Ubicado en Alsina al 700, este palacio guarda antecedentes singulares
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¿Habrá imaginado, allá por 1914, el ingeniero Claro Cornelio Dassen que el edificio con mirador que construía en Alsina 1764 quedaría atrapado, al cabo de pocos años, entre medianeras? ¿Lo habrá calculado al convocar al arquitecto Alejandro Christophersen para alzar ese extraordinario faro urbano?
Con apenas 7,70 m de frente y 56 m de fondo, el terreno era estrecho. Pero Buenos Aires era baja. El edificio de la confitería El Molino, a pocas cuadras, data de 1917, y el Barolo, de 1919. Seguramente, no era fácil entonces prever el vertiginoso ritmo que cobraría el crecimiento de la ciudad.
Por su singularidad, y la de su propietario, mucho se ha dicho sobre el Palacio Dassen. Según los profesionales que han intervenido en los últimos 40 años en el edificio, los planos no mencionan el hormigón armado con el que está construido. Probablemente, este brillante ingeniero haya querido asegurarse que las tres plantas sostuvieran sin problemas la torre que había imaginado para observar las estrellas, y se jugó por este nuevo material.
El arquitecto Mederico Faivre –convocado por la Asociación Argentina de Actores a comienzos de los años 80, cuando adquirieron la sede– arroja una hipótesis sobre por qué no fue declarado: "Además de ingeniero, Dassen era funcionario de la Municipalidad. No podía firmar los planos autorizando una técnica que aún no estaba reconocida por las autoridades".
El edificio, de unos 2.000 m2, impresionó en su momento a Faivre como un objeto arquitectónico complejo y ecléctico, difícil de entender y memorizar. "Excitante y cargado de un clima esotérico", evoca. "La dificultad en las primeras recorridas para abordarlo y entenderlo era justificada, ya que posee un sinnúmero de recursos escenográficos e ilusionistas magistrales. A esto se sumaban entrepisos semisecretos, falsas puertas, triples alturas y la dramática presencia de la luz central de la lucarna de 7 m x 7 m que iluminaba el hall central, el espacio de mayor atracción".
De allí parte la escalera de tres tramos de roble, que destaca junto con las importantes tallas realizadas, según dicen, por un carpintero ebanista traído de Europa que trabajó también en molduras y frisos. Son varias las alusiones a elementos referidos a la ciencia, o masónicos, puesto que Dassen aparece mencionado con frecuencia como tal. Símbolos triangulares y la figura de un compás sobre alguna de las puertas parecen confirmarlo.
Culto y amante del arte, tenía abono al teatro Colón, asistía personalmente a remates en busca de obras de arte y alhajas. Y hasta las diseñaba personalmente. "Mi abuela no podía opinar demasiado sobre decoración: de todo eso se ocupaba mi abuelo", recuerda su nieta Susana Dassen, hija de Juan Justo.
Claro Cornelio tuvo con su esposa, Elisa Morales Claudeville, seis hijos: Rodolfo (1899), Delia (1901), Juan Justo (1902), Elisa (1905), Julio (1906) y Carlos Augusto (1908).
El retrato del matrimonio de su hija Elisa con Carlos Castro Bibiloni, tomado en la casa de Alsina en 1923 y publicado en Caras y Caretas, y la del enlace de Carlos Augusto con Gabriela Haydée Begué, en 1941, dan cuenta de que el edificio fue el seno de un hogar con activa vida familiar.
Claro Cornelio falleció súbitamente el 28 de diciembre de 1941, y su viuda vendió la propiedad al poco tiempo. En 1943, donó 1.200 volúmenes muy valiosos y antiguos a la Sociedad Científica Argentina, de la que había sido vicepresidente. Había obras de los siglos XVII y XVIII, escritas por Apolonio de Perga, Euclides, Arquímedes, Aristóteles, Diofanto, Celsius, Clairaut y Mapertuit.
De todos sus hijos, Rodolfo fue un médico eminente y Julio, un reconocido abogado. Elisa quiso ser ingeniera, pero Claro no lo permitió. En cambio, sí obligó a Carlos a seguir una carrera universitaria, a pesar de que era un apasionado y talentoso mecánico inventor. Eligió odontología. Cuando los hermanos mayores se fueron casando e independizando, Elisa (Chicha) y Carlos quedaron viviendo allí.
Él tenía su consultorio, y se consagró como fotógrafo familiar, pues era un gran aficionado de la actividad. A Carlos hay que agradecer la toma de Héctor Orliac (marido de Chicha) observando por el telescopio del mirador, único testimonio conocido de los tiempos en que el faro conservaba su rol astronómico original.
Cuando Claro murió, los hijos se siguieron encontrando en Alsina casi a diario. "Cada 14 de julio se cantaba La Marsellesa", dice Susana Dassen. Para ella, las visitas al mirador son un recuerdo imborrable. "De día le ponían una lente ahumada, y se veía Montevideo", evoca.
A finales de los años 40 funcionó allí la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, luego la empresa Imperial Textiles –que realizaba sus desfiles en las plantas superiores– y, por último, desde 1983 y hasta la actualidad, la Asociación Argentina de Actores.
Se conserva aún el balcón con las iniciales de Claro Cornelio Dassen y el pasadizo secreto que conduce desde el segundo piso al sótano. Fue declarado monumento histórico artístico nacional en 1999.
Claro Cornelio, una mente preclara
Nació en Buenos Aires el 16 de septiembre de 1873. Era hijo del francés Juan Bautista Dassen y María Antonia Granvard. Los Dassen venían de la Bastide Clairence, fortificación fundada por el reino de Navarra en 1314. Jean Baptiste llegó a Buenos Aires en 1847 y se casó con Antonia en 1865 en Montserrat. Claro (Clair) estudió la primaria en el colegio Rollin de la calle Moreno, de donde egresó con Premio de Honor. El primer año de la secundaria lo hizo en el colegio Negrotto y el resto en el Colegio Nacional de Buenos Aires. En 1892 ingresó en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales para seguir la carrera de ingeniero civil.
El primer examen lo dio en noviembre de ese año, y el último, en marzo de 1897. De los 32 exámenes de la carrera, mereció 31 sobresalientes, con algunas felicitaciones especiales, y sólo en una materia (Construcciones Civiles) obtuvo distinguido.
En 1901 presentó su tesis "Metafísica de los conceptos matemáticos fundamentales y del análisis llamado infinitesimal" y se recibió, también con Medalla de Oro, en el doctorado en Ciencias Físico-Matemáticas. Así, a los 28 años, estaba laureado en dos carreras con honores.
Quedó huérfano a los 20 años, por lo que tuvo que salir a trabajar muy joven. Entre 1893 y 1894 fue profesor de Aritmética en el Instituto Libre de Enseñanza Secundaria; en 1895, profesor de Física y Química en la Escuela Politécnica. Ingresó en la Municipalidad en 1897 como jefe de Obras Públicas en Barracas al Sur, hoy Avellaneda. Al año siguiente, pasó como ingeniero de sección a la Dirección de Niveles y Calzadas de la Capital. Ascendió a ingeniero jefe en 1903 y a inspector general en 1908, cargo del que se retiró, jubilado, en agosto de 1917.
Dassen dejó numerosa bibliografía al respecto: "El algarrobo argentino como material de pavimentación", "El asfalto encauchado", "Los cambios de nivel en las calles" y su Estudio crítico de la pavimentación de Buenos Aires en el año 1900. La mayoría fueron publicados en la revista La Ingeniería, de cuya redacción fue un asiduo colaborador.
En 1905, fue denunciado judicialmente por un empresario del sector, Narciso Agüero, que argumentó ser perjudicado en las licitaciones por los dictámenes de Dassen. Agüero perdió y Dassen, respaldado por toda la comunidad de ingenieros de la ciudad, arremetió con un juicio por calumnias, que si bien no prosperó, sirvió para dejar en claro que era un profesional intachable. Durante el proceso, que se extendió entre 1905 y 1911, sus colegas firmaron varios diplomas de apoyo como desagravio. Y, una vez terminado el juicio, se ocuparon de difundir el artículo "Fallo moralizador" para limpiar su nombre. También circuló una medalla dedicada a Claro Dassen "por su enérgica y eficaz campaña judicial en pro de los fueros y respetos debidos a los funcionarios públicos".
En mayo de 1898 obtuvo su primera cátedra como docente de Matemáticas en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Fue profesor de Geometría Descriptiva y Teoría de los Mecanismos de la UBA (1898-1925) y el 16 de marzo de 1927 fue designado profesor honorario de la UBA.
Ingresó a la Sociedad Científica Argentina en 1892, apenas comenzó la carrera. En 1898 pasó a ser parte de la Comisión Directiva como bibliotecario, cargo que desempeñó ocho años. Quizás entonces haya surgido su interés por los libros. Llegó a tener una importantísima biblioteca personal y una valiosa pinacoteca. Su nieta Liliana Dassen –hija de Carlos Augusto, el odontólogo– cuenta que tanto sus abuelos como los hijos mayores del matrimonio tenían sus retratos al óleo. Los de los abuelos eran individuales y pintados a tamaño natural por el español Laureano Barrau. Ella conservó el de Claro unos cuantos años hasta que lo vendió, y los descendientes de Delia tenían el de su esposa Elisa. Como era muy grande y no podían exhibirlo, lo enrollaron en su momento y terminó estropeado.
En 1933 recibió la distinción de Caballero de la Legión de Honor, otorgado por el gobierno de Francia, en reconocimiento del mérito intrínseco de su obra y de la vinculación espiritual entre ambos países.
Según el artículo biográfico de P. Rossell Soler, escrito al poco tiempo de morir, "los textos de matemáticas de Dassen son, sin duda alguna, los mejores escritos en el país". También destaca su serie "Las Matemáticas en la Argentina" (parte de Evolución de las ciencias en la República Argentina), y sus obras Trigonometría y Cosmografía, a las que se suman varios compendios de álgebra y de aritmética.
Su legado quedó, al igual que el edificio, aprisionado entre las medianeras del presente, pero su impronta es fuerte como la del faro que asoma entre ellas, y proyecta su voluntad de ver siempre más allá.