Imaginario urbano: la planchadora sin cabeza, las tragedias de la Calle Larga y el portal hacia otro mundo, las leyendas que aún atemorizan a la ciudad
Cada barrio porteño tiene sus propios mitos, que, como señalan los especialistas, ayudan a dar soporte a la memoria colectiva
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La ciudad está llena de leyendas y muchas de ellas se remontan al origen de sus barrios. Son historias que cuentan los vecinos, que escucharon o les llegaron de la voz de sus padres, abuelos o bisabuelos. De hecho, prácticamente cada zona tiene una, y algunas, como Barracas, están en el podio de los mitos de tinte trágico.
Sin embargo, una de las más aterradoras está vinculada con el Parque Rivadavia, en Caballito. En ese escenario, se sitúa la historia de la Planchadora sin cabeza. Cuentan Leonel Contreras y Víctor Coviello en el libro Buenos Aires tiene barrio (Planeta, 2022) que hasta bien entrado el siglo XX, el barrio fue una zona de quintas, la más conocida era la de Ambrosio Plácido Lezica, situada donde hoy está el parque, un comerciante destacado que se dedicaba a la producción de vinos.
La historia da cuenta que uno de sus hijos se habría ahorcado en el eucaliptus que el presidente Domingo Faustino Sarmiento le había regalado a su padre. El texto refiere a que el joven no pudo soportar que su amante, una planchadora negra, tuviera un novio. Una noche los encontró juntos, la degolló y dejó el cadáver tirado en la quinta y pocos días después se suicidó. “La cabeza nunca fue encontrada y hay quienes afirman que aún se puede ver por la zona al fantasma de la planchadora sin cabeza”, cuentan. ¿Es por eso que algunos vecinos aún temen circular por las noches por los alrededores del parque?
Como este, otros mitos y leyendas forman parte del imaginario urbano, y según Contreras, historiador en la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la Capital, como en toda ciudad son historias que constituyen el soporte de la memoria colectiva. “Desconocemos su naturaleza, pero las funciones históricas, sociales, religiosas que cumplen son importantísimas. Es complejo de explicar, pero todo lo que tiene que ver con el recuerdo de lo vivido o de lo imaginado por la sociedad, buena parte tiene como soporte a los mitos y leyendas”, indica.
Aún hoy es posible ver en el Parque Rivadavia, la antigua noria y parte de las rejas de lo que era la quinta de Lezica, que tras su muerte fue comprada por la municipalidad. En 1928, el predio se inauguró como parque y hoy es uno de los espacios verdes más concurridos de la ciudad; eso sí, durante el día.
La Calle Larga
Hacia 1820, Barracas era también una zona de quintas de familias acaudaladas, que se concentraban sobre la Calle Larga (hoy Avda. Montes de Oca), una de las más conocidas era la del almirante Guillermo Brown. “En la Calle Larga ocurrieron varias historias trágicas que marcarían su destino. En las cercanías de la quinta de Brown, en 1827 ocurrió la inesperada muerte de su hija Elisa, prometida del sargento mayor Francis Drummond, que en abril de ese año murió heroicamente combatiendo en la Fragata Sarandí durante la guerra con el Imperio de Brasil”, describen Contreras y Coviello. Elisa también falleció poco después y según cuenta la leyenda se habría suicidado en el río al no soportar la muerte de su futuro esposo. Se dice que tras el deceso de Drummond, la joven padeció de alternaciones mentales, y se habría internado en el río vestida de novia para encontrarse con su prometido.
La Calle Larga fue escenario de otros dramas como el de la hija de Díaz Vélez o el más popular de todos, la muerte de Felicitas Guerrero. La leyenda dice que hacia 1880 Eustoquio Díaz Vélez, un estanciero, hijo de quien llevara el mismo nombre y fuera héroe de la guerra de la Independencia, mandó a construir un palacete estilo francés rodeado por un jardín con tres esculturas de leones que recordaban su hobby, tener a estos animales como mascotas.
“Hay una leyenda urbana que detalla que un día su hija invitó a comer a su novio, también están los que aseguran que era el día de la boda, y un león se escapó y lo devoró. De hecho, una de las esculturas es la de un león que está atacando a un ser humano”, explica Contreras. Desde entonces, el alma en pena del joven merodea la zona y hay quienes aseguran escuchar gritos aterradores. “El tema es que Díaz Vélez no tuvo hijas, sino que fue padre de dos varones Carlos y Eugenio, y, aparentemente es una leyenda que fue armada por un noble alemán, el barón Adam Folkner, que dejó constancia de esto en sus memorias publicadas en Baviera en 1939, donde relató haber estado en Buenos Aires para el fatídico casamiento de la hija de Díaz Vélez”, cuenta el especialista en patrimonio.
Según Contreras, aún no se sabe si esta leyenda responde a una fabulación o una confusión, ya que uno de los hijos de Eustoquio, Eugenio, que vivió en el palacio hasta 1930 aproximadamente, sí tuvo dos hijas, María Eugenia y Josefina. “Folkner es el que da origen a la leyenda”, sostiene. El antiguo palacete alberga hoy a la Fundación Vitra, que se encuentra dentro del predio del Hospital General de Niños Pedro de Elizalde.
También sobre la Calle Larga tuvo lugar la tragedia de los Guerrero, su hija Felicitas fue asesinada por uno de sus pretendientes, Enrique Ocampo, el día en que ella anunciaba su compromiso con Samuel Sáenz Valiente. En 1879 sus padres levantaron una capilla (hoy Iglesia de Santa Felicitas, en la intersección de las calles Isabel La Católica y Pinzón), construida por el arquitecto Ernesto Bunge. Según mencionan los autores de Buenos Aires tiene barrio, hay quienes afirman que el fantasma de Felicitas merodea la zona con su bata ensangrentada y aferrada a las rejas del templo. También se cree que ayuda a quienes buscan pareja y por eso hay que dejarle ramos de flores en los barrotes.
Hacia lo desconocido
Otro mito urbano al que refieren los autores en su libro es el de Parque Chas. A mediados del siglo XIX, estas tierras pertenecientes a los jesuitas, quedaron en poder de Francisco Munita y luego pasaron a la sociedad de Francisco Chas e Hijos, que después fueron escrituradas por su hijo Vicente. En 1925, Chas (hijo) decidió subdividir los terrenos y contrató a los ingenieros Armando Frehner y Adolfo Guerrico quienes le propusieron un nuevo trazado innovador. “Se trató de combinar el amanzanamiento tradicional, es decir, la típica cuadrícula porteña, con una propuesta radiocéntrica. Esta se aprobó el 29 de septiembre de 1925 y la venta de terrenos comenzó en 1927″, aclara Contreras.
“La particularidad que tiene el barrio con calles casi circulares como Berlín, por la que uno hace dos cuadras desde Gándara y Berlín y termina en el mismo lugar del que partió, es que el que no conoce se pierde seguro. Prácticamente no tenés manera de salir de ahí si no te indica alguien”, dice.
Una de las leyendas que se cuenta es que allí hay un portal a otras dimensiones e incluso a una zona espacio-tiempo espectral. “Es muy común que los taxistas se nieguen a entrar, ya que se la pasan dando vueltas”, explican los autores. Además, existe un mito sobre la última línea de colectivos que pasó, la 187, que si bien quebró hace años, se dice que no fue así y que los colectivos se vieron envueltos en las manzanas circulares hasta que fueron desapareciendo uno por uno dentro de Parque Chas.
“La empresa había perdido los planos del barrio que le daba a los choferes y como había tardado en mandar a hacer nuevos es por eso que los colectiveros empezaron a perderse. Se habría salvado un grupo de pasajeros que, junto con un chofer, habrían logrado llegar a Avda. de Los Incas tras días y días de andar dando vueltas. Esta es una de las tantas leyendas en torno a esta situación tan particular que se da en este barrio, que es casi un laberinto en la ciudad”, finaliza Contreras.