Polo Saldías, una sala de ensayo que ya integra la villa con la ciudad
A pocos metros de Barrio Parque, en un predio que planean urbanizar, funciona una usina cultural con artistas que llegan de distintos barrios porteños
Por fuera podría confundirse con un edificio más de las empresas de distribución y logística que operan en la zona. Gris, opaco, sin vida. Pero por dentro la cosa cambia inmediatamente después de que se abre la puerta. Se escucha una guitarra, el sonido de un bajo, los platillos, el bombo de una batería, un amplificador que acopla y varias voces en forma de canciones. Una energía particular baja por las escaleras. Se siente la vibración de la creación.
Las responsables son las más de 60 bandas que ensayan allí, en el Polo Cultural Saldías, al lado del barrio del mismo nombre a pocos metros de las vías del ferrocarril Mitre y Belgrano Norte. Las oficinas que pertenecían a distribuidores de frutas y verduras de un mercado que funcionaba en el mismo edificio hoy son salas utilizadas por músicos, artistas y diseñadores que convirtieron este rincón perdido de la ciudad en una usina cultural e integradora.
¿Cómo pasó de ser un comercio mayorista de los años 60 a un polo artístico? Los hermanos Lucas y Nicolás Pombo iniciaron el movimiento hace diez años a través de la empresa familiar que tiene la concesión de los galpones donde desarrolla su actividad. En una de las oficinas comenzaron a ensayar con su banda y luego el boca en boca hizo su efecto. Hoy Saldías es una asociación civil con más de 300 inscriptos manejada por una comisión directiva.
La existencia de Saldías, fuera del ámbito musical, cobró relevancia tras el anuncio de urbanización del barrio Saldías, donde viven unas 500 personas en más de 100 viviendas. A su vez, la posibilidad de que el Malba amplíe sus instalaciones con un puente cultural entre el barrio 31, 31 Bis y Saldías arrojó preocupación entre los músicos por miedo a que relocalicen este espacio.
Los proyectos de urbanización se plantean como objetivo para integrar los barrios con el resto de la ciudad. Y eso ya ocurre en el polo Saldías con bandas que llegan desde Palermo, San Telmo, Colegiales, Recoleta y otros tantos barrios porteños.
El espacio le rinde tributo a Luis Alberto Spinetta. La sala principal, que hoy funciona como atelier de un artista, lleva su nombre. Allí el Flaco preparó, durante tres meses, el recital de las Bandas Eternas que se realizó en 2009, en Vélez. De las sesiones de ensayo participaron Fito Páez, Charly García, Ricardo Mollo, León Gieco, Gustavo Cerati, Javier Malosetti y otros músicos que estuvieron presentes en el show.
Desde ese lugar, en el centro de un rectángulo, se abren las salas Almendra, Spinetta Jade y Pescado Rabioso, y los pasillos La La La y Socios del Desierto; todos nombres de bandas o discos del músico fallecido en 2012. "Hay mucha mística en el lugar, ensayar en el lugar donde estuvo el Flaco...", le dice a LA NACION Fabricio Bordolini, el cantante de In Corp Sanctis, en una pausa de un ensayo nocturno.
Mixtura de bandas
El Polo Cultural Saldías tiene largos corredores por los que se camina en penumbras. De noche, la iluminación no alcanza; de día, la luz natural hace más fácil el recorrido, sobre todo para quien no conoce sus secretos. A ambos lados de los pasillos hay puertas a dos metros una de otra. A medida que se avanza, los sonidos van cambiando: rock, funky, jazz o reggae, según la banda y la sala.
"Para nosotros es como estar en Disney", suelta Bernardo Rovira, de los B-Lee & The Toxic Bros, uno de los músicos con mayor antigüedad en Saldías y miembro de la comisión. La mayoría de las bandas proviene del circuito under, aunque "hay otras que cortan 1200 tickets en Niceto Club". Los Cafres también suelen ensayar en una de las salas.
Cada banda llega a Saldías -en Recoleta, a pocos metros de Barrio Parque- por consejo de un músico amigo. Cuando aparece una solicitud la comisión analiza la disponibilidad de espacios y decide su admisión. Las bandas tienen libertad para elegir el horario de ensayo, aunque la actividad más nutrida comienza al caer la tarde. El alquiler de cada sala ronda los $ 2500 mensuales y hay espacios compartidos por dos o más grupos. Ese dinero se utiliza para pagar los servicios públicos y mantener en condiciones el edificio.
"El lugar es increíble, si fuera otro país con una conciencia más desarrollada sería una usina infernal, un lugar donde confluyen un montón de bandas, con gente rompiéndose para generar una movida", opina Nicolás Foresi, el bajista de Banda de la Muerte.
La historia ligada a músicos como Spinetta, la energía que se siente en el lugar y la poca presencia en los medios convirtieron al Polo Cultural Saldías en un mito viviente del que pocos saben. Allí conviven diferentes generaciones de músicos y estilos. "La dinámica es muy interesante, hay muchas ganas de hacer algo", aporta el músico Diego Repetto.
Los planes de urbanización llevaron temor a la usina cultural. "Pensar en una relocalización es traumático, achicarnos también. Pero tenemos buen diálogo entre todas las partes para que el polo cultural siga funcionando", explica Lucas Pombo.
La actividad acá parece estar garantizada y, por el momento, nada indica que podría ocurrir lo contrario, según lo explicó el secretario de Integración Urbana y Social, Diego Fernández. "Lo que pasa ahí adentro es muy fuerte e importante, por lo que pensamos que debe seguir funcionando", graficó Fernández. Así, las bandas tendrán un lugar para seguir siendo eternas.