La figura de Colón, en un mar de polémicas
El conflicto por el traslado de la escultura a Mar del Plata reproduce otras situaciones similares en América latina
Podría decirse que la cabecera de playa la abrió, allá por 2004, Hugo Chávez, en Venezuela. Tras declarar a Cristóbal Colón genocida y pedir un juicio en tal carácter en su contra, las estatuas del navegante genovés desaparecieron de Caracas -con violencia- y de todo el país.
La figura del marino, ahora, parece quedar en duda también en la Argentina, donde la iniciativa del gobierno nacional de mudar a Mar del Plata su estatua puso en pie de guerra a la colectividad italiana, que la donó en ocasión del primer centenario de la Independencia.
En América latina, crecen los movimientos de defensa de los pueblos originarios, lo que no sólo afecta al genovés, sino también a otros colonizadores cuyos monumentos han sufrido traslados adjudicados a actos de reparación histórica, como es el caso de Francisco Pizarro, en Perú.
En Bogotá, Colombia, Colón empacó las maletas tres veces. La única escultura en su honor tiene una historia llena de traslados y vilipendios. Fue esculpida por el artista italiano César Sighinolfi e instalada en 1906, en compañía de una figura de la reina Isabel la Católica, sobre la antigua avenida Colón, hoy calle 13.
A fines de los años 40, el Colón bogotano fue mudado a la Avenida de las Américas, una de las vías que en la época se constituyó en una de las más importantes de la ciudad, pues unía el centro de la capital con el aeropuerto de Techo. Con la construcción de algunas obras civiles en el sector, el monumento fue trasladado, años después, a otra zona de Las Américas, antes de ser puesto, en 1988, en el lugar que ocupa hoy: la avenida El Dorado con carrera 99, camino al aeropuerto de Bogotá, una zona de menor movimiento.
El caso más extremo de rechazo a una imagen del descubridor de América ocurrió, como se dijo, en la plaza Venezuela de Caracas, en 2004, cuando un grupo de seguidores de Hugo Chávez la derribó.
Por cierto, no sólo la controversia giró en torno de esculturas a Colón y otros personajes históricos. En Uruguay, no hubo disputas por homenajes a Colón, ya que no quedaron rastros de los indígenas primitivos, pues todas las tribus fueron aniquiladas, y no por los españoles exclusivamente. Si bien algunas minorías reivindican su pasado charrúa, los reclamos son anecdóticos.

El marino genovés se vio rodeado de misterio en la banda oriental. En la localidad de Villa del Carmen, sección de Durazno (poco más de 3500 habitantes), nadie sabe cómo y por qué llegó el monumento a Cristóbal Colón que preside el boulevard Artigas.
Constituye una referencia geográfica para la comunidad y para quienes transitan la ruta 14 desde y hacia el este y oeste del territorio departamental. Pero, insólitamente, ni los propios lugareños saben cómo llegó hasta allí o quiénes lo depositaron en el lugar, dejándolo en solitario.
Paradójicamente, en el monumento se lee la inscripción "El Pueblo de Villa del Carmen a Cristóbal Colón". En un costado contiene indescifrables dibujos y un texto, al parecer relativos a mapas y trayectos. Se trata de una estatua única, porque tiene la particularidad de mostrar a Colón sentado y de cuerpo entero, en actitud pensante, mirando el horizonte en dirección a la puesta del sol.
En Perú, el blanco de los traslados fue la estatua del conquistador Francisco Pizarro, que, tras ser inaugurada en 1935 al cumplirse el cuarto centenario de la fundación española de Lima, fue mudada varias veces hasta recalar, en 2004, en el Parque de la Muralla.
En 1935, la estatua ecuestre dedicada a Pizarro fue emplazada en el atrio de la catedral de Lima. Había sido donada por la esposa del escultor, el neoyorquino Charles Cary Rumsey. Unos años después surgieron las primeras discrepancias: el sagrado lugar no era el mejor para un personaje en actitud bélica. En julio de 1952, después de la protesta de la Iglesia y de algunos ciudadanos, fue trasladada a una plaza que, por algunos años, llevó su nombre. Si bien hubo posteriormente dos intentos de removerla, uno al Palacio de Gobierno y otro al distrito del Rimac, no se concretaron.

Permaneció allí hasta que la gestión del alcalde Luis Castañeda Lossio la desalojó al filo de la medianoche del 26 de abril de 2003: pasó a un polvoriento pampón del Setame, cerca de Acho.
Comenzó entonces una discusión entre periodistas, historiadores e intelectuales. Finalmente, el monumento fue removido. Tras 19 meses de permanecer en un depósito, la estatua fue instalada en 2004 en un extremo del nuevo Parque de la Muralla, a orillas del río Rimac, una localización que pasa inadvertida.
En tanto, en Santiago de Chile, que no posee monumentos a Colón, la única polémica reciente que se recuerda involucró, hace tres años, el intento de instalar una escultura de Juan Pablo II en un parque céntrico. Luego de que la instalación del monumento fuera objetada por el gran tamaño de la pieza, aguarda en una bodega para ser colocado en un nuevo parque que se construye en la periferia de la ciudad.
Colaboración: El Mercurio, Chile; El Comercio, Lima; El País, Montevideo; El Tiempo, Bogotá; El Nacional, Caracas/GDA
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