El 3 de junio se inauguraron las tres nuevas estaciones de la Línea E: Correo Central, Catalinas y Retiro, que sumaron 63.000 nuevos usuarios y agregaron 2 kilómetros a la línea, ahora la más larga de todas, con 12 kilómetros entre sus cabeceras. La Línea E sumó también otros dos récords: hoy es la que más estaciones tiene (18, junto a la A) y la única que combina con todas las demás (A, B, C, D y H).
Pero, independientemente de las cifras, lo más importante es que al llegar a Retiro, la Línea E por fin cumplió el propósito para el que fue creada, una idea que tardó más de ocho décadas en hacerse realidad. Para entender cómo y por qué, hay que recorrer un poco de su presente y su pasado.
La Línea E hoy: más conectividad, nuevas vías y un taller a medida
En 2013, la gestión del subte quedó en manos del gobierno porteño, y se reactivaron las obras de ampliación que hasta entonces estaban abandonadas. Las estaciones Correo Central, Catalinas y Retiro fueron el paso fundamental: con ellas, la Línea E incrementó su tráfico en un 70% hasta superar los 150.000 pasajeros diarios, y quedó enlazada con los ferrocarriles Mitre, Belgrano Norte y San Martín, el Metrobus del Bajo, la Terminal de Ómnibus de Retiro y la Terminal de Buquebus.
Son las primeras grandes obras en la línea en más de tres décadas. Para mejorar la calidad del servicio, además, se están renovando la totalidad de las viejas vías entre Bolívar y Plaza de los Virreyes, y ya se incorporaron 10 formaciones más, provenientes de las líneas A y D.
Otra deuda histórica de la Línea E fue saldada este año con la inauguración del taller Lacarra. Es una estructura de 2800 m2 ubicada en Avenida Perito Moreno y colectora Dellepiane que permite trabajar hasta en 15 coches al mismo tiempo, agilizando las tareas periódicas de mantenimiento de las unidades. Esto significa una mayor disponibilidad de la flota y, por lo tanto, una mejor frecuencia en el servicio.
El nuevo taller tiene tres vías con fosas de entre 90 y 110 metros, una vía para el ingreso y egreso de los coches, dos puentes grúa para desplazar cargas y maquinaria para el lavado de las unidades. Trabajan 20 operadores en simultáneo. Los controles se realizan cada 600.000 kilómetros recorridos y consisten en una completa revisión de los sistemas mecánicos, eléctricos y neumáticos, además de la renovación del interior y la carrocería de los vehículos.
La nueva Línea E, en cifras •12 km de extensión •18 estaciones •153.000 pasajeros •4:30 es la frecuencia en hora pico •32 minutos entre Plaza de los Virreyes y Retiro Línea del tiempo de las estaciones •20/6/1944 se inaugura el tramo Constitución-Urquiza •16/12/1944 se inaugura apeadero provisorio Boedo •1/6/1956 se habilitan las combinaciones gratis •9/7/1960 se inaugura la estación definitiva Boedo •24/4/1966 se inauguran Avenida La Plata, San José (nueva), Independencia, Belgrano y Bolívar •fin de 1966 se cancela el servicio a Constitución •23/7/1973 se inaugura José María Moreno •7/10/1985 se inaugura Emilio Mitre •31/10/1985 se inaugura Varela •27/11/1985 se inaugura Medalla Milagrosa •8/5/1986 se inaugura Plaza de los Virreyes •3/4/2019 se inaugura el taller Lacarra •3/6/2019 se inauguran Catalinas, Correo Central y Retiro
Una breve historia de la Línea E
La Línea E comenzó a construirse el siglo pasado, en la década del treinta, con el objetivo de conectar los barrios del sur y el oeste con las zonas neurálgicas de Buenos Aires. En 1944 se inauguró el primer tramo, entre Urquiza y Constitución, cabecera hoy desaparecida donde los pasajeros transbordaban a la Línea C, pago mediante, para seguir hacia el centro.
Desde el inicio hubo dudas sobre su posibilidad de atraer tráfico, por su corta longitud (seis estaciones) y por el incómodo trasbordo en Constitución. Esas inquietudes fueron acertadas: a cinco años de inaugurada, la Línea E llevaba solo 40.000 pasajeros diarios, apenas un quinto de los que llevaban las otras. Y así, poco a poco, fue quedando postergada de las políticas de transporte de la ciudad.
En 1966, se extendió a Bolívar, quitándose de su recorrido la estación Constitución. Pero la tardía llegada al centro tampoco dio los resultados esperados: para ese entonces, por la propia dinámica porteña, la Plaza de Mayo ya no era tan relevante a nivel demográfico. Por eso, aunque la Línea E siguió su ampliación hacia el oeste hasta llegar, en 1986, a Plaza de los Virreyes, continuó recibiendo siempre menos recursos, menos coches y menos mantenimiento que las demás.
La reciente extensión a Retiro, la renovación de las vías y el nuevo taller Lacarra son obras que dejaron atrás ese largo período de abandono, gracias a las cuales los vecinos del oeste y el sur finalmente están conectados, a través de un servicio de subtes de calidad, con todo el resto de Buenos Aires.
LA NACION