La calle, ese nuevo desafío cultural
En una era de urbanización donde nuevos condicionamientos y desafíos culturales pueden debilitar o enriquecer la historia de las ciudades, el espacio público es el lugar de referencia que los vecinos necesitan no sólo para ubicarse, sino también para sentirse parte de la ciudad.
Un ejemplo es lo que sucedió en la ciudad de Nueva York con la recuperación de una vía férrea sin uso en los bordes del oeste de Manhattan, donde el ahora denominado High Line, diseñado por Field Operations junto con la reconocida firma de arquitectura Diller Scofidio + Renfro, es producto de una demanda ciudadana por evitar la pérdida del patrimonio arquitectónico.
Se trata de una estructura elevada de acero de más de dos kilómetros de largo que no sólo produjo un notable cambio de sus propias funciones al modificar un trayecto abandonado en un excepcional y extenso parque público -hoy es un gran atractivo turístico-, sino que el imán que crea tan original paisaje posibilitó que su amplia zona de ocupación sea uno de los recorridos más concurridos.
Además, el High Line favoreció la valorización e identidad del barrio en sus actividades a través de nuevos circuitos de arte y gastronomía. Incluso, atrajo la apertura de museos, de nueva hotelería y de sitios de trabajo. También se sumó la llegada de residentes y visitantes que revitalizaron definitivamente la identidad social y urbana de una zona que estaba postergada.
Así, el lenguaje del diseño y la arquitectura del espacio público pudo demostrar cómo es posible transformar lugares de exclusión, de dificultad y de violencia ambiental en sitios de renacimiento urbano. En espacios abiertos que son para el disfrute de vecinos y visitantes.
Bondades porteñas
Dentro de esos ejemplos se puede citar también a la ciudad de Buenos Aires, donde una especial gestión y atención sobre su espacio público está alentando nuevos comportamientos colectivos.
La peatonalización del área central, los parques y paseos en los bordes ribereños, la presencia del Metrobus, el ensanche de veredas y esquinas, la renovación del diseño del mobiliario urbano, la creación de distritos temáticos, las obras para evitar inundaciones, la inversión en infraestructura en villas y el intento por distintas prácticas de higiene urbana quizá se puedan y deban comprender como un sistema ejemplar. El de atender el espíritu de nuestros tiempos, donde la mejor calidad del espacio público en los distintos barrios de la ciudad significa, también, transformar la calidad de los vínculos sociales de una comunidad.
Arquitecto, decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño Fundación UADE y director de Oficina Urbana