La casa de los Puccio: de cueva del horror a espacio para fiestas
En la vivienda de San Isidro funciona un taller de diseño y hay ferias
Dos chicas se besan con pasión. Otra ofrece su brazo a un tatuador. La música suena. Hay bandas en vivo, pero Uopa Nachi Cavalli es la DJ estrella. Una moza reparte una nueva ronda del licor de moda. El cielo se ilumina con las luces que emergen desde el patio. En uno de los salones, se desprenden los destellos de una bola de espejos. Todos ríen. La casa está repleta.
La del 8 de julio de 2015 fue una “gran” noche. Después de 30 años olvidada, la vieja casona de San Isidro volvió a llenarse de gente. Si no sabían lo que allí adentro había ocurrido, o si lo sabían y no les importó, es imposible descubrirlo. Lo cierto es que esa noche hubo fiesta en la casa de los Puccio. Y no fue la única: desde entonces, los eventos se repiten.
Martín y Omar 544. Allí se escribió uno de los capítulos más oscuros de San Isidro, del que los vecinos prefieren no hablar; una historia tenebrosa del crimen en la Argentina de los años 80. Durante tres décadas, el lugar permaneció vacío. Hasta que, hace dos años, Epifanía Calvo, viuda de Arquímedes Puccio, el jefe de la banda dedicada al secuestro de personas, la alquiló. A los inquilinos les llevó meses ponerla en condiciones.
Como cada uno de los integrantes del clan, la casa se había ido derrumbando de a poco. Las refacciones comenzaron en noviembre de 2014 y recién en mayo de 2015 terminaron.
Y cuando al fin los locatarios lograron renovarla, lo festejaron con una gran fiesta. Faltaban pocos meses para que se cumplieran tres décadas exactas de la noche en que la policía derribó el portón de la casona para liberar a la última víctima de la serie de secuestros, la empresaria Nélida Bollini de Prado. Fue el viernes 23 de agosto de 1985, a las 22.10.
Hoy, decenas de rectángulos de colores intentan cambiar la imagen del portón que hasta hace poco había permanecido siempre igual, gris. Desde su cuenta de Instagram, Gabriel Wilhelmi, uno de los nuevos inquilinos, agradece a todos los amigos que ayudaron a pintarlo. Él y su socio, Anuar Moswalder, eligieron la casa de la familia Puccio para montar allí Werkplatz, un taller de diseño industrial. A veces, dicen, también se quedan a dormir.
"Una casa mítica"
"La idea es darle otra onda, cambiar la mala energía", dijeron el año pasado cuando el estreno de la película y de la serie sobre los Puccio convirtió el inmueble en una escala obligada para los fanáticos del morbo. Y aseguraron que hasta entonces no sabían ni quiénes eran los dueños ni a qué se habían dedicado.
"Werkplatz es un estudio de diseño ubicado en una casa mítica del centro de San Isidro", se presentan en su página de Facebook. Desde allí también convocan a sus fiestas, aunque la dirección sólo se pasa por mensaje privado.
Un perro espía detrás de una reja y un papel anuncia que el timbre no funciona. Hay que golpear un par de veces hasta que una voz del otro lado se disculpa: "Todo bien, pero no queremos hablar".
En Werkplatz se fabrican muebles para baño, skates, metegoles digitales, mesas de madera y hierro, escenografías y ambientaciones. También se hacen ferias de diseño y fiestas.
La del 8 de julio del año pasado fue una de las más concurridas. Organizada por Cultural Factory, una productora de la zona, tuvo el auspicio de Jägermeister, un potente y viejo licor hecho a base de hierbas, recuperado por la moda de los tragos. "Maestro de cazadores", es su traducción del alemán y en la etiqueta lleva la cabeza de un ciervo, la misma imagen que esa noche se replicó en un lienzo con el que se cubrió el techo de la casa.
Una de las condiciones que Epifanía puso para alquilar el inmueble fue que estaban prohibidas las fotos del interior. Pero en un mundo en el que la privacidad es casi un lujo, las imágenes corrieron. Entre jóvenes que beben shots de Jägermeister se puede ver que allí adentro poco cambió.
Está la escalera que conduce al balcón donde Arquímedes se fotografió junto a los obreros que hicieron la última refacción. Las ventanas que dan a la galería, el patio con las rejas coloniales, los techos de chapa y los ladrillos de la vereda que el jefe del clan barría con insistencia para vigilar que nadie descubriera a sus víctimas. Todo sigue igual. Incluso las habitaciones del costado desde donde se descendía al sótano donde los Puccio habían montado su prisión siguen pintadas de blanco.
El barrio, en cambio, luce diferente. Siguen los adoquines del centro histórico y las construcciones coloniales, pero se volvió más comercial. Las noches casi no tienen movimiento. Son pocas las casas de vecinos que sobreviven. La mayoría terminó como sede de algún banco o compañía de seguros. En el local donde funcionaba la rotisería familiar de los Puccio hoy hay una empresa de medicina privada. Ya casi no hay nadie que haya conocido al clan.
La inauguración oficial de la versión 2015 de la vieja casa de los Puccio fue el 9 de mayo. Como en la fiesta del 8 de julio, la noche también abrió con Emedesound. "Una bienvenida fusión techno-house para aclimatarnos al entorno", ofrecieron.
Los condenados
Tres hombres de la familia fueron declarados culpables
Arquímedes Puccio
Padre
El líder de la banda fue condenado a prisión perpetua, pero en 2008 fue beneficiado con el arresto domiciliario. Había pasado 23 años en prisión por cuatro secuestros y tres asesinatos. Murió en la pensión en la que vivía en General Pico, La Pampa.
Alejandro Puccio
Hijo
Alejandro Puccio,
hijo de Arquímedes, ex jugador del CASI y de los Pumas, condenado a prisión perpetua por secuestro y asesinato, murió en 2008, ocho meses después de quedar en libertad. Estuvo preso 19 años.
Daniel puccio
Hijo
Daniel Puccio, alias “Maguila”, fue condenado a 14 años de cárcel como partícipe secundario en el secuestro. Pasó tres años detenido, pero fue liberado; cuando la sentencia quedó firme y se ordenó su captura, había abandonado el país.