La historia del edificio de Obras Públicas, un gigante que cumple 80 años
Un recorrido por el emblemático edificio, que hoy tiene las figuras de Evita como marca más reconocible
La ubicación estratégica lo convertiría, de haber métricas, en uno de los edificios porteños más vistos. Es de las pocas construcciones sobre la avenida 9 de julio, pero la única con numeración (el 1925). Se trata de la actual sede de los Ministerios de Salud y de Desarrollo Social, que por estos días cumple 80 años de inaugurado; casi un siglo en el que cosechó momentos variados que reivindican la declaración de Monumento Histórico Nacional que recibió en 2002.
Un recorrido podría empezar por el perímetro o la planta baja, pero también en el segundo piso, donde está la pared de piedra dolomita con las señas talladas de los “padres” de esta mole de 96 metros inaugurada en 1936. Coronados por la sigla M.O.P, correspondiente al Ministerio de Obras Públicas, en esa medianera aparecen los nombres del presidente Agustín Justo; de los ministros del gabinete (por ejemplo el de Hacienda, Federico Pinedo, abuelo del actual senador homónimo) y de Obras Públicas, Manuel Alvarado, y también de José Hortal, director de Arquitectura de la cartera. A ambos costados de la pared hay dos figuras dibujadas que firma el escultor italiano Troiano Troiani, protagonista involuntario de una leyenda alrededor del lugar.
Los registros de la web coinciden en dar cuenta de que en 1932 Hortal convenció a Alvarado sobre la conveniencia de concentrar en un mismo inmueble todas las dependencias del MOP. Pese a la crisis financiera global, era una época (que pasaría a la historia como Década Infame) de construcciones faraónicas públicas y privadas, en la que el soborno era moneda corriente junto con la de curso legal.
Los trabajos para levantar este exponente de arquitectura racionalista -diseñado por Belgrano Alberto Blanco, concretado por la constructora de José Scarpinelli (que dejó la firma en hierro sobre uno de los frentes) y con la dirección del ingeniero Marcelo Martínez de Hoz- tuvieron idas y vueltas y recién empezarían en noviembre de 1934, pero para mayo de 1935 ya estaba en pie la estructura de 7.400 metros cúbicos de hormigón armado provisto por una empresa que aún hoy está en el mercado. Fue el primer rascacielos financiado por el Estado, que ese mismo 1936 de inauguración tuvo como competidores al Kavanagh -terminado ese año, pero en enero-, y el Obelisco -en mayo-. El Empire State neoyorquino, construido entre 1930 y 1931, parece haber desatado una moda global de construir hacia arriba.
El proyecto de Hortal incluía hacer un edificio gemelo al MOP enfrente unido por un arco, pero la idea nunca se concretó. Lo que sí está claro es que el monumental edificio resistió el avance a lo largo y ancho de la 9 de julio, que se llevó puesta la plaza Moreno que antecedía el ingreso principal.
La Revista de Arquitectura celebró la inauguración del edificio: “Es una creación excelente que satisface ampliamente las mayores exigencias de cualquier obra de su género. Sin lugar a dudas esta obra por su importancia y valores técnicos, es una síntesis expresiva de la nueva arquitectura oficial”.
Los vericuetos de la obra, y el contexto de esos años alimentarían la leyenda que tiene como protagonistas las dos esculturas ubicadas a ambos lados del edificio de que se tratan de monumentos a la coima, pero tampoco hay documentos o escritos que lo certifiquen, ni siquiera sobre la autoría de las figuras: se la adjudican a Troiani, un italiano nacido en 1885 que llegó a Buenos Aires en 1914 por una beca del Centenario. A Troiani sí se le tienen por probada muchas y emblemáticas obras como los faroles de la Plaza de los Dos Congresos en Buenos Aires (diseñados en 1929); esculturas en la Bolsa de Comercio porteña y el Gran Splendid, y otras en distintas iglesias y parques públicos.
Más allá de mitos y leyendas, este edificio construido sobre terrenos que en el siglo XVIII eran una plaza de toros y que a principios del siguiente tenían destino de establecimientos educativos; sí fue escenario de hechos históricos. El ala que da a la avenida Belgrano -alguna vez Hueco de Monserrat, luego plaza y pasaje Aroma- donde hoy estacionan los autos de los funcionarios para evitar la puerta principal y colarse a un ascensor individual para dos personas fue donde se montó el escenario el 31 de agosto de 1951 para Eva Duarte diera el discurso del renunciamiento. Si se menciona Evita habría que linquearlo con los murales del escultor Alejandro Marmo y Daniel Santoro colocados en 2011 -un año después de que la entonces presidente Cristina Fernández la consagrara Mujer del Bicentenario- en una instalación que tampoco estuvo exenta de polémica. Los murales de Evita ya no se iluminan por la noche por cuestiones técnicas, pero no serán quitados, según aseguró a LA NACION un funcionario de la actual gestión. Ese mismo 2010, todo el edificio recibió una puesta en valor.
A propósito de CFK, la maqueta de este edificio que hasta diciembre estaba detrás del atril en el salón de las Mujeres Argentinas de Casa Rosada -de los más usados por ella- se arrumba ahora en el pasillo que lleva a ese ascensor de funcionarios y comparte espacio con el recipiente de madera y vidrio que guarda una bandera argentina donada por Evita.
Otro hito que tuvo como partícipe al edificio fue la primera transmisión de televisión, en 1951, porque en la azotea está la antena transmisora del ex Canal 7, hoy TV Pública y desde 2010 de la Televisión Digital Terrestre. En esa azotea, están las cámaras de varios canales de televisión (Crónica TV, el 9, el 26) y algunas de Tránsito de la ciudad de Buenos Aires. Pero lamentablemente es inaccesible ni nunca se concretó lo que alguna vez se pensó como espacio para montar un mirador que permita disfrutar de una vista espectacular hacia los cuatro puntos cardinales.
A mediados de la década menemista se intentó demolerlo para agilizar el tránsito por la 9 de julio o incluso trasladar la estructura, pero por las repercusiones negativas se decidió conservarlo. Desde 1991 ya funcionaban las oficinas de los Ministerios de Salud y Desarrollo Social, modalidad que se mantiene hasta ahora. El despacho del ministro de Salud está en el segundo piso y el de la de Desarrollo Social en el 14, niveles que salvo algún detalle de revestimiento en madera o de decoración de la recepción, no tiene diferencia con el resto de los 23, que se completan con dos subsuelos y una planta baja. La construcción de todo el edificio es en U para facilitar la circulación y luminosidad; cada piso dispone de baño para hombres, mujeres y de discapacitados; una cocina y pequeño comedor; y oficinas grandes, medianas y pequeñas cuyas puertas de madera aún conservan un número que las identificaba. Las puertas y abertura de madera y algunos de los pisos de parquet también son los originales.
Hay algunos objetos que siguen en los pasillos sin que nadie explique cómo: un busto del médico Pedro Pardo; una imagen de la Virgen de los Naturales, donada por el gobierno de La Rioja en 1974; un teléfono público; cuadros con fotos de ministros de Salud pasados como Conrado Storani, Matilde Menéndez o Héctor Lombardo y pinturas que se presumen originales de Juan Carlos Castagnino, entre otros.
En la planta baja, donde hay dos bustos de Evita y uno de Juan Domingo Perón y el salón “Ramón Carrillo”, que tiene un pequeño escenario y capacidad para 70 personas sentadas. También la base de los seis ascensores Otis (tres que van hasta el octavo piso y los otros a los superiores, no se detienen en los pisos de los ministros) que llevan y traen a los 4000 empleados que día a día trabajan allí y que muchas veces terminan usando la escalera de mármol con baranda de bronce que ya no brilla como antaño, pero perdura tras casi 100 años de historia convulsionada como la del resto del mundo.