Se cerró la Cápsula del Tiempo del Bicentenario hasta 2210
El dispositivo de titanio contiene tres años de recuerdos: textos, fotos y videos que reflejan el estilo de vida actual a quienes la abran en 200 años; también muestras de ADN de donantes voluntarios
Después de tres años de juntar recuerdos como fotos, videos y otros legados para el futuro, que aportaron más de 80 mil porteños, finalmente, el gobierno de la Ciudad cerró la "Cápsula del Tiempo del Bicentenario", que guardará los tesoros hasta el 25 de Mayo de 2210, cuando está previsto abrirla y, para quienes lo hagan, desentrañará los misterios de un pasado cercano.
El receptáculo es hermético, de titanio de 2,10 metros x 17 centímetros material (audiovisual, gráfico, entre otros soportes), producidos de manera espontánea por los propios vecinos y que estarán también en una plataforma de internet creada especialmente para el proyecto. El objetivo es transmitir a las generaciones futuras el estilo de vida del presente.
En un comunicado, el Gobierno porteño informó que la cápsula contiene además un legado de gran valor: guarda muestras de ADN de 12 voluntarios que accedieron a donar su información genética y hasta semillas de árboles de Buenos Aires.
La inicativa, que arrancó hace tres años como parte de las acciones culturales por los festejos del Bicentenario, fue cerrada en el Planetario; y, bajo la carcaza de titanio, esconde la enorme cantidad de 12.000 gigabytes de información en formato Blu-ray.
Se informó que para garantizar que esos archivos digitales sean leídos en el futuro se fabricó un disco especial de níquel incorruptible con textos microscópicos grabados mediante procedimiento de nanotecnología, lo que lo convierte en una pieza única en su tipo en América latina.
Son más de 2000 páginas de instrucciones que permitirán reproducir esos archivos con las herramientas tecnológicas disponibles en el momento de la apertura.
Fue descartada la posibilidad de guardar una computadora en cualquiera de sus formatos actuales ya que carecería de utilidad, por cuanto ningún objeto tecnológico contemporáneo está diseñado para soportar esa magnitud de tiempo.