo menos a nivel de la región, sin olvidar el papel fundamental que juega la Nación en las políticas ambientales y sociales.
La concentración de actividades de producción y consumo de bienes y servicios convierte a los grandes conglomerados urbanos en fuentes principales de las emisiones de gases de efecto invernadero. El fenómeno es global; sin embargo, lo malo es que no se ha hecho lo necesario para introducir eficiencia en el manejo de la energía y del transporte, ni en la Capital ni en el conurbano y, como acaba de quedar trágicamente demostrado, tampoco en La Plata y sus alrededores.
Los edificios construidos en los últimos 15 años no tienen protección térmica para ahorrar calefacción y aire acondicionado, y nada se ha hecho para adaptar los que fueron construidos antes. Tampoco se ha innovado para ahorrar agua, y muy poco se hizo para mejorar el proceso de los residuos sólidos urbanos, que han sido un factor importante en las inundaciones recientes.
Las consecuencias que hoy lamentamos se producen por la vulnerabilidad que es propia de la región, sumada a la exposición al riesgo en el que nos encontramos los habitantes. Un estudio del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático realizado el año pasado muestra que, ante este tipo de desastres, los países desarrollados tienen grandes pérdidas materiales que, por definición, son reparables. Los países en desarrollo, en cambio, también tienen daños materiales, pero cuentan sus pérdidas en vidas humanas.
El Estado debe crear las condiciones para adaptar el territorio al impacto del cambio climático y evitar que aumente la vulnerabilidad con obras cuyo impacto no se evalúa con anticipación. Y debe reducir la exposición de la población con la reunión y el procesamiento de información meteorológica, el funcionamiento de sistemas confiables de alerta temprana y la disposición de medios para auxiliar a quienes lo necesiten, antes, durante o después de la catástrofe.
De la Asociación Amigos de La Boca
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