Al final de pasajes, plazas o calles raras, son parte del paisaje urbano afrancesado de principios del siglo XX, aunque también las hay modernas; un recorrido por Recoleta, Puerto Madero, Núñez y el centro
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Escondidas al final de pasajes, plazas o calles raras, las escaleras de Buenos Aires son parte de un paisaje urbano afrancesado de principios del siglo XX que parece olvidado frente a las nuevas torres. Sin embargo, nunca perdieron su encanto: hoy es posible disfrutar de un recorrido con aires parisinos, subiendo y bajando antiguos peldaños, rodeados de esculturas, parques, bulevares, farolas y árboles centenarios. Pero también existen escaleras modernas: la de atrás de la Casa Rosada o curiosas perlas como una situada en Núñez.
Las cinco de mayor valor patrimonial se encuentran en el sector del barrio de Recoleta conocido como La Isla, delimitado por Avenida Las Heras, Agüero, Avenida del Libertador y Agote. Es una zona poco transitada, donde entre semana se observan tan solo algunos paseadores de perros o encargados de edificios. Se trata de exclusivo rincón sobre una loma con la Embajada británica en su punto más alto. Durante una recorrida por la zona con Pablo Chiesa, miembro de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, este explicó que esos terrenos pertenecían desde mediados del siglo XIX al empresario norteamericano Samuel Brown Hale y que luego pasaron a manos de la firma británica Baring Brothers & Co. “En 1906 la Intendencia de la ciudad les compró a los ingleses la mayor parte del lote para que, al año siguiente, el francés Joseph-Antoine Bouvard, director de Parques y Paseos de París, realizará allí diversos proyectos urbanísticos: entre ellos, las escaleras de la actual comuna 2″, dijo el museólogo.
La contratación de Bouvard por parte de Carlos Torcuato de Alvear ocurrió con motivo de la preparación de los festejos del Centenario de 1910, cuando Buenos Aires dejaba atrás su pasado colonial. Según la historiadora Roxana Di Bello, Bouvard tenía por objetivo rescatar la vista al río y, sobre la barranca de lo que hoy es La Isla, decidió construir belvederes. “Estas grandes terrazas, o explanadas destinadas a salvar los desniveles, constituían un paseo para admirar el río, que para él era bellísimo y se le daba la espalda. Inspirado en París creó diagonales, curvas muy valoradas: de inmediato la zona se cotizó. Hoy, si bien mucho fue demolido, no perdió su encanto “, relató la licenciada.
Inicio
Una posible ruta por sus escaleras podría comenzar por la de Arjonilla y Agüero, junto a la llamada Fuente de la Poesía. Arjonilla es una rara y corta arteria porteña; nace a lo alto junto al Monumento a Bartolomé Mitre. Su nombre proviene de un pueblo español donde se libró una batalla en la que se destacó José de San Martín. Esta escalera es una de la más imponentes de la zona no solo por su tamaño, sino también por sus columnas coronadas por restos de esculturas, su revoque símil piedra, su balaustrada y faroles de la firma Vassena. Mientras se sube, se observa a lo alto un pequeño bulevar y luego el monumento del prócer.
Desde allí se desciende hacia la calle Agote en su intersección con República del Líbano. La caminata inevitablemente remite al barrio de Montmartre: se baja a través de una serie de terrazas y de escalones lindantes a un lado con esa calle y, del otro, con los jardines de la Residencia de la Embajada británica. República del Líbano en su tramo final se abre en dos: por un segmento transitan autos hasta la Avenida del Libertador y, por el otro, es una arteria peatonal hacia Agote.
Según Chiesa, en lo que hoy se llama Plaza Mitre hubo tres escaleras, pero para despejar la vista hacia la escultura de Mitre “la Municipalidad demolió la escalinata central y reconstruyó la barranca, conservando las dos laterales”. Por lo tanto, el sistema se componía en un principio de seis escalinatas: tres de Plaza Mitre, dos en Guido y una sexta en Copérnico.
Si continuamos el paseo subiendo por Agote en dirección a Las Heras nos encontraremos con una ancha escalera central, rodeada por miradores con vista al Cementerio de Recoleta, construida a dos niveles, sobre la elegante calle Guido. A la derecha se observan las oficinas de la Embajada británica y tiene figuras decorativas de niños sosteniendo canastas. Al continuar, en medio de pasajes y edificios afrancesados se llega a otra plazoleta central con el pequeño busto de Gelly y Obes. Pero Guido es un eje recto que desde ese lugar desciende hasta Agüero, donde hay otra escalera con dos cóndores sobre altas columnas. Esta conducía en forma directa a la quinta presidencial Unzué, en el lugar donde hoy se ubica la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.
La quinta escalera está en la intersección de Copérnico y Galileo, dos calles con nombres de astrónomos a la que se suma Newton en la misma zona. La única cuadra de Copérnico tiene un remate especial: como las vecinas Guido y Arjonilla, termina en una escalera con balaustrada, faroles y además luce las mismas figuras alegóricas de los niños con jarrones, similares a los de Guido y Agote.
Símbolos
El romano Vitrubio planteó en el siglo I las reglas de la mayor parte de las escaleras que se utilizaron hasta hoy. En un principio, en el espacio público tenían función monumental o religiosa, como en las pirámides de los mayas o en el teatro griego. En la Edad Media se utilizaban con objetivos militares, mientras que en la época renacentista y barroca adoptaron formas ornamentales y simbólicas para unir lo terrenal con lo divino. En el siglo XIX volvieron los estilos del pasado: entre los siglos XIX y XX fueron construcciones nouveau-modernistas, hasta que en el siglo XX comenzaron a primar los ascensores.
En Buenos Aires existen también escaleras modernas: una de ellas nace en la Avenida Alicia Moreau de Justo, en Puerto Madero, y crece hasta situarse al nivel de la Casa Rosada; la peatonal Roberto M. Ortiz que se transforma en una breve escalera al desembocar en la acera de la Avenida Alvear y finalmente uno de los dos carriles de la calle Lavalle, en la cuadra entre 25 de Mayo y la Avenida Leando N. Alem, por solo citar algunos ejemplos.
Pero hay otra más, escondida, considerada “la curiosa perla de la calle Arias”. Así titula su artículo Pedro Bedrossian en la sección de su blog referida a pasajes y calles pintorescas de Buenos Aires. Según recuerda el investigador, Arias a la altura del 2000, en el barrio de Núñez, sorpresivamente se interrumpe. Allí parece terminar en un pequeño muro detrás del cual se observa una tupida vegetación, justo en su intersección con la calle O’Higgins al 4500. “Basta cruzar la calle para observar que a ambos lados de ese diminuto paredón se abren dos anchas escaleras que simétricamente descienden en dirección a la calle Grecia. Entre ellas, una barranca de césped, plantas con flores y viejos árboles forman un llamativo jardín”, explica. No se conoce la fecha de su construcción, ni quiénes fueron sus diseñadores.