Los llamaban los "ladrilleros" porque en los años 50 se lanzaban a escalar una chimenea de 43 metros de altura que había pertenecido a una destilería de alcohol en Escobar entre 1870 y 1890. Los huecos y las ventanas de esa construcción vertical de ladrillos les servían a aquellos socios del Centro Andino de Buenos Aires (CABA) para entrenar las técnicas de andinismo que luego aplicaban en las rocas de Sierra de la Ventana o Tandil, las más cercanas a Buenos Aires. En esos tiempos también era frecuente verlos caminar a un costado de la avenida General Paz con las cuerdas colgadas en sus espaldas para trepar las paredes laterales, con los vehículos rozándoles los pies y sin medidas de seguridad apropiadas. Era un movimiento bohemio que asumía riesgos elevados, pero a su vez entendía la necesidad de encontrar un espacio acorde para el deporte.
Setenta años después, los autos siguen pasando cerca de donde la comunidad de escaladores entrena todos los fines de semana maniobras de resistencia y fuerza, travesías inferiores o superiores, escaladas o rápel, pero la seguridad es distinta. Son movimientos que se realizan a pocos metros de la autopista Lugones, en terrenos que pertenecían al Tiro Federal Argentino y sobre una pared de 40 metros de ancho construida en los 80 con piedras naturales traídas de San Luis. Es una palestra, o muro de andinismo, con características únicas en la Argentina y la región, proyectada por aquellos jóvenes entusiastas que escalaban la chimenea de ladrillos. Los pioneros de la actividad.
La montaña en la ciudad, como la llaman los andinistas porteños, parece tener fecha de vencimiento porque será demolida. Por ese lugar se prevé extender la calle Campo Salles como parte del proyecto del Parque de Innovación, un desarrollo inmobiliario que combinará edificios educativos con oficinas privadas en el predio que deberá abandonar el Tiro Federal para mudarse a un nuevo espacio junto al Río de la Plata. Una parcela, con vista a avenida Del Libertador, fue adquirida por el fideicomiso financiero privado Buenos Aires Landmark, propiedad de los grupos Werthein y Sielecki, por $5600 millones. Allí podrán construir cinco edificios de hasta 100 metros, o 30 pisos.
El muro, además de ser el mejor lugar para entrenar técnicas de andinismo, tiene un fuerte arraigo en la comunidad de escaladores que lo consideren un patrimonio nacional. Por esa razón, la noticia de su demolición provocó un fuerte impacto y desconcierto. Por estos días, mientras preparan las cuerdas y ganchos para desafiarlo nuevamente, todos se preguntan si tendrán una solución a su alcance para salvarlo de la destrucción.
Un modelo alemán se tomó como ejemplo para idear la palestra que terminó de construirse en 1982 por iniciativa del entonces Secretario de Andinismo de de la Federación Argentina de Sky y Andinismo (FASA), Julio Corradi. Llegó a recibir hasta 3000 escaladores, pero en la actualidad es utilizada por unas 500 personas que practican allí antes de enfrentarse a las montañas de Córdoba, Sierra de los Padres, Tandil, Mendoza o Chubut. Es administrada por el CABA y los usuarios deben estar afiliados a la FASA. Para llegar a la palestra se debe atravesar la entrada del Centro Deportivo de Alto Rendimiento (Cenard) que controla con rigurosidad quienes ingresan. Atrás del natatorio, a un costado de la pista de atletismo, es el punto de reunión de los escaladores.
Lugar único
El muro no es el único lugar donde se puede practicar andinismo. En el Parque Sarmiento en poco tiempo más estará a disposición la palestra utilizada en los Juegos Olímpicos de la Juventud del año pasado, de 25 metros de alto y cinco de largo. La infraestructura de última generación respeta los más altos estándares internacionales de competición y forma parte del legado olímpico que dejaron los Juegos de la Juventud, pero es artificial. Las piedras naturales que componen la pared que da a Lugones forman un conjunto de dificultades similares a las que se pueden encontrar en una montaña.
La característica principal, cuentan los escaladores que pisan la cama de leca antes de iniciar el ascenso por el muro, es la irregularidad con que las piedras fueron colocadas otorgando un sinfín de trayectos por donde subir. Tiene fisuras, espolones (los bordes donde termina la pared), chimeneas, diedros (el ángulo entre dos paredes), grietas y desplomes.
Está construida con una pared doble para tener mayor superficie escalable, con una altura que varía entre los 12 y los 15 metros. El bloque que da hacia la pista de atletismo tiene una inclinación negativa, lo que se llama desplome, para aumentar el grado de dificultad de la subida; el otro cuenta con una inclinación positiva, o aplomada. El interior es hueco y también se utiliza para entrenar en las llamadas regletas generadas entre las placas de hormigón colocadas cuando se construyó el muro. Los atletas que se especifican en esta técnica tienen las manos fuertes como acero ya que escalar por regletas demanda una fuerza superior en los dedos.
De los viejos ladrilleros solo quedan las historias románticas que se cuentan al pie de la palestra, aunque hay escaladores con una larga vida. Jorge de Carli es uno de ellos. Tiene 66 años y todos los dedos torcidos. Las uniones de las falanges hinchadas quizá sean una consecuencia de 20 años escalando en cuanta montaña aparecía en su camino. Es mecánico y pasa todos los sábados en la palestra de Núñez, un ritual que se volvió inalterable junto a otros feligreses.
"Si tuviésemos montaña en Buenos Aires no nos haría falta la palestra, pero las piedras más cerca están a 500 kilómetros. Por eso venir acá es parte de nuestra vida. Para nosotros es todo", relata. "Si nos sacan la palestra…. Es lo mismo que si a los remeros le quitan la posibilidad de navegar por los ríos", se queja. "Si no tuviésemos esto no podríamos entrenar, no hay otro lugar como este. Además de las características únicas tiene un valor simbólico, es un patrimonio del deporte argentino", dice.
Desde aquellos pioneros del andinismo porteño, pasaron cuatro generaciones de escaladores que se siguen formando gracias a los cursos dictados por el CABA los fines de semana, algunos de ellos apuntados a los niños para que el deporte prenda desde temprano. Sin embargo, el muro está rodeado por atletas de experiencia que van sumando historias día a día. Y también recuerdos. "De chico pasaba por la General Paz y veía a mucha gente caminando por el costado con sus equipos al hombro", rememora Raúl Benítez, de 63 años y con más de dos décadas subiendo por la misma pared.
"Cuando acá hace frío, la piedra está fría, como en la montaña. Es un entrenamiento único, irremplazable porque podemos entrenar bajo las mismas condiciones que encontrás en la naturaleza", aporta Gabriel El Ahmeed, del grupo de veteranos que lleva largos años utilizando la palestra. "Hay un montón de muros en el mundo, artificiales, de fenólico, pero no es lo mismo. Acá entrenan los que suben cerros como el Fitz Roy o el Cerro Torres. Se puede practicar dormir colgado en las piedras", agrega. Hace referencia a la técnica utilizada en las travesías que duran más de un día y en las cuales es necesario descansar.
El rumor de la demolición de la palestra fue corriendo de boca en boca dentro de la comunidad de escaladores que semanas atrás organizaron una manifestación en el Obelisco para darle visibilidad al tema. Ante la insistencia del reclamo, fueron convocados a una mesa en la que también participan otros actores involucrados en esta trama. Además del CABA hay representantes del Ministerio de Desarrollo Urbano de la ciudad, la Subsecretaría de Deportes porteña y la Secretaría de Deportes de la Nación. El objetivo es encontrar una solución que pueda conformar a todas las partes.
"Es como un monumento histórico que van a derrumbar", lanza Rafael Masid, monitor de escalada deportiva de la FASA, presente en la palestra todos los fines de semana para atender cursos o atletas que lo consultan. "Buscamos y ofrecimos posibilidades como que cambien el recorrido de la calle, pero la respuesta fue siempre la misma: la palestra se va", agrega.
Masid y algunos colegas que lo acompañan sienten que están siendo expuestos a un desgaste para que claudiquen en su intención de seguir utilizando el lugar para que quede definitivamente libre. "La palestra estaba abierta toda la semana y ahora solo podemos entrar los fines de semana. El Cenard restriguió el acceso y es cada vez más complicado entrar", cuenta.
Desde la Secretaría de Deportes desmienten que haya una política de ablande y argumentan que el control estricto obedece a que el lugar es un centro de alto rendimiento y no puede ser utilizado por cualquiera. En el Ministerio de Desarrollo Urbano explican que el inicio del proyecto y la demolición de la palestra aún no tienen fecha prevista, y hasta que eso no suceda los andinistas podrán seguir usando el muro ideado por aquellos bohemios soñadores que se trepaban a una chimenea de ladrillos.
Fotos: Hernán Zenteno
Edición fotográfica: Enrique Villegas