María Rosa Pérez Irigoyen: solidaria y gran profesional, falleció una de las periodistas más queridas de la Redacción
Como consecuencia de una enfermedad pulmonar, murió a los 70 años "Rosemarie", como era conocida este ángel de la Redacción de LA NACION. Jamás existió entre nuestros escritorios, linotipos o computadoras alguien a quien no tendiese su mano firme, amable y segura para ayudar al prójimo.
Había ingresado en la sección Locales, en 1980, para luego atravesar por las áreas de Sociales y Temas Cotidianos. Aprendió mucho de las mejores cronistas de esos tiempos, y era una especialista al momento de escribir sobre apellidos de notables y de familias de la sociedad, una tarea "delicada", tanto que se podía caer en un esnobismo, pero ella jamás tropezó con eso.
"Rosemarie" transitaba la vida con sus dolores de huesos a cuestas, con su infaltable atado de cigarrillos en la mano y con su sonrisa perenne. Era la hija pródiga de "Cocó" Pérez Irigoyen, ese gran maestro de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Ella tuvo maestras, sí, como su tía, "La Petisa" Pérez Irigoyen, que fue cronista de este diario; a Helen Gómez White (revista El Hogar); a Luz Cortejarena (La Razón y Clarín); a Raquel de Llano y Cortejarena de Wullich (La Razón y La Prensa), a Susana Pereyra Iraola, Delfina Mitre y Lucrecia Kenny O'Farrell y a su mejor amiga, la adorable Sarita Braceras. En su trabajo era una de las mejores periodistas. Pero fue mucho más que una gran profesional. Su solidaridad era inigualable: si a alguien le robaban la casa o el auto, si le hurtaban la billetera o tenía alguna necesidad allí estaba "Rosemarie" juntando plata para el pobre y amargado damnificado.
Su partida duele a todos en la Redacción.