La embajada de Francia lamentó el vandalismo contra su monumento más importante en la Argentina
La semana pasada desaparecieron tres bajorrelieves de bronce de 250 kilos cada uno de la Plaza Francia; pertenecían a una escultura donada por ese país
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PARA LA NACIONVirginia Mejía
La embajada de Francia lamentó el robo de tres bajorrelieves artísticos en bronce del Monumento de Francia a la Argentina en el barrio de Recoleta. Eran obra del genial Émile Peynot y tenían una fuerte carga simbólica: el conjunto escultórico fue una donación de ese país en 1910. En tanto, aún no se esclareció quiénes ni cómo perpetraron este delito ni otro similar: la sustracción de siete escudos de bronce de la gran fuente de la Plaza Alemania, en Palermo Chico.
“La embajada de Francia lamenta y deplora este acto de vandalismo”, respondió la sede diplomática al ser consultada por LA NACION en relación al robo de las placas, de 250 kilos cada una, ocurrido la semana última en la Plaza Francia, situada frente al Museo Nacional de Bellas Artes.
En cambio, la embajada alemana dijo que no tiene “ningún comentario para hacer” sobre la desaparición de los escudos, de 150 kilos cada uno, ocurrida el mes pasado en la Plaza Alemania, de Cavia y Libertador.
Esta no es la primera vez que países extranjeros muestran preocupación ante la sustracción en las calles de Buenos Aires de esculturas y piezas de monumentos donados por cada nación. En 2019, el embajador de Holanda, Roel Nieuwenkamp, expresó que estaba “muy triste” por la desaparición de la escultura Chica Feliz de Puerto Madero, un hecho que tampoco fue esclarecido.
Los monumentos a Francia y a Alemania que fueron vandalizados son los que más carga simbólica tienen para estos países. Si bien en la ciudad hay gran cantidad de esculturas donadas por esas naciones, se trata de regalos de las comunidades francesa y germana para una fecha patria, el Centenario de la Revolución de Mayo. En el caso de las placas de Peynot, son bajorrelieves emblemáticos, parte de la obra, y fueron realizados por el propio escultor; eran motivos alusivos a la historia de Francia y de la Argentina. En este momento, el único bajorrelieve que queda en la plaza frente al Museo Nacional de Bellas Artes es el llamado Cruce de los Andes: debido a que era una copia en resina de una placa robada, los delincuentes la dejaron en el lugar.
Fuentes judiciales relevaron a LA NACION que se presume que ambos hechos fueron perpetrados por al menos cinco personas, ya que cuando personal del área Monumentos y Obras de Arte (MOA) del gobierno porteño quiso como prevención llevarse las placas originales tuvieron que hacerlo cinco personas munidas de grandes barretas. “Dieron fuertísimos golpes para extraerlas y los delincuentes supuestamente hicieron un ruido similar que, extrañamente, nadie escuchó”, comentó la fuente. Según el interlocutor, probablemente las piezas hayan sido trasladadas escondidas dentro del carro de algún cartonero, tal como sucede habitualmente.
Filmaciones
También trascendió que en Interpol Patrimonio Cultural se están analizando las filmaciones de las cámaras de seguridad privadas y de la Ciudad instaladas en las cercanías de ambos monumentos. A su vez, esta mañana se podían observar apostados en la Plaza Alemania cinco policías. Pero, al momento del robo, desde hacía unos meses había desaparecido la garita privada de la calle Cavia y Castex que custodiaba la zona cuando en las adyacencias vivía un funcionario diplomático, que luego se mudó, reveló la fuente.
Por su parte, la Policía de la Ciudad informó que a los fines de combatir la compra y la venta de bronce y otros metales robados lleva realizados desde febrero pasado 92 procedimientos. Durante los mismos, se clausuraron 39 depósitos o galpones, se constataron seis violaciones de clausuras y se labraron 164 actas a los responsables. Los operativos apuntan al primer eslabón de la cadena del delito, los llamados chatarreros: son quienes reciben desde picaportes hasta piezas escultóricas y luego las llevan a los acopiadores para terminar en fundiciones transformadas en lingotes.
Por Virginia Mejía
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