Sólo seis de cada cien pasajeros de los trenes pagan su boleto
En julio de 2008 la línea Sarmiento vendió diez millones de pasajes; en julio de este año apenas llegó a 650.000; la cantidad de usuarios se mantuvo, o creció, por lo que la inmensa mayoría viaja gratis
Jamás hubo una orden y nunca se tomó la decisión, pero lo cierto es que las recientemente estatizadas líneas de ferrocarriles Mitre y Sarmiento prácticamente han dejado de cobrar boletos. Nadie paga; los molinetes están abiertos y los guardas han sido localizados en otras tareas... o en ninguna.
A los empleados no les gusta exponerse al enojo de los pasajeros, ni los funcionarios tienen autoridad como para exigir el pago por un servicio cada vez peor. La ecuación da cero: los concesionarios no cobran el pasaje -viven de los ingresos por subsidios-, y los usuarios se ahorran unas monedas y tienen una razón menos para quejarse por el deficiente estado de la infraestructura ferroviaria.
Los números demuestran la estrepitosa caída de los pasajeros que pagaron su pasaje. Según los datos que publica la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), en julio pasado, última cifra disponible, en la línea Sarmiento pagaron sus boletos 654.208 personas. Los totales toman relevancia cuando se los compara con otros meses. En julio de 2008 y de 1998 -dos meses que tienen el récord de pasajeros transportados- fueron 10 millones de personas las que pagaron boleto. Por cada 100 personas que se acercaron a boletería en aquel momento ahora sólo lo hacen seis.
En el ramal Mitre no con tiene números tan contundentes. De los 6,3 millones de pasajeros que subieron al tren en 2008 ahora sólo se contabilizaron 1,2 millones.
Paralelamente a la eliminación de la recaudación, el Estado no deja de aportar dinero. Cuando el Gobierno estatizó las líneas Sarmiento y Mitre, el Estado aportaba alrededor de 70 millones de pesos por mes de subsidios y la concesionaria recaudaba aproximadamente siete millones de pesos. En julio pasado, la empresa tuvo aportes por 177 millones de pesos, mientras la recaudación apenas sobrepasó los dos millones.
En las líneas que están en manos de los concesionarios, como el ramal Urquiza (Metrovías) y el Belgrano Norte (Ferrovías), la proporción de caída de la venta de boletos es menor. La primera vendió en julio de 2008 2,1 millones de boletos y en el mismo mes de este año 1,54 millones; la otra pasó de declarar 3,9 millones en julio de 2008 a tres millones este año.
Los números oficiales de pasajeros transportados se contraponen con el amasijo de gente que se ve a diario en las formaciones de esos ramales. "No es que haya menos pasajeros. Nadie paga", confesaron en un despacho oficial. Pero la paradoja es que nadie dio la orden de que se liberen las boleterías ni tampoco que no se controlen los pasajes. Todo sucedió de hecho.
Cuando en las vías del Roca murió Mariano Ferreyra -octubre de 2010- todo cambió. Hasta entonces gran parte del control de boletos dentro de las formaciones lo hacían empresas tercerizadas. Desde ese momento, el Ministerio de Trabajo resolvió que los trabajadores empiecen a pertenecer al convenio ferroviario, las concesionarias dejaron de contratar ese servicio que se había tornado muy caro. Jamás se recuperaron lo números de entonces. Y luego, con el deterioro de los ramales y el advenimiento del Estado como patrón, la costumbre de viajar gratis empeoró.
¿Qué tiene pensado hacer el Gobierno? En principio, ignorar el tema puertas afuera, pero reconocer en la intimidad que no tiene autoridad moral como para exigir que se pague por el servicio que presta.
El plan en las oficinas cercanas a la del ministro del Interior y Transporte Florencio Randazzo es esperar que las inversiones maduren y luego volver a exigir el boleto. Otros se ilusionan con una reforma integral de las estaciones y de esta manera evitar que la gente llegue al tren sin boleto. Por ahora, todo seguirá igual aunque el panorama, dicen algunos, no es alentador.
Dos empleados de la ex trenes de Buenos Aires confirmaron que la decisión fue tomada de hecho. "La gente se acostumbra a no pagar. Además, los compañeros no quieren recibir insultos y agresiones por unas pocas monedas", confió uno de ellos, que trabaja desde hace años en la línea Sarmiento. Sin gente dispuesta a controlar, la solución sólo la puede dar la infraestructura. De ahí que piensan en estaciones que tengan acceso cerrado, como sucede en el subterráneo, donde no hay personal encargado de controlar los boletos, pero el sistema de molinetes alcanza.
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