Instituto Pasteur: prometen mejorar las condiciones de alojamiento de perros y gatos
Mientras la Ciudad se promociona como un centro urbano pet friendly, cuenta con un instituto de zoonosis con un sistema que atrasa medio siglo y lejos está de ser "amigable" con los animales que aloja, de acuerdo con las historias que se fueron difundiendo cada vez con más fuerza por las redes sociales desde julio del año pasado.
Tras dos décadas de una gestión duramente cuestionada por entidades protectoras y voluntarios, incluida una prohibición interna de entrar con celulares al pabellón de caniles para evitar cualquier registro del estado de los animales, las autoridades porteñas prometen modernizar las instalaciones del Instituto Luis Pasteur, el hospital donde perros y gatos permanecen en observación para descartar que tengan rabia si, por ejemplo, mordieron a una persona o estuvieron en contacto con murciélagos.
Según pudo conocer LA NACION, en los próximos días el jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, responderá una petición de reestructuración inmediata de la institución dependiente del Ministerio de Salud que fue lanzada a través de la plataforma Change.org y superó las 137.300 firmas.
"Los perros y los gatos están encerrados en jaulas metálicas que no contemplan el espacio mínimo que requiere un canil y sin poder separarse de sus propias deposiciones. 'Descansan' en un piso de cemento (sin abrigo ni confort) que está húmedo permanentemente, ya que la limpieza se hace con el animal dentro de la jaula, lo que le genera escaras en la piel. Esta situación es angustiante, no puede ser que la ciudad más mascotera y grande del país permita que estén así", se denuncia en la petición impulsada por Romina Pessolani, que es voluntaria en el Pasteur.
La respuesta oficial, según se pudo saber, reconocerá que es necesario "transformar" el instituto para que los animales reciban una mejor atención y anunciará que los trabajos empezarán "en un mes y medio". Se estima que durarán otro mes, de acuerdo con los detalles del proyecto que aprobó el Poder Ejecutivo porteño hace dos semanas y ejecutará Nicolás Montovio, subsecretario de Administración del Ministerio de Salud local.
Superado el proceso de contrataciones, las obras y su aprobación final demandarán en total unos dos meses y medio, según explicó ayer el funcionario. Serán en el servicio de observación antirrábica del pabellón A, donde actualmente hay 18 caniles pequeños, sin ventilación ni iluminación adecuadas ni control de temperatura interna o condiciones adecuadas para la limpieza y la higiene. Allí ingresan los perros por denuncias de vecinos o porque atacaron o mordieron.
El proyecto contempla reemplazar esas jaulas por nueve caniles: siete de 1,63 por 2,30 metros para animales medianos y grandes, y dos de 1,05 por 1,42 metros para ejemplares pequeños.
En el sector de observación de felinos se construirán seis gateras de 1,30 por 0,65 metros. "Esta obra en el corto plazo es una oportunidad para mejorar. Hacer nueve caniles con más espacio y otra calidad de materiales", indicó Montovio.
El gobierno porteño también confirmó que, mientras duren las obras, derivarán a los animales que vayan llegando al Pasteur a una organización llamada Ayuda Can. La alimentación y la atención veterinaria seguirán a cargo del Estado porteño. Según pudo conocer LA NACION, Ayuda Can pertenece a Mauro Aguilera, que trabaja en el instituto de zoonosis. Una de las tareas de Aguilera, aunque sin el cargo formal, es coordinar a los voluntarios que se acercan para pasear a los animales. Su organización funciona en un terreno con instalaciones precarias justo al lado de las vías del ferrocarril en Jerónimo Salguero 151.
La propuesta de firmar un convenio de colaboración para derivar a los animales cuenta con la aprobación del director del Pasteur, Oscar Lencinas, que dejará su cargo a fin de año. En 1998, asumió como interventor, luego de fuertes denuncias por irregularidades de su antecesor. Hace un mes, cuando se le notificó su separación, se le habría propuesto continuar como asesor en el proceso de producción de vacunas antirrábicas de uso veterinario que se aplican en las campañas de la ciudad, a cargo del instituto.
Conversaciones
En Twitter, la cuenta Pasteur Sin Jaulas registra desde mediados del año pasado el estado de los animales que llegan al instituto por denuncia de vecinos o porque mordieron y tienen que pasar 10 días de control antirrábico. Cuando los dueños no los reclaman, esas estadías se pueden prolongar semanas o meses en espacios que no cumplen con los requerimientos mínimos que debería tener un instituto de zoonosis para el resguardo de los animales.
"¡Basta de hacinamiento! ¡Basta de animales encerrados de por vida! ¡Basta de muertes! Reformar el Pasteur es posible. Cambiar el Pasteur es urgente", publicó Pessolani cuando abrió la cuenta. Hace dos meses, denunció que la habían amenazado con no dejarla continuar como voluntaria o, directamente, que cancelarían el voluntariado, que es indispensable para que los animales puedan salir de sus jaulas para caminar y mantenerse socializados.
Los pedidos a la Ciudad van desde la separación del director hasta la reconfiguración del lugar para que cumpla con las normas vigentes. Las reuniones con los funcionarios del Ministerio de Salud porteño empezaron el año pasado. Participaron Pessolani y Norma Derincoky, también voluntaria en el Pasteur. En estos nueve meses, rescataron y les brindaron atención a 37 perros y 10 cachorros. Irene, otra voluntaria, se ocupa de los gatos.
El proyecto que con una abogada les presentaron a las autoridades porteñas incluía caniles más amplios que los del proyecto oficial (3,87 por 2 metros), además de su traslado al pabellón Mitre, donde la actual gestión del instituto reemplazó los caniles en un patio con una parrilla para el personal.
El jueves pasado, Derincoky publicó en su muro de Facebook: "Hoy, por primera vez en la historia [del instituto], se lograron vaciar las jaulas del Pasteur". Stella, una hembra mestiza de unos tres años, fue la última que ocupó esas jaulas que no respetan los estándares internacionales de bienestar animal.
Tres casos que conmovieron
Stella
Mestiza, de unos 3 años, fue la última que ocupó las jaulas del Pasteur. Había llegado después de morder a sus dueños para defender a sus cachorros. Luego, pasó a Ayuda Can, donde estuvo un año hasta que un matrimonio la adoptó. A los tres meses, una madrugada, el hombre la volvió a llevar al Pasteur porque lo había atacado durante una discusión con su esposa. El jueves pasado fue adoptada.
Moro
Por falta de espacio en la jaula del Pasteur, se lastimaba permanentemente. Hasta que el 28 de abril abandonó el lugar rumbo al pensionado De Corazón a Corazón por un Pitbull. "Se lo llevan a un campo", les habría dicho el director del instituto a los voluntarios poco antes; en el perfil de Facebook "Pasteur sin Jaulas", se denunció la intimación. "Costó mucho pero por fin tenemos un lugar digno para rehabilitar a Moro", informaron.
Tony
El informe de su ingreso al Pasteur, el 19 de septiembre de 2018, no describió problemas de salud. Sin embargo, su estado general se fue deteriorando dentro de la jaula hasta quedar ciego y debilitado. Estudios veterinarios fuera del instituto confirmaron erliquiosis, una infección bacteriana transmitida por las garrapatas. Sin tratamiento es fatal. Desde el 28 de marzo, una voluntaria se ocupa de los cuidados que necesita.
Más información: www.change.org/pasteursinjaulas