Se trata del edificio de principios del siglo pasado, situado en Suipacha 612, y que fue diseñado por el arquitecto Julián García Núñez
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La ciudad de Buenos Aires es famosa por sus más de 400 cúpulas en edificios de estilo europeo. Sin embargo, con el paso del tiempo muchas desaparecieron. Los motivos son diversos. Algunos están rodeados de misterios, como el de la construcción situada en Suipacha esquina Tucumán, una perla del modernismo catalán del arquitecto Julián García Núñez. Antiguas fotos muestran al inmueble coronado por un bello mirador que hoy ya no existe. Es un enigma cuándo, cómo y por qué desapareció esa torre. Su autor parece no haber querido dejar rastros de sus obras ni proyectos, y generó aún una mayor intriga sobre el devenir del icónico remate.
Suipacha 612 es la primera casa de renta en la ciudad de García Núñez (1875-1944). Fue diseñada para el acaudalado estanciero, Celedonio Pereda, que era amigo del padre del arquitecto, Nicanor Julián García y Vidal. Ambos proyectaron varias obras para la comunidad española a través de una empresa constructora propia. El caso de Suipacha es particular porque anticipa el posterior estilo de García Núñez: el modernismo catalán, de tono recargado y barroco, cuyo mayor exponente fue Antoni Gaudí.
El frente conserva su firma característica del su primer período. La topografía es modernista y muestra la fecha de construcción, 1907. Debido a su importancia patrimonial, en 2016 el gobierno porteño restauró su fachada. El Ministerio de Desarrollo Urbano informó a LA NACION que el inmueble tiene protección estructural, y es de gran valor artístico y arquitectónico: “Se destaca la herrería con formas geométricas y vegetales en los balcones, las balaustradas de formas orgánicas en el primer nivel y carpinterías”. A su vez posee valor urbanístico ambiental, e histórico testimonial al formar parte del grupo de obras del antiacademicismo y del art nouveau en la ciudad.
Una cúpula industrial
Sin embargo, mucho tiempo atrás sufrió una notoria modificación. “Había una cúpula muy similar a las de Barcelona, un típico producto de la revolución industrial”, revela el investigador Alejandro Machado. Como detalla, consistía en un tambor de metal, y encima había un casquete superpuesto a través de ocho anclajes. Terminaba en un mirador con piso de paneles de vidrio y herrería forjada con motivos florales y un cupulín de viñetas de vidrio esmerilado. Llega a esta conclusión al ampliar la imagen del edificio tomada por fotógrafo personal del arquitecto, José Peuriot. “La foto se salvó por milagro. García Núñez casi no dejó dibujos ni planos”, afirma Machado, quien a través de su cuenta de Instagram, convoca a caminatas urbanas donde explica este tipo de datos curiosos.
LA NACION subió al departamento del cuarto piso del edificio donde está la terraza sobre la cual se posaba la torre. Allí, no hay rastros de la cúpula que formaba parte del conjunto de remates de edificios patrimoniales, como los de Lorenzo Siegerist, de Arnoldo Albertolli, de los hermanos Barassi, el Bencich de la calle Tucumán, el ex-Marple, el monumento a Dorrego y el solar donde nació Bartolomé Mitre.
Yamila Rambaldi, que en su cuenta de Instagram @BuenosAiresperdida dedicada a las fotografías antiguas, tiene la misma imagen de Peuriot conservada a través del Archivo General de la Nación y desconoce qué pudo haber pasado.
Pero además de desaparecer la cúpula llama la atención que el frente en la ochava fue “planchado”. Es decir, modificado de acuerdo al mismo estilo arquitectónico del resto del edificio, replicando los balcones. “No se descartaría que haya sido el propio García Núñez quien eliminó el mirador y simuló que nunca existió”, infiere Machado. Antes tenía un tambor central que se extendía a lo largo de los pisos. Ahí se apoyaba la construcción. El trabajo que hizo fue tan perfecto que, si no contáramos con la antigua foto, probablemente ni nos daríamos cuenta de su ausencia.
Néstor Zakim, autor de Cúpulas, remates y miradores de Buenos Aires, admitió también no tener información precisa sobre este caso, aunque afirma: “En la ciudad, hubo una cantidad de remates desaparecidos, producto del abandono en muchos casos y de la demolición total o parcial del edificio que las albergaba. En parte se debió a la irrupción de la arquitectura racionalista en la década de 1930, la que arrasó con el pretexto de la modernidad gran parte de los vestigios del academicismo e historicismo, estilos que albergaban a las cúpulas”. La cuestión entonces sería saber quién ordenó derribar la torre por estar “pasada de moda”.
Según se observa en el mapa interactivo oficial del gobierno porteño de 1936, ya para ese entonces no existía la torre. Desapareció cuando el edificio estaba aún en manos de los Pereda ¿Habrá sido un capricho del estanciero tirarla abajo? Los investigadores no descartan esta hipótesis. El Palacio Pereda, su mansión que hoy es la residencia del embajador de Brasil, comenzó siendo construida por un arquitecto pero, como el magnate quedó disconforme, la obra fue modificada y terminada por otro colega.
El subsecretario de Paisaje Urbano del gobierno porteño, Juan Vacas, fue el encargado de poner en valor la fachada. “Era una construcción débil y fue eliminada durante el período en el cual perteneció a los Pereda”. Y agrega que esto abona la teoría de una falla estructural que causó su caída.
Un arquitecto enigmático
García Núñez, formado en Barcelona, además de realizar obras en España, dejó huella a través de una valiosa impronta modernista catalana en el Río de la Plata. Entre ellas, se pueden mencionar el Palacio San Miguel, el Hospital Español y el de Temperley, y el Pabellón Español del Centenario, entre otras. Además fue el director de obra del Monumento a los Españoles. Lo curioso es que al inmueble situado en Independencia 2014, diseñado por él, también le faltan los dos cupulines originales.
Según Julián Bosch, nieto del arquitecto, en 1923 hubo un cambio radical en el estilo de su abuelo: “Las dificultades para encontrar contratistas y artesanos, el encarecimiento y los atrasos en las obras, lo llevaron a hacer edificios más convencionales y competitivos”. Así, esto reafirma que él mismo fue quien decidió “bajar” las cúpulas.
La desaparición de sus planos, proyectos y dibujos por propia decisión es llamativa. No se conoce si los quemó, los arrojó al río o simplemente fueron a parar a la basura. Tampoco escribió cartas, artículos o memorias como para inferir qué sucedió. “Es evidente que el autor no nos quiere contar todo y que si nos interesa conocerlo debemos intentar diversos caminos de búsqueda”, señala el libro Julián García Núnez, caminos de ida y vuelta, del Centro de Documentación de Arte y Arquitectura Latinoamericana, en el que entrevistan a Bosch.
Las hipótesis parecen multiplicarse: ¿La cúpula era débil y cayó por sí misma debido a un rayo u otro fenómeno climático? ¿Estaba enclenque y para evitar su desprendimiento decidieron Pereda o García Núñez tirarla abajo y “planchar” el frente? ¿Era una estructura fuerte y se la eliminó por un capricho del dueño del edificio? ¿Fue el mismo arquitecto quien buscó darle una impronta menos recargada al edificio y la suprimió?