La casona de Villa Devoto perteneció al dirigente radical, Francisco Beiró, y fue lugar de encuentro de reconocidas figuras políticas; hoy presenta un avanzado estado de deterioro
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Los herrajes de la entrada tienen el sello del constructor y habitante histórico de esa vivienda de Villa Devoto que entre edificios nuevos va perdiéndose en un abandono progresivo. FB, las iniciales de Francisco Beiró, están estampadas en las rejas cerradas con candados, al igual que en los ventanales y un portón lateral, como un símbolo de la resistencia de esa casa de principios de siglo XX que fue el refugio del dirigente radical hasta su fallecimiento.
En ruinas, el destino de la vivienda es incierto a pesar de las diferentes propuestas que desfilaron sin éxito por la Legislatura porteña. Ahora, en un nuevo y último intento de evitar una posible demolición de la propiedad considerada un patrimonio de la ciudad y del barrio, vecinos y agrupaciones barriales intentan convencer a los legisladores para que un proyecto vigente sea debatido el próximo jueves, en la última sesión del año, y lograr el salvataje de la casa Beiró.
Lo que piden es que el jueves próximo la recuperación de la propiedad situada en José Cantilo 4500 (esquina Marcos Paz), cerca de la casa que perteneció a Diego Armando Maradona, sea incluida en el temario y frenar así el deterioro de la estructura que avanza desde 2008 cuando fue adquirida por una importante inmobiliaria. Aunque en el barrio se especula cuál es la firma propietaria, LA NACION no pudo confirmarlo.
Entre las propuestas de reconversión se encuentra un museo, el alquiler a sus actuales dueños o la ampliación de los alcances de una ley ya existente que protege la estructura del edificio por su valor patrimonial ante posibles intentos por demolerla. En una gestión de la Junta de Estudios Históricos de Villa Devoto la Legislatura porteña le otorgó protección estructural, aunque se pretende que sea incluida en el Área de protección histórica (APH36) para ampliar su protección.
Dos proyectos de ley se presentaron en 2009 y 2011 para declarar la casa de utilidad pública y convertirla en el Museo de la Democracia “Francisco Beiró” y en un centro cultural, pero ambas propuestas se aprobaron en la Comisión de Cultura y se rechazaron en la de Finanzas. Actualmente hay otro proyecto vigente, del radical Juan Nosiglia, que prevé “la restauración y puesta en valor de la totalidad de la fachada, incluyendo su entorno, así como de las áreas internas del inmueble”.
Si el jueves próximo el proyecto de Nosiglia no se trata en el recinto, perderá estado parlamentario. Desde el bloque de la Unión Cívica Radical ven muy difícil que el tema se incluya en la agenda de la última sesión de 2022 por lo que habría que esperar al año próximo para asistir a una discusión al respecto. Mientras tanto, el tiempo pasa y la vivienda histórica sigue en riesgo.
Abandono progresivo
Los signos de abandono son evidentes. Un colchón de hojas secas, donde también se suman cartones de vino y botellas, se ve al pie de la reja principal y las iniciales FB. Los vidrios de la puerta y ventanales del ingreso están destruidos, cerca de grietas que caen desde el techo por las paredes laterales. A un costado, detrás del portón de la calle Marcos Paz, un Fiat Europa azul está estacionado con sus puertas abolladas, el capó revirado y el resto de la carrocería arruinada.
La exposición al daño se agrava con las lluvias ya que la obstrucción de los desagües de las canaletas genera una acumulación de agua que ejerce presión desde el techo sobre el resto de la estructura. Según atestiguan quienes pudieron ver el interior de la propiedad, la degradación también se encuentra en las paredes y techos internos que están al bordeo del colapso. La carpintería, los mármoles y granitos de los revestimientos originales se perdieron y los vitraux están incompletos.
“La casa está en ruinas. Antes de la venta se la veía bien, pero ahora ya no”, sostuvo Edgardo Tosi, de la Junta de Estudios Históricos de Villa Devoto. “El estado actual es una demostración que nadie quiere hacer nada por ella. Como Junta lo único que podemos dar es un planteo de sentimientos sobre ella, sobre lo que fue y es, un verdadero patrimonio de Villa Devoto”, sostuvo.
Francisco Beiró, quien acompañó a Hipólito Yrigoyen en la fórmula presidencial en las elecciones de 1928 (no llegó a asumir porque murió poco antes), vivió en la casa de la calle Cantilo hasta ese mismo año. Luego se convirtió en la residencia de sus familiares hasta que fue adquirida por una reconocida firma de bienes raíces. Los nuevos dueños proyectaron deshacerse de la vieja edificación y construir un complejo nuevo, aunque la declaración de protección estructural frenó sus intenciones. En el barrio sobrevuela la idea de que la falta de mantenimiento es intencional para acelerar el proceso de deterioro y una eventual demolición.
“El inmueble representa uno de los últimos, si no el último, ejemplos de los grandes predios de quintas suburbanas que quedan en el barrio. La intención es evitar la pérdida de una joya arquitectónica que construyó el propio Beiró a inicios del siglo XX y que, por entonces, ocupaba un cuarto de manzana con un sector de caballerizas y otro para la cría de gallinas”, describe una petición lanzada por la agrupación Buenos Aires Perdida, que busca juntar firmar para sumar a los documentos que harán llegar a los legisladores porteños.
“Si bien sus caballerizas se demolieron en 1960 y la mayor parte de la propiedad fue loteada, la casa y el jardín que la rodea aún conservan su carácter suburbano y valor ambiental”, agrega.
Beiró, que nació en 1876 en Rosario del Tala, Entre Ríos, fue abogado, político de la UCR, diputado nacional, ministro del interior y vicepresidente electo. Fue el vecino notable de Villa Devoto que, en homenaje, le otorgó su nombre a una de las principales avenidas que se extiende entre Constituyentes y la General Paz.
En la casa de los Beiró eran habituales las reuniones con figuras políticas de la época como Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear. Luego del fallecimiento de su propietario la vivienda reunió a importantes personalidades del partido radical como Arturo Illia, Arturo Frondizi, Ricardo Balbín y Francisco Rabanal. Durante la última dictadura militar allí se realizaban reuniones clandestinas en las que se discutían pautas para la recuperación de la democracia.