Patrimonio sentimental: las historias de amor que también sirven para restaurar la Confitería del Molino
Con fotos que sacaron exclientes y exempleados en el lugar, buscan complementar el proceso de remodelación
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Restaurar un edificio va más allá de arreglar techos o pintar paredes es también poner en valor el patrimonio inmaterial de sitios emblemáticos como la Confitería del Molino frente al Congreso de la Nación, un ícono porteño que fue testigo de más de un siglo de historia argentina. Quienes transitaron por sus lujosos salones hoy recuerdan con emoción las épocas doradas del bar. Lo hacen al acercarse hasta la esquina de las avenidas Rivadavia y Callao con antiguas fotografías de celebraciones familiares realizadas en el interior del local en diferentes épocas.
El edificio, de estilo Art Nouveau, fue inaugurado en 1912, es obra de Francisco Gianotti, pero desde 1997 y por dos décadas estuvo en ruinas. A fin de año concluirían los trabajos de refacción y luego licitarían el servicio de la confitería.
Como parte de las tareas de restauración, el 19 pasado un grupo de exempleados y exclientes fueron convocados para acercar sus álbumes con motivo de celebrarse el Día de la Fotografía. Además, se tomó registro de las fotos para constatar piezas faltantes en el proceso de remodelación, tal como sucedió con los leones alados y los vitrales de la cúpula. Esas imágenes dan cuenta de la intimidad de los encuentros, desde casamientos hasta la sorpresa de los mozos cuando un día se cruzaron con Madonna que filmaba un videoclip en el Salón de Baile.
Una de esas historias es la de Alicia y José Luis, que hace 50 años están juntos. Son jubilados y llegaron a la confitería con fotos de su fiesta de boda, en 1974, en el primer piso del bar. “La ceremonia fue en la Iglesia del Sagrado Corazón de Barracas. Buscábamos una confitería con ubicación cómoda para los invitados”, recuerda Alicia de aquel momento cuando tenía19 años. “Del Molino me gustó mucho. Cuando llegué a casa le conté a papá y aceptó. Era un lugar excelente, nos dijo”, afirma mientras muestra una foto en el que se la ve, con un amplio sombrero blanco, junto a su marido, que vestía un saco azul de brillos, mientras cortaban la torta de boda. “Tuvimos que reservar el servicio abonando todo por adelantado con un pagaré. Sin embargo, temíamos que no cumplieran con el contrato. La situación en el país no era buena”, recuerda. Sin embargo, la fiesta salió de acuerdo a lo planeado.
Al comparar lo que está restaurado con las imágenes pasadas, Alicia dice: “Todo sigue siendo como antes, una belleza, como sacada de una foto de Viena, o de Suiza, con los pisos brillantes de madera”. En Del Molino las tareas de recuperación desde el punto de vista arquitectónico se hacen en forma paralela al rescate del patrimonio inmaterial. Es decir, en la búsqueda de fotografías, como las de la boda de Alicia y José Luis, y de testimonios. Desde 2018 hay un equipo especial conformado para ese fin y que está coordinado por Mónica Capano, nueva presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos.
Abuelos y empleados
Cada vez son más quienes se muestran interesados en sumarse al proyecto. El joven Franco Rodríguez Amato es estudiante de historia. Al enterarse, en 2019, de que había comenzado la puesta en valor de la confitería se lo anunció a su familia porque sus abuelos, Olga Zafaroni y Enrique Guffanti, en 1961, celebraron allí su casamiento. Rodríguez Amato y sus padres fueron hasta el bar con el álbum de la boda. “Fue una ceremonia muy grande e importante, ocuparon el salón de fiesta y el anexo. Incluso había mesas sobre el balcón con vista a la Plaza del Congreso”.
Los invitados eran del lado de los padres de su abuelo, miembros de la Sociedad de Ferreteros, y del de su mujer, pertenecían a la industria maderera, cuenta con orgullo el nieto. Según pudo investigar, ese día no tocó la orquesta porque había fallecido recientemente un integrante de la familia. La cena, tal como lo muestran las fotos, fue importante, con vajilla de lujo y platos de primer nivel. “Mis abuelos ya no están pero, por suerte, hoy tengo la hermosa sensación de reencontrarme con un espacio que para ellos tenía gran valor sentimental”, señala el joven.
En Del Molino, en la década del 80, Ana León y Camilo Domínguez empezaron una larga historia de amor. Sin embargo, debido a diferentes circunstancias, la pareja recién pudo convivir hace cuatro años. Ella trabajaba como vendedora en la bombonería y él, como mozo del salón. Fueron empleados hasta el cierre de la confitería en 1997.
Ana se muestra sorprendida por los grandes avances que notó este año respecto al anterior en cuanto a la restauración. Cuenta que Camilo atendió a Madonna cuando vino a la ciudad a filmar Evita. La cantante se enamoró de la Confitería del Molino, y la eligió para el videoclip del tema “Love Don’t Live Here Anymore”. “Él atendía a la también actriz. De hecho, a cada hora debía cambiarle la ración de frutas y agua, lo único que consumía. Antes de ingresar con la bandeja le solicitaba permiso a su guardaespaldas”, relata.
Ella trabajó en varios puestos de la confitería. Su primer cliente fue el humorista Mario Sapag. También atendió al actor Osvaldo Miranda y a los conductores Héctor Larrea y Antonio Carrizo y al cantante Armando Manzanero, que compró una caja de marrón glacé. Pidió que se la envolviera para regalo y se lo alcanzara a una mujer joven que estaba en una de las mesas, recuerda.
“Nunca se supo bien porque ese año [1997] cerraron por vacaciones y no volvieron a abrir. Yo tengo los mejores recuerdos de los dueños, los Roccatagliata. Trabajaban a la par nuestra durante la Fiestas cuando nosotros no dábamos abasto”, señala.
Luis Goñi fue empleado durante la última época, entre 1992 y 1994. Pasó de encargarse de la caja y controlar el salón a ser cajero en lo que sería la nueva propuesta gastronómica, el sector de comidas rápidas. “Estudiaba ingeniería junto a Paula Roccatagliata, hija de los dueños. Ellos vivían en el edificio de al lado, sobre Rivadavia”, recuerda. En la década de los noventa, el padre de Paola, Edgardo, viajó a Miami donde conoció el sistema de fast food y quiso implementarlo en la confitería. “Éramos un grupo de chicos que atendíamos como si fuera una cadena de hamburguesas, con un uniforme a rayas”, dice el ingeniero, que un día encabezó una protesta por falta de pago. “Una vez no levantamos la persiana y después nos empezaron a pagar con puntualidad, como un relojito”, completa.
Se puede acercar fotos u objetos para que formen parte del museo que se instalará en el edificio. El material se puede enviar a través de las redes oficiales (Instagram, Twitter y Facebook) @delmolinook, o vía correo electrónico a info@delmolino.com.ar