Representa una solución estructural a corto plazo
La concreción de obras de infraestructura es, naturalmente, objeto de celebración en una sociedad, especialmente cuando esto ocurre luego de un esfuerzo público considerable.
Así, la ampliación de la capacidad ferroviaria, la renovación de material rodante en el ferrocarril y en el subterráneo, la construcción de nuevas líneas, un sistema de prioridades en el transporte público en avenidas y rutas del área metropolitana van a producir sin duda un impacto positivo en los desplazamientos cotidianos. Más aún si se lo hace respetando el entorno y la calidad urbana de las intervenciones.
También se han inaugurado recientemente ampliaciones en los bordes de la ciudad, en la avenida Lugones, luego en la avenida Cantilo y, ahora, en un tramo de la avenida General Paz. Sin dudas, en el corto plazo los automovilistas y algunas líneas de transporte público se verán beneficiados en los tiempos de desplazamiento. Pero en el mediano plazo, por lo menos en un conjunto de experiencias estudiadas a nivel internacional, no hay infraestructura vial capaz de satisfacer la demanda de espacio de un parque automotor creciente. Cada aumento de la oferta vial crea su propia demanda y tiende a saturarse al cabo de un tiempo.
Hay un conjunto de argumentos y experiencias internacionales a favor de integrar las intervenciones con una clara prioridad en aquellos medios de transporte que ofrecen más capacidad. Un esquema de este tipo beneficia a una franja más amplia de la población, es el más eficiente en consumo de espacio, de energía y en términos ambientales.
Es cierto, se trata de un debate no saldado entre los profesionales: hay quienes defienden la opción de la capacidad vial. Existe, incluso, un conjunto de criterios de evaluación de proyectos que asigna un valor económico mayor al tiempo de quienes se desplazan en auto que al de quienes se desplazan en transporte público.
Nuestro recurso más valioso está en los 800 km de red ferroviaria suburbana, en la medida en que sean aprovechados al tope de su capacidad, la integración con una red de subterráneos en expansión, la coordinación con sistemas de capacidad intermedia como el Metrobus o los carriles preferenciales para colectivos, con un complemento para la circulación a pie o en bicicleta en máximas condiciones de seguridad.
En ese sentido, la mejor forma de aprovechar la nueva infraestructura vial es siguiendo un esquema de prioridades que privilegie a los vehículos con mayores niveles de ocupación, especialmente los de transporte público.