Primero, el ciudadano que viaja
La apertura de un diálogo entre Nación, Ciudad y Provincia sobre el futuro del transporte metropolitano es una decisión largamente reclamada. Hasta fue objeto de una ley, que nunca entró en vigencia, y de un muy ambicioso, aunque voluntarista, pacto de la movilidad.
Si la iniciativa se sostiene, si se encara con espíritu federal, si hay un verdadero diálogo maduro y franco entre los actores, entonces el enfoque metropolitano podrá poner en primer plano a los destinatarios de las políticas, por encima de los tejidos de intereses. Además, si cambian las condiciones de movilidad poniendo el foco en los sectores más vulnerables por ingreso, género, edad o capacidad física, mejorará la calidad de vida de la sociedad en general.
Si se ve a la movilidad como un sistema, las decisiones podrán ser más creativas e inteligentes. Un primer lugar donde la vida podría cambiar es en las grandes estaciones: Constitución, Retiro, Once, Liniers, Sáenz y Chacarita, principalmente, pero también en las otras que integran la red.
Debe pensarse en acciones inmediatas –condiciones mínimas de seguridad, calidad de los espacios y de la información, facilidad de las combinaciones– y en metas de mediano plazo, como una red expresa regional que permita unirlas sin necesidad para los usuarios de bajar en la terminal.
Asimismo, los tiempos y calidad de viaje pueden mejorar rápidamente con prioridades en la circulación de colectivos y subtes renovados, y de sistemas híbridos, inclusive en autopistas; también se puede mejorar la seguridad de los peatones, en espacios públicos de mayor calidad y ambientalmente saludables.
Progresivamente hay que avanzar con inversiones sostenidas en la mejora del ferrocarril y de sus 800 kilómetros de red, para hacerlo confiable, seguro y con por lo menos condiciones mínimas de comodidad. Una interesante alternativa a profundizar son las opciones compartidas para el uso del auto y para camiones en los horarios y tramos menos críticos.
Si se pone como prioridad al ciudadano que viaja y no a las urgencias fiscales, la actual es una oportunidad para que del actual sistema de financiamiento y subsidios pasemos a uno más sustentable, transparente y equitativo.
Sería ingenuo ignorar las razones, abonadas por décadas de desencuentros, para el mayor escepticismo. Pero existe la oportunidad para satisfacer un derecho básico que es condición previa para el acceso a otros derechos, como la salud, el trabajo, la educación, la vivienda y el desarrollo humano.