Regreso a Puerto Piojo, la "playa" de Dock Sud
Después de 40 años, unos remeros que eran habitués volvieron al lugar, pero por tierra
"¿Sabés los fines de semana que pasé en Puerto Piojo?" Tato Pérez lo cuenta así, como si hubiera sido ayer: recuerda que él y sus amigos cargaban unos siete botes con carne para el asado, algunas botellas de vermú, el mate y una pelota. Luego remaban por el cauce del Riachuelo, hasta llegar a su desembocadura, para pasar el día en una playa oculta detrás del polo de Dock Sud.
"Le decíamos Piojo's beach", aseguró Tato, de 76 años, con una foto en la mano. Es de 1960, en blanco y negro, y lo muestra a él -ex campeón de remo- y a sus compañeros del Club de Regatas Almirante Brown -que días atrás hicieron una remada simbólica- y del Club Avellaneda chapoteando en la costa. Sus caras sonrientes, con 50 años menos, confirmaron que el río se disfrutó alguna vez. Hasta que el acceso a la playa fue prohibido a mediados del 70 por considerarse una zona "inflamable".
Nunca más volvieron a pisar el lugar hasta hace unos días, que consiguieron un permiso especial de Prefectura Naval para llegar -por tierra- a la costa. Entonces avanzaron, en auto, los que quedaron de aquel grupo de remeros: Tato, Víctor, Roberto y Alfredo. Llevan sobres con más fotos viejas y banderas de ambos clubes para sacarse una nueva.
Puerto Piojo queda ahí nomás, a unos 5 kilómetros de Plaza de Mayo. Para llegar por tierra desde Capital, hay que cruzar el puente Nicolás Avellaneda e ingresar al Polo Petroquímico de Dock Sud. Luego hay que avanzar hasta el espigón de tierra de un malecón, construido en la boca del Riachuelo para la protección del oleaje. Ahí está la playa, o lo que queda de ella.
El paisaje cobra otra magnitud cuando los remeros se acercan a la costa: agua marrón, árboles opulentos y juncos verdes. Ya no hay arena, pero sí un basural que alberga latas, chapas, vidrios y restos de un barco oxidado entre las piedras. Por encima, el cielo celeste promete un día despejado. Y el sol, que fluye entre las chimeneas de las plantas petroleras, se vuelve radiante.
Los remeros se bajaron del auto y contemplaron la costa con un silencio aplastante. Luego hicieron un círculo para frenarle el viento a Alfredo, un ex timonel con una espalda amplia y erguida, en forma de triángulo invertido, que hoy es asmático.
"Este malecón no existía", dijo Roberto. Del lado izquierdo del espigón de tierra en el que estaba parado, se advertía la dársena de propaneros y, al fondo, las torres de Puerto Madero; del lado derecho, el Río de la Plata y, más atrás, la costa de Quilmes.
"Entre las raíces de alguno de esos ombúes, prendíamos el fuego para el asado", agregó Víctor, que sólo parece querer hablar del pasado. Luego recordó que cargaban a sus familiares en los botes para llevarlos al balneario. Y que en la playa solían cruzarse con algunos vecinos de la zona Sur que sabían llegar por tierra.
Ésta no es la primera vez que estos remeros cuentan la historia de Puerto Piojo. En los últimos meses, colaboraron con el colectivo de artistas Oficina Proyectista para hallar esta playa de la que muchos hablaban, pero que nadie conocía ni sabía dónde quedaba. También participaron en el armado de una muestra en la Fundación Proa, que estará abierta hasta junio. Allí se pueden ver restos de un bote, remos, fotos y un video del Riachuelo filmado por Alfredo. Objetos exhibidos para verificar que Puerto Piojo sí existió.