Restauraron el pintoresco jardíndel Museo Isaac Fernández Blanco
El espacio reúne una rica variedad de plantas y árboles, un aljibe del siglo XIX y una elegante fuente con mayólicas
Un enorme jardín con una palmera, olivos, cítricos, romeros, ombúes, palos borrachos, malvones, jazmines y rosales. Un espacio abierto, ideal para relajarse, ubicado en el corazón de una edificación bellísima que cruza la arquitectura neocolonial (imponentes balcones típicos de la Lima de los años del virreinato) con la impronta andaluza (bancos y fuentes de cerámica de Talavera de la Reina). Un aljibe de mediados del siglo XIX y vistosas mayólicas que fueron sello de la influencia árabe en el sur de España. Todo eso, y más, tiene el Palacio Noel, situado en Suipacha 1422, en pleno barrio de Retiro y a pocos metros de la transitada Avenida del Libertador. Allí funciona el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, cuyo jardín acaba de ser completamente restaurado.
Su diseño americanista es todo un símbolo de una época de la arquitectura argentina. En 1925, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires publicó el Plan Regulador y de Reforma de la Ciudad, elaborado por la Comisión de Estética Edilicia, presidida por el intendente Carlos Martín Noel. Uno de los integrantes de esa comisión era el arquitecto Martín Noel, hermano del intendente, presidente de la Comisión Nacional de Bellas Artes y responsable del diseño del lujoso palacio.
"Se construyó en un momento en el que había un renacimiento del nacionalismo en las artes en general. La época de Ricardo Rojas y Leopoldo Lugones. Martín Noel es uno de los pioneros de lo que se conoce como colonial argentino -cuenta Juan Vacas, director general de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la Ciudad-. Se repensó la arquitectura argentina en relación con la estética colonial, sobre todo la que se había desarrollado en ciudades como Cuzco y Lima. La arquitectura de Buenos Aires siempre fue un poco más pobre porque acá no había piedra, entonces se construía con adobe y ladrillo".
Para construir el palacio, Noel compró tres terrenos sembrados de olivos. Ubicó muy cerca de la entrada su atelier, una especie de capilla, y más al fondo la residencia de su hermano Carlos. Aprovechó el desnivel natural de la barranca para construir un jardín con declive que baja hasta el pabellón de acceso.
En la primera planta de la casa están los salones de recepción, una pequeña sala, un comedor de planta octogonal y una gran biblioteca. En el primer piso, todos los cuartos privados de la familia y el pabellón de cocheras.
La embajada de los Estados Unidos alquiló el palacio durante unos años hasta que la familia Noel decidió vendérselo a la Municipalidad de Buenos Aires, que creó en el lugar el Museo Colonial. A fines de los años 40 se sumó la valiosa colección de arte de Isaac Fernández Blanco.
El plan de puesta en valor que encaró el gobierno porteño en este museo, que linda con la pintoresca casa en la que vivió el famoso escritor Oliverio Girondo, incluyó la restauración de todo su interior, la recuperación de un balcón con vista al jardín, la colocación de plantas y el trabajo de pendientes para mejorar el sistema de desagüe. También se renovó todo el sistema eléctrico, se recuperaron la fuente con todas sus mayólicas, los bancos y el muro bajo, y se quitaron algunas especies de plantas que habían crecido espontáneamente y no eran parte del diseño original, lo que mejoró la entrada de luz natural.
"Lo particular del lugar es su eclecticismo: una estructura tipológica francesa, un lenguaje estilístico investigado en el Perú y en España, una mano de obra italiana y una estructura inglesa en los interiores. Esa mezcla no se da en otros lugares del mundo", explica Vacas.
El Palacio Noel está rodeado de enormes torres, lo que de algún modo, por contraste, realza su singularidad y su encanto. La idea de los responsables del lugar, dirigido por Jorge Cometti, es aprovechar como escenario de conciertos el jardín cuando el tiempo sea más adecuado, en primavera y en verano.