La ciudad se llena de megatelevisores
Unas veinte pantallas gigantes de LED ya dominan la escena en las principales esquinas; el Obelisco, como Times Square o Picadilly Circus
Son imponentes y luminosas. Para unos, una peligrosa distracción para los conductores. Otros las encuentran modernas y atractivas. Más allá de las opiniones, una veintena de pantallas gigantes de video -con tecnología LED- ya imponen su presencia en el paisaje urbano. Entre otras esquinas, se ven en Corrientes y Libertad; Cabildo y Juramento, y Córdoba en su bifurcación con Estado de Israel. Y cuando en poco más de un mes se vuelva a encender la más grande de todas, la megapantalla que Coca-Cola instaló en Diagonal Norte y Carlos Pellegrini, el entorno del Obelisco se sumará al club de rincones audiovisuales urbanos junto a TimesSquare (Nueva York), Picadilly Circus (Londres) y Shibuya (Tokio).
"No encandilan ni molestan. Es más, le dan un color distinto al paisaje", opinó Rodrigo Velásquez, un taxista de 39 años, de Parque Chacabuco, que desde hace más de diez años recorre la ciudad con su taxi. "A mí me parecen una contaminación visual espeluznante. Belgrano era un barrio con una buena estética, y se reflejaba precisamente en esta esquina. Ahora es un cambalache de colores y formas", sentenció Elvira Ibargüen, de 72 años, en Cabildo y Juramento. Estas pantallas estuvieron prohibidas hasta 2008, cuando fueron autorizadas en el corredor de Carlos Pellegrini y Cerrito entre las avenidas Rivadavia y Córdoba.
Aunque tienen una finalidad publicitaria y vienen a reemplazar las tradicionales vallas estáticas, estos megatelevisores funcionan como cualquier otra pantalla de video. "Nosotros transmitimos la carrera de TC2000 que se corrió hace diez días en el centro", contó Daniel Carnaghi, dueño de Multiled, que fabricó dos de las cinco pantallas que iluminan el Obelisco, una de 10 m por 12 m y otra de 10m por 6 m. "LED es sinónimo de modernidad. A la calle Corrientes no la podemos imaginar sin luz", opinó el empresario, en cuya fábrica -a pocas cuadras del Obelisco- ya se armaron más de cien megapantallas.
En junio de 2010, Coca-Cola sorprendió a los porteños con su megapantalla, de 27 m por 21 m, tal vez la más grande de América del Sur. Sin embargo, ese gigante de LED se volvió mítico no por su encendido, sino por estar apagado. Tras varios años de fuerte puja política y judicial, la Justicia aprobó su encendido en diciembre pasado. Para concretarlo, la empresa se comprometió a instalar "un dispositivo automático que permitirá que la pantalla modifique el brillo, mejorando también la eficiencia energética", según explicó Juan Iramain, vicepresidente de Asuntos Públicos para el Sur de América latina de la firma. Aunque no abundan datos ni fechas, se prevé que en esa pantalla se puedan "amplificar eventos especiales, como recitales".
"Son lindas y llamativas. Le dan modernismo y más swing a la ciudad", dijo Hugo Fernández, un fotógrafo cordobés de 59 años, en la esquina de Pellegrini y Corrientes. "Y el que maneja maneja. Si es por distraer, tenés de todo en la calle. Hasta el Obelisco te puede distraer", argumentó. Pero Eduardo Sánchez Bayona, director de la licenciatura en Publicidad de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), es más prudente. "Hay que considerar que nuestros peatones y conductores son más anárquicos y distraídos, y la rivalidad entre ellos a veces suele ser mortal", advirtió.
"Es una vergüenza que nos hicieran sacar carteles comunes de negocios por intoxicación visual y después el gobierno permita estas pantallas gigantes para monopolizar la comercialización de la publicidad. Es una tomada de pelo", se enojó Juan, de 40 años, que hace cuatro es dueño de un local de comida árabe en Juramento, a pocos metros de Cabildo.
La controversia también está instalada entre los expertos. "Las megapantallas incrementan la contaminación visual y dificultan la comunicación, en lugar de favorecerla. Además, la presencia de cámaras, tan vinculadas a las pantallas, por todos lados (en las calles, en los negocios, en los bolsillos de las personas) y la amenaza latente a aparecer en cualquier pantalla del mundo que esto implica tampoco facilitan la comunicación espontánea y libre", resumió Diego Levis, autor del libro
La pantalla ubicua
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En cambio, Roberto Igarza, especialista en nuevas formas de consumo cultural, fija su atención en las oportunidades del medio y las incógnitas que plantea: "Al tamaño habrá que ayudarlo con contenidos adaptados al consumo en tránsito. ¿Por qué no contenidos en 3D? ¿Será posible competir con una audiovisualización muda en el espacio más ruidoso que los humanos hayamos construido?".
Con la colaboración de Cecilia Millones
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