La vecindad metrobonaerense
Si salimos del país y nos preguntan de dónde somos, respondemos, sin dudar: "De Buenos Aires, Argentina".
Para los porteños y los habitantes bonaerenses del Gran Buenos Aires pasa a segundo plano la pertenencia a distritos como Berisso, Villa Urquiza, o Tigre. Invariablemente nos identificamos con la Gran Buenos Aires, como llamamos en la Fundación Metropolitana, a nuestra metrópolis desde hace muchos años.
Habitualmente sentimos pertenencia metrobonaerense cuando formamos parte de flujos metropolitanos evidentes, como el transporte urbano de pasajeros, o el destino de la basura y también cuando sufrimos inundaciones que rebasan localidades, fruto de cuencas hídricas mal ocupadas.
Como muy bien muestra la encuesta nos entraman, además, el trabajo, la educación y la salud, pese a lo cual sigue siendo muy débil la "ciudadanía metrobonaerense" en términos de conciencia y demanda hacia la gestión pública.
La agenda metropolitana es una agenda del espanto, porque sólo se la advierte cuando chocan los trenes, o cuando nos tapa el agua o la basura.
Esta falta de vigencia y presencia de la agenda metropolitana provoca, a su vez, intervenciones públicas, esporádicas y espasmódicas, de diferentes autoridades sobre temas que correspondería abordar con planeamiento y cooperación interjurisdiccional continua en el tiempo.
La descripción es sustantivamente coyuntural y está muy lejos de estrategias para un futuro mejor para todos, como sería –por ejemplo– articular las importantes capacidades instaladas en la región metropolitana de Buenos Aires, consolidando una competitividad territorial sistémica que, a su vez, sea generadora de empleo e inclusión.
Finalmente, quizá como utopía mayor y de lograrse esa deseada conciencia, se debería promover un desarrollo sustentable –social y demográfico, ambiental, cultural y económico– para que, dentro de un proyecto de Nación, la Gran Buenos Aires Metropolitana logre ser en América latina la capital de la diversidad y el conocimiento.
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