Pasado el mediodía de un martes nublado, dos adolescentes se besan en uno de los bancos del último piso de la galería Patio del Liceo, se hacen cosquillas y se ríen bajito. Las mochilas están en el piso, ella tiene las puntas del pelo rosa y él unos anteojos redondos. La galería está ubicada en Santa Fe 2729 y hoy es el lugar donde emprendedores ligados al diseño, arte, oficios, fotografía están en lista de espera para alquilar locales. Es también, el espacio de encuentro de los jóvenes y no tan jóvenes que valoran y apoyan el diseño independiente.
La mayoría de los locales están alquilados por mujeres de entre 30 y 40 años, una casualidad simpática si pensamos que este edificio fue el primer liceo de señoritas de América Latina. La oferta de la galería es variada: joyería contemporánea, indumentaria, cosmética orgánica, librería, santería, ropa y objetos vintage. Están también los espacios que brindan talleres de costura, encuadernación, fotografía analógica, cursos de astrología y hasta una sede de activismo vegano.
El edificio de fines del siglo XIX era una casa de familia, luego fue donada al Estado y se convirtió en el Liceo de señoritas N°1 José Figueroa Alcorta. Cuando el espacio quedó chico, a fines de los 80, se mudó enfrente e incorporó varones. Las aulas fueron entonces reemplazadas por locales comerciales: se construyó una galería que lucía como un shopping y hasta tenía escaleras mecánicas. Duró poco y nada, no había un gerenciamiento y los conflictos no tardaron en aparecer. Un vecino se quejó por la construcción de un techo, multaron a todos y el monto fue aumentando hasta llegar al embargo de los locales.
En el año 2005, la galería estaba casi abandonada, sin mantenimiento, sucia y la mayoría de los locales ocupados con gente que se había instalado a vivir ahí. Hernán Taraman trabajaba en el negocio textil familiar a pocas cuadras de ahí mientras estudiaba derecho. "Uno de los empleados del negocio había hecho unos trabajos en la galería y me comentó que estaban vendiendo locales a 10.000 pesos, era realmente muy bajo el precio. Fuimos con mi papá a ver y el estado del edificio era bastante preocupante pero por la ubicación y el precio me animé a comprar el local que está en la entrada, que se puede ver desde la calle, pensé que se podía alquilar para kiosco".
La situación no era fácil entre los embargos y los ocupas. En la primera asamblea Hernán, ya recibido y con 25 años, se asustó del nivel de violencia que había entre los dueños, pero al ser "el nuevo" muchos se le acercaron para venderle sus locales. Y así fue comprando locales muy baratos en relación a la ubicación y tamaño. El juicio por la multa salió bien, tuvieron que pagar una suma menor a la esperada. Hernán fue local por local y, se presentó como nuevo propietario: "Fue un trabajo de hormiga, con la mayoría de los inquilinos pude negociar, les perdoné todas las deudas y se fueron sin problema. Tuve que desalojar a seis, una tarea engorrosa pero que la hacía yo como abogado", dice Hernán.
"Este era mi primer proyecto y le puse mucho tiempo, energía y plata. Pensar que con esa inversión me podría haber comprado un departamento. Creo que mi edad y mi entusiasmo hicieron que no lo pensara tanto", dice Hernán, que ahora es dueño de la mayoría de los 52 locales.
Hoy, cuando Hernán llega a la galería todos lo saludan desde los locales o salen a consultar algo, casi siempre termina tomando mate en el local de una de sus primeras inquilinas, Marina Callis, con quien se hicieron muy amigos. Marina llegó en 2010 buscando un espacio para instalar su taller de joyería textil. "Me gusta de la galería que tiene cierta intimidad para oficiar de taller y al mismo tiempo es pública", dice Marina con un bebé en brazos. "No es mío -aclara- se lo estoy cuidando a una compañera del local de abajo". Varias de estas situaciones se suceden en "la gale" como le dicen muchos de sus habitantes. Hernán dice que es una secundaria de treintañeros con alta mayoría de mujeres y que le sigue sorprendiendo los lazos que se crearon entre los inquilinos.
¿Cómo adquirió esta onda artística o under? Haciendo un poco de historia, todos mencionan a Nicolás Barraza como el pionero, un artista argentino que había vivido en Berlín y buscaba un lugar donde poner su estudio y su galería Mite, que al día de hoy sigue vigente y vanguardista. Algo de ese edificio de fines del siglo XIX con art deco y paredes descascaras lo deslumbró y desde 2009 que tiene su espacio en el Patio del Liceo.
El boca en boca llevó a Marina Alessio con su librería de arte contemporáneo. No es que Hernán hubiera planificado hacer un espacio dedicado al arte contemporáneo o alternativo, según él no tiene mucho que ver con ese mundo: "Yo estaba contento porque era gente decente, que pagaba en fecha, que hacía cosas interesantes. Hasta ahora habían sido todas luchas y yo estaba agradecido de dar con buena gente", dice.
Los primeros locales que se alquilaron fueron los de arriba. "Durante muchos años, al llegar a la galería, te decían ‘subí directo’", cuenta Gabriel Grinshpan, que llegó al Patio cuando fue a la inauguración de Mite y con el tiempo alquiló un local para la marca que en ese entonces era de indumentaria y hoy tiene también una línea de bazar y accesorios.
"Mi marca ya venía funcionando en Palermo y tuve que esperar un poco porque mi onda no era tan trash y eso podía interferir con el público que yo ya tenía", dice Gabriel. Es que el Patio del Liceo tardó en armarse, los problemas de humedad y varias obras se necesitaron para que se viera linda, mucho de este trabajo estuvo a cargo de Hernán, los otros dueños (que todavía hoy tienen locales) delegaron en él la restauración. Los locales de la vieja época, como uno de arreglos de ropa o de tapicería continúan y contrastan con la estética de los nuevos.
Las emprendedoras se retroalimentan entre ellas, se conocen entre todas y son clientes entre ellas. en Morris del Patio, un local en el que se dan talleres de diseño, arte y oficios, se diseñan packaging y logos para marcas que están en la galería. Cada tanto se desocupa un local y hoy por hoy Hernán hace una curaduría de a quién se lo alquilará. "Tengo una lista de espera de interesados y por el Instagram me llegan consultas todas las semanas preguntando si hay algo libre. Hoy tengo que elegir lo mejor para ese lugar, esperar a que venga el producto ideal".
Los inquilinos más nuevos son los de Voicot, un movimiento artístico por los derechos de los animales. Dentro del movimiento vegano no hay un local de activismo en Buenos Aires, según Ezequiel Spera, uno de los integrantes del colectivo Voicot que hace investigaciones sobre el tema y también hacen vigilias en mataderos para darles un último saludo a los animales. Es un local chico en el tercer piso en el que se venden remeras y buzos con inscripciones como "Todos somos animales" "Basta de matar animales", libros y se brinda información.
Se podría decir que el público de la galería está compuesto por jóvenes que consumen cultura alternativa, se visten con ropa vintage y valoran los productos naturales. En el Patio del Liceo hay locales tipo mercado de pulgas, una tienda de cosmética orgánica y vegana. Entre los que visitan la galería, los fines de semana se ven personas de entre 30 y 40 años, algunos con sus hijos. Cuando por la noche hay ferias, inauguraciones o algún evento El Patio se llena de gente con vaso en mano que pasea por todos los pisos.
A veces musicaliza una banda, se crea un ambiente agradable al que se suman los locales abriendo sus puertas, sacando la mercadería a los pasillos hasta bien entrada la noche. En la semana, en cambio, son más bien los adolescentes de la zona que van a pasar el rato. Los rumores dicen que tuvieron que cerrar los baños con llave porque los estudiantes del colegio de enfrente se encerraban ahí un buen rato. Los que toman talleres vienen desde distintas zonas, como las alumnas de estudio Craft, cada una en su máquina de coser comentan que vienen desde Lomas de Zamora, Martinez y otra es vecina.
Atrás quedó esa galería fantasma o embrujada, como la llamaban en el barrio a principios de 1990, hoy la galería Patio del Liceo está vital y con el entusiasmo de jóvenes emprendedoras que transmiten su conocimiento y donde se nota el espíritu colaborador que hay entre todos los que forman parte de ella. Los que visitan el Patio del Liceo la describen como un semillero, donde siempre hay algo curioso para descubrir y alguien interesante para charlar.