Un cambio que reclama trabajo acompasado
La bicicleta, en este caso, es lo accesorio y menos importante. Lo trascendente, en realidad, es el concepto: se trata de desalentar el uso del auto como transporte individual en el centro de las grandes ciudades. Es lo que ocurre -lo que debe ocurrir- en todo núcleo urbano moderno.
Ofrecer espacios y comodidades para los transportes alternativos y cerrar al tránsito vehicular áreas de microcentros para transformarlas en peatonales es la tendencia urbanística del momento.
A esto, claro, se le debe agregar la importancia de ofrecer transportes públicos adecuados que suplan, en tiempo y forma, la comodidad del auto. La lógica indica, a su vez, que este proceso de modernización y de cambios en los paradigmas del transporte urbano deben marchar acompasados y de manera armónica.
De poco sirve tener un área central libre de autos particulares, si los trenes suburbanos siguen siendo obsoletos, no cumplen los horarios, se viaja como ganado y, además, sufren accidentes. De nada sirve el exitoso Metrobus si, a la hora de combinarlo con el subte, faltan vagones, no se respetan las frecuencias y las promesas de mejoras en los servicios se cumplirán, en el mejor de los casos, dentro de un año.
No hay lógica que logre explicar la falta de coordinación y de tareas en conjunto dentro de un área metropolitana en la que viven 15 millones de personas. Salvo honrosas excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, en lo que a transporte se refiere, la Nación va por su lado, la Ciudad por el suyo y la provincia, al parecer, queda en manos de la voluntad de los intendentes que corren detrás de otras urgencias.
En Buenos Aires el microcentro es casi todo peatonal; se puede alquilar una bici como en París, o cruzar de Norte a Sur la 9 de Julio en 13 minutos. Pero eso si, definir la traza de una autopista ribereña para quitar los camiones del centro, puede llevar 30 años de debate. ¿No suena esto a demasiado pedaleo?