Renovado, el Obelisco cumple 85 años: construcción en tiempo récord y el día que lo quisieron demoler
El mayor ícono de Buenos Aires fue inaugurado el 23 de mayo de 1936 como parte de los festejos de los 400 años de la Ciudad
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“¿Donde tenía la ciudad guardada/ esta espada de plata refulgente/ desenvainada repentinamente/ y a los cielos azules asestada?/ Ahora puede lanzarse la mirada/ harta de andar rastrera y penitente/ piedra arriba hacia el Sol omnipotente/ y descender espiritualizada./Rayo de luna o desgarrón de viento/ en símbolo cuajado y monumento/ índice, surtidor, llama, palmera./ La estrella arriba y la centella abajo,/ que la idea, el ensueño y el trabajo/ giren a tus pies, devanadera”.
El poema de Baldomero Fernández Moreno está inscripto en la cara sur del Obelisco porteño, que este 23 de mayo cumple 85 años. Está ubicado en la intersección de 9 de Julio y Corrientes, pero su dirección exacta es Corrientes 1066. En diálogo con LA NACIÓN, Juan Vacas, Subsecretario de Paisaje Urbano de la Ciudad, explica que “su construcción en 1936 generó un segundo mojón en el centro porteño. Primero fue la Avenida de Mayo a finales del siglo XIX y luego de la salida de la crisis del 30 se construyó el Obelisco, que vino a coronar esa época”.
Construcción veloz
La construcción del Obelisco porteño demoró nueve semanas. El intendente de ese momento, Mariano de Vedia y Mitre, se lo encomendó al arquitecto tucumano Alberto Prebisch, el mismo que había erigido ya sobre avenida Corrientes el teatro Gran Rex. Al principio, el Obelisco generó resistencia entre los porteños. Para su construcción, junto a la Plaza de la República, fue necesario demoler la iglesia San Nicolás de Bari, donde se izó la bandera argentina por primera vez en la ciudad, y el Teatro del Pueblo.
Lo cierto es que en un poco más de dos meses y a un costo de 200.000 pesos moneda nacional de esa época, se erigió el que sería con los años el mayor símbolo de Buenos Aires. Fue inaugurado el 23 de mayo de 1936 como parte de los festejos de los 400 años de la Ciudad.
“A Prebisch le costó solucionar el tema de la construcción porque el subte B pasa muy cerca de la superficie en esa zona –recuerda Vacas-. Tuvo que armar los pilotes para sostenerlo en los cuatro lados para evitar los túneles”.
Al principio, el monumento estaba cubierto por unas lajas blancas, similares a la piedra Mar del Plata. Un mes después de su inauguración se produjo un desprendimiento durante un acto público. El caso no generó heridos, pero si pánico entre los asistentes. Volvieron a llover críticas sobre el Obelisco. Tanta fue la presión que el 13 de junio de 1939 el Concejo Deliberante porteño dictó una ordenanza disponiendo su demolición. Sin embargo, la orden tardó en ejecutarse y el intendente de ese momento, Arturo Domingo Goyeneche, la vetó y salvó al Obelisco. Desde ese momento se sacaron las lajas y el monumento obtuvo su fisonomía actual de blanco con los bloques de cemento simulando las lajas.
En sus comienzos, el monumento estaba rodeado de una plaza circular que generaba una rotonda para distribuir el tránsito. Con el aumento del caudal de autos, se generaron cambios en la década del 70 para obtener su aspecto actual con los dos pasajes que lo rodean para tomar Corrientes hacia el Bajo o Diagonal Norte hacia Plaza de Mayo.
En ese sentido, Vacas relata que “Prebisch había estudiado en Washington por lo cual todo indica que trajo la idea del monumento de la capital de Estados Unidos, muy similar a nuestro Obelisco”.
En las entrañas del Obelisco
Por dentro, el Obelisco es hueco, tiene 67,5 metros de altura y 49 metros cuadrado en su base. Una escalera marinera permite acceder a la cúspide. El monumento tiene una sola puerta de entrada. “Las llaves del Obelisco están a cargo del Ministerio de Espacio Público. El manojo tiene como llavero un mini obelisco para que a nadie se le pierda”, bromea Vacas al contar el “secreto”.
En la punta tiene cuatro ventanas que apuntan a cada uno de los puntos cardinales (ver video). Desde hace 5 años está iluminado en forma especial desde la Plaza de la República. “Fue un desafío la iluminación porque se perdía por la cantidad de carteles que lo rodean”, contó el funcionario porteño. En la cúspide además cuenta con un pequeño pararrayos y su peso total es de 177 toneladas.
El Obelisco es uno de los centros de reuniones y protestas de Buenos Aires. Es el lugar elegido para los festejos deportivos, ya sea de equipos como de la Selección Nacional durante la disputa de los mundiales de fútbol.
A lo largo de los años tuvo varias intervenciones, algunas autorizadas y otras ilegales. En 1998, militantes de Greenpeace subieron sin permiso y colgaron una bandera que decía “Salven al clima”. En diciembre de 1973 se lo decoró como un árbol de Navidad y en 2005 amaneció cubierto con un preservativo para celebrar el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA.
El arte también dijo presente en el Obelisco: en 2009, el monumento lució el brazalete de “Say no More”, disco que en ese momento lanzó Charly García. Y el 20 de septiembre de 2015 amaneció sin la punta en una ilusión óptica creada por el artista Leandro Erlich que generó alto impacto entre los porteños.
Chapa y pintura
Para que luzca flamante en su cumpleaños 85, el Obelisco fue puesto a nuevo por la Cámara de Empresarios Pintores y Restauraciones Afines de la República Argentina (CEPRARA) bajo la supervisión del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana.
En primer lugar, se hizo una limpieza y remoción de restos con del uso de potentes hidrolavadoras. Luego se retiró la vegetación acumulada en la fachada y el revoque que no estuviera del todo adherido.
Como primera mano se le puso una capa antigrafitti, un material que protege la superficie de futuras manchas, de fácil lavado y resistente a los cambios de clima. La segunda, tras una semana de secado, fue con látex acrílico (de color Piedra París). Y como tercera y última mano se aplicó una laca a modo de protección en las letras bajo relieve.
“Desde 1988, cada cuatro años, la Cámara viene realizando este trabajo. Esta vez se pospuso en el 2020 por el tema de la pandemia. Por suerte pudimos hacerlo para el cumpleaños 85 del monumento”, afirma en diálogo con LA NACIÓN el secretario CEPRARA, Patricio Kaplun.
“La renovación de este ícono, patrimonio de nuestro paisaje urbano, nos permite mirar al futuro en un momento donde es importante el trabajo en equipo y la unión de esfuerzos y voluntades”, comenta Verónica Araujo, Gerente de Comunicaciones y Asuntos Públicos de América del Sur en AkzoNobel, empresa que fabrica ALBA, una de las pinturas usadas para la restauración.