Salir al Norte los viernes: una odisea en todos los transportes
Pese a avances como el Metrobus y los nuevos trenes, se tarda mínimo una hora desde el centro hasta San Isidro
Llega el viernes y muchos quieren huir de la Capital rumbo a la zona norte para descansar y desestresarse. Aunque muchas veces antes de llegar al relajo hay que sortear un obstáculo cada vez más difícil: lograr cruzar la avenida General Paz. A pesar de las mejoras instrumentadas en los últimos años, moverse en hora pico un viernes no es tarea sencilla, ni en auto ni en transporte público.
Los nuevos trenes, las avenidas con carriles exclusivos o el Metrobus contribuyeron a mejorar el tránsito. Pero en una experiencia que hizo LA NACION desde el centro porteño hasta Márquez y Panamericana en San Isidro en distintos medios, tardó en todos los casos más de una hora en llegar a destino, a pesar de que son apenas unos 24 kilómetros de distancia. Testimonios de ciudadanos que emprenden similar trayecto también dan cuenta de los trastornos existentes.
Calles congestionadas de vehículos, colectivos llenos y subtes colapsados son algunas de las imágenes que se ven cada viernes entre las 17 y las 19 en distintas zonas de la Capital. Por ejemplo, según datos de Subterráneos de Buenos Aires (Sbase), la línea D -que conecta Plaza de Mayo con el norte de la Capital- transporta diariamente unas 305.000 personas y en la mencionada franja horaria se concentra en promedio a 61.360 pasajeros: el 20% del total. La frecuencia en hora pico informada por Sbase en la línea D es de tres minutos, aunque durante los viajes realizados por LA NACION no se cumplió.
En cuanto al movimiento vehicular, aproximadamente un millón de automóviles ingresan y salen de la Capital diariamente. Según las estadísticas de Autopistas Urbanas Sociedad Anónima (AUSA), por la avenida Cantilo pasan 96.600 vehículos rumbo al Norte; los viernes el número suele aumentar un 5% en promedio. Autopistas del Sol (Ausol) indicó que durante junio por la Panamericana circularon cada viernes entre las 17 y las 19 unos 18.000 vehículos por hora.
Sergio Córdoba tiene un comercio de service de lavarropas y heladeras en Recoleta. Viaja todos los días en auto desde la zona norte y muchas veces decidió quedarse hasta más tarde trabajando para evitar el tráfico: "Tardar una hora y media en regresar a mi casa me parece demasiado. En la semana es complicado, pero salir un viernes lo es mucho más. Hay días que me quedo hasta las 20 o las 21 en el negocio para evitar los autos y llegar más rápido. Yo lo puedo hacer porque manejo mis tiempos, pero otro quizá no. Sacás la cuenta de las horas que perdés viajando y suman 15 horas en la semana arriba del auto entre ida y vuelta".
Sobre los lugares más conflictivos del trayecto, Sergio dijo: "Llegar hasta Cantilo es muy pesado, en la General Paz muchas veces vas a paso de hombre, lo mismo a la altura del shopping en Panamericana; desde ahí fluye un poco más. Ni hablar el tiempo que te lleva si hay algún accidente", cerró.
En diálogo con LA NACION, el arquitecto y urbanista Roberto Converti precisó: "Es difícil solucionar esto solamente desde el tránsito. Alternativas como agrandar las calles o ensanchar las autopistas seguramente convocarían todavía más autos. No se va a llegar más rápido. Las cosas que se pueden cambiar se fueron cambiando con el Metrobus o las bicisendas; también, achicando espacios para los vehículos y que el peatón tenga más lugar. Son cambios enormes. Hay que insistir con más redes de Metrobus o mejorar el transporte público en general, para que la gente no necesite el auto", cerró.
Hábitos
El especialista apuntó además a hábitos culturales y sociales que se superponen con los problemas de infraestructura. "A un inconveniente de movilidad se suman también tendencias de hábito del ciudadano, porque los que salen en auto o transporte público de la Capital hacen lo mismo a la misma hora y eso dificulta todo." Otro factor que incide, recordó, es "la moda de irse a vivir a las afueras de la Capital y trabajar en el centro", que da como resultado estos fenómenos. "Quien elige vivir en un barrio cerrado en Pilar y trabajar en pleno centro tiene un costo asociado, la probabilidad de complicaciones a la hora de moverse de un punto a otro", explicó.
Más allá de variables que se mantienen constantes, sucesos excepcionales pueden resultar determinantes; por ejemplo, un accidente o un partido de fútbol o algún recital en algunos de lugares de eventos masivo a lo largo del recorrido. María José Basili lo padeció en carne propia.
Trabaja en Puerto Madero y vive en Martínez. Tarda habitualmente unos 55 minutos en recorrer ese trayecto. Luego de probar varias alternativas, camina o se toma el 152 hasta Retiro y ahí aborda el tren Mitre. Pero un viernes tardó cuatro horas. "Ahora con los trenes nuevos viajo mejor, tardo menos, pero el viernes pasado no funcionaba el Mitre por un accidente y tuve que tomarme el Belgrano Norte hasta Puente Saavedra y ahí el 314", detalló. Su peor viernes fue en diciembre pasado: "Me tomé un chárter frente al Luna Park y tardé cuatro horas en llegar a mi casa. Tocaba David Gilmour en San Isidro, sumado que era 18 de diciembre y quizá mucha gente se iría; colapsó todo", afirmó.
Por su parte, Luciana Castellano, que realiza su tesis para la licenciatura en Biotecnología en la Facultad de Medicina, en Barrio Norte, tarda una hora y cuarto para llegar a su casa en Martínez. "Los viernes suelen ser más complicados. Me tomo el subte hasta Congreso, de ahí el 152. Hago así porque el 60 no pasa nunca. El Metrobus [de Cabildo] me benefició mucho en mi recorrido", indicó a LA NACION.
En el caso de Omar, luego del trabajo toma el tren Belgrano Norte desde Retiro hasta Villa Adelina. "Es la línea en la que mejor se viaja, un viernes o cualquier día de la semana. Prefiero el tren antes que irme en colectivo porque es más económico, viajo más cómodo y llego más rápido", sintetizó.
Salir más ágilmente hacia la zona norte, a juzgar por los testimonios, sigue siendo una odisea.