La venta de un predio donde funcionaba un estacionamiento se confirmó y generó revuelo en el barrio y en la comunidad del Monasterio Santa Catalina
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Las rejas están cerradas en el predio donde durante décadas funcionó un estacionamiento en una de las zonas más cotizadas de la ciudad. Solo quedan las marcas de pintura que delimitaban los espacios para ubicar a cientos de vehículos, las garitas donde se atendían a los clientes y los dos portales de entrada y salida, hacia la avenida Córdoba y la calle Viamonte. Hay cables, restos de estructuras y algunos conitos naranjas que se usaban para colocar arriba de los techos de los autos. El final, como se anunciaba, llegó y generó preocupación.
Con el apoyo del Arzobispado de Buenos Aires, que se sumó al reclamo, la comunidad del Monasterio Santa Catalina –situado en la misma manzana del predio cerrado, en el límite del barrio de San Nicolás con Retiro– se movilizó en las últimas horas para dejar claro que le darán batalla a la instalación de un templo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los mormones, que adquirieron el preciado terreno en una cifra millonaria y en una operación que se cerró en Estados Unidos.
La regulación del uso del suelo porteño no admite dos templos a pocos metros de distancia, argumento que será tenido en cuenta para pelear por el territorio. También el valor arqueológico y patrimonial que podría estar en peligro por la obra, ya que existe evidencia seria de que allí podría existir un cementerio de esclavos afroamericanos y de las monjas del convento de Santa Catalina, el primero que se instaló en la ciudad. Además, el monasterio y la iglesia están catalogados como monumentos históricos nacionales.
“El Arzobispado de Buenos Aires se une al reclamo planteado sobre la venta del terreno lindero a la Iglesia y Monasterio Santa Catalina de Siena, situado en la manzana histórica que perteneció desde 1745 a 1974 a las monjas de la Segunda Orden Dominica. Sabemos que es un ámbito emblemático por su valor arquitectónico e histórico, que lo llevó a ser uno de los primeros lugares en torno del cual se fue haciendo nuestra ciudad”, proclamó la Iglesia porteña en un comunicado que se leyó ayer en un encuentro.
La reunión tuvo lugar en el auditorio del monasterio y fue encabezada por el padre Gustavo Antico, con la participación de unas 100 personas: vecinos de la zona, miembros de la comunidad, la agrupación Basta de Demoler (BDD) y diputados de la ciudad. “El Arzobispado, desde hace muchos años y a través del rector de la Iglesia Santa Catalina, cuida por la preservación de los dos monumentos históricos nacionales que se nos han confiado, la iglesia (MHN, 1942) y el monasterio (MHN, 1975), y además por el entorno de ellos, ya que es un espacio de amortiguación de tales edificios”, prosiguió el documento.
Esta es la primera intervención de la Iglesia porteña en un tema que fue escalando desde el año pasado, cuando comenzó a plantearse la posible venta del predio. El Arzobispado aclaró ser consciente del “libre derecho de acordar entre privados la compraventa” del terreno en cuestión, pero lamentó no haber sido informado a tiempo “dentro del camino ecuménico que venimos alentando en Buenos Aires” sobre la adquisición del predio por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Es por eso que pedimos a las autoridades de la ciudad evaluar la aprobación y conveniencia urbanística de tal construcción y de potenciales daños en ambos monumentos históricos nacionales. Recomendamos, además, que antes de tomar cualquier decisión se confirme el valor arqueológico que se esconde en ese terreno, ya que tenemos pruebas documentadas de la existencia en ese sitio de dos cementerios coloniales (religiosas y esclavos)”, reclamó el Arzobispado.
Regulación
El último pedido está relacionado con las normas de los usos de culto que deben cumplirse según el Consejo del Plan Urbano (Copua) de la Secretaría de Desarrollo Urbano. En este caso, antes de autorizar un nuevo templo el Copua debe medir la intensidad del uso para que haya un equilibrio en la mixtura, un principio que, a primera vista, se vería afectado por la ubicación de dos templos en la misma manzana. Consultados por LA NACION, desde la Secretaría informaron que, hasta el momento, no hay un pedido oficial para ser tratado.
El encuentro fue organizado por BDD, que había presentado un proyecto de expropiación del predio cuando la venta aparecía entre las posibilidades. La agrupación pretendía que la administración porteña comprara el terreno, valuado en unos 30 millones de dólares, para instalar allí una plaza y espacio público. Ayer, cuando se mencionó esta posibilidad, los asistentes a la reunión estallaron en un aplauso, a pesar que la operación entre privados ya se había concretado y que la Ciudad descartó la posibilidad de expropiar.
“Mientras no tengamos claro cuál es el proyecto y si es viable legalmente, no podemos hacer nada. Si la idea avanza y se construye el templo, evaluamos la posibilidad de accionar en la Justica”, adelantaron desde BDD. También contaron que representantes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se comunicaron con Antico para contarles los planes para el terreno que, según se comprometieron, no atentarían contra el patrimonio ni la historia del lugar.
Sin embargo, la comunidad afrodescendiente expresó su preocupación por lo que podría ocurrir con el cementerio de esclavos y monjas que estaría bajo tierra, según la evidencia en estudios recientes que evaluaron el potencial arqueológico del predio de la calle San Martín 705 y del todo el perímetro comprendido por la avenida Córdoba, las calles Viamonte, Reconquista y San Martín.
Esos análisis concluyeron que podrían estar enterradas al menos 50 monjas de clausura que vivieron en el monasterio y esclavos africanos y afrodescendientes que construyeron las instalaciones. Los restos podrían permanecer en los subsuelos del estacionamiento. El monasterio y la iglesia Santa Catalina terminaron de construirse en 1745, cuando se mudaron las primeras monjas que vivieron allí hasta 1974 antes de mudarse a un nuevo convento en San Justo, donde viven actualmente.